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México D.F. Lunes 26 de abril de 2004
José Cueli
Ese aquel
Las corridas llamadas "duras", toros guapos y mirada de medio lado, buscando pelea, han llegado a la Maestranza sevillana, en el inicio de la feria, con pasitos de viejo reumático, a dormirse sobre el albero amanzanillado. Toros derrotados y secos de impresionante presencia, como pinos erguidos, esquizofrénicamente descastados.
Esta sería la "semana de farolillos" y aparecerán las figuras. Y si los encierros "duros" -Guardiola, Cebada Gago, Victorinos, etcétera- fueron un compendio de masedumbre y falta de casta, los "toreables" servirán a Ponce, Finito, El Juli, etcétera, para realizar faenas "magistrales", trasteando bureles convalecientes en "labores de enfermero". Empezó César Rincón, al "inmortalizar" un bombón de "Sandilla".
A falta de toros, igual que en todo el mundo taurino, Sevilla suple la despedida del toreo con un ambiente: un aquel... aguardiante y montilla, medias cañas y copas, jamón serrano, queso y vinillo a resbalar, y el mujerío. Eso sí, qué de guapas. Naufragio y oleaje de las esencias más puras de la feria de abril, la solera y la madre del cañí; el "pellizco" de los grandes; Pepe Luis, Ordóñez, José y Juan, Curro y Rafael...
Se acaba el toreo, callan los "cabales" mirando en las playas del río Guadalquivir la nave desarbolada que ya rindió viaje, y en las casetas de la feria se oye el gemir la guitarra, suenan las sevillanas y bailan luciendo garbo los jóvenes en tropel, en bullante mare mágnum, y el toreo parece sólo aparte de la escenografía de la tradicional feria que sigue entre siguiriyas, martinetes y soleares.
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