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México D.F. Martes 4 de mayo de 2004
Gustavo Iruegas
México-Cuba
La tarde del domingo el gobierno de México
decidió dar una nueva vuelta a la ya muy torcida liga que tensa las
relaciones entre México y Cuba. Los secretarios de Relaciones
Exteriores y de Gobernación anunciaron, en una comparecencia
especial, en los medios de comunicación, la decisión del
presidente Fox de reducir a nivel de encargados de negocios los nexos
diplomáticas con Cuba y, por tanto, la de retirar a su embajadora;
de expulsar al representante de la isla, al que dio 48 horas para abandonar
el país, y de declarar persona non grata
al consejero político de la embajada
isleña. Se explicó que la decisión obedece al
carácter inaceptable de los señalamientos que la
cancillería cubana hizo en torno a la deportación de Carlos
Ahumada; de los conceptos vertidos por Fidel Castro sobre la
política exterior de Fox; y a las actividades en México, que
no se especificaron, de dos cuadros de alto nivel del Partido Comunista
cubano y del consejero político.
Las relaciones entre México y Cuba siempre han
sido intensas, emotivas y cargadas de episodios difíciles. Durante
los primeros años de la revolución cubana, la relación
entre ambos gobiernos se daba, principalmente, en la OEA, y en los
múltiples casos de asilo que nuestra embajada concedía a
personajes desafectos a la revolución. A mediados de 1967, cuando ya
Cuba estaba comprometida en el apoyo a los movimientos guerrilleros que
surgieron en prácticamente toda América Latina, el agregado
militar en la embajada de México fue invitado por alguna de las
más altas autoridades militares de Cuba a visitar una escuela de
cuadros para extranjeros que, en lenguaje llano, era un centro de
entrenamiento para las guerrillas latinoamericanas. Después de
recorrer las instalaciones para la enseñanza teórica y los
campos de adiestramiento en el uso de las armas, el diplomático
preguntó al militar: 舑¿Y hay mexicanos? 舑No, no
los hay. Y le queremos pedir que le informe al presidente Díaz Ordaz
que no los habrá.
Con este recado se estableció un acuerdo
tácito entre los dos gobiernos de no interferir uno en los asuntos
internos del otro, que duró hasta 2001. No dejó de haber
problemas: de asilo, migratorios, de secuestros de aviones y de muchos
otros. Un escándalo mayúsculo se produjo cuando, en 1969,
Cuba entregó simultáneamente una nota al embajador y a la
cancillería mexicana en la que comunicaba que su consejero de prensa
era un agente de la CIA y pedía autorización para detenerlo y
someterlo a juicio. Como, naturalmente el gobierno mexicano se negó,
el canciller cubano viajó a México, se entrevistó con
el entonces canciller y le entregó varias maletas con el
comprometedor equipo incautado al espía. Mientras, en La Habana, Granma, que ya para entonces era
un periódico de cuatro o seis páginas, agregó a su
edición un suplemento de 40 planas en el que publicó todas
las pruebas que tenía contra el espía mexicano y que
comprometía a las más altas autoridades gubernamentales de
este país. En otra ocasión las autoridades mexicanas
impidieron que diplomáticos cubanos subieran a un avión a un
colega suyo que había desertado en Indonesia y que, bajo los efectos
de algún tranquilizante, era regresado a la isla. A pesar de
éstas y otras ocurrencias, las vínculos se sobrellevaban y
los problemas se resolvían. Esto abría el espacio para una
relación política fructífera y útil en otros
campos: diplomático en primer lugar, pero también cultural,
turístico y deportivo y, con éstos, el de comunicaciones
aéreas. Los intercambios académicos y científicos son
cada vez más intensos. Las relaciones económicas y
comerciales con temporadas mejores y peores, nunca han sido especialmente
importantes. Para ambos gobiernos mantener buenos nexos diplomáticos
con el otro redituaba bien en su política exterior y en sus ligas
con terceros.
Un problema mayor surgió en 1990, cuando
Estados Unidos introdujo el caso Cuba en la Comisión de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas (CDHNU), en Ginebra. El asunto era muy grave
para la isla porque, durante el desplome del socialismo europeo, se
cuestionaba la base moral del régimen revolucionario, único
soporte del socialismo cubano, cuya caída ya se festinaba. En los
primeros diez años México se abstuvo de votar y, aunque
había roces en los foros iberoamericanos entre los presidentes
Zedillo y Castro, en 2000 se votó en favor de Cuba, lo que en
realidad dañaba la abstención basada en la condición
viciada de la CDHNU, que se ocupaba más de la querella EU-Cuba que
de los derechos humanos del pueblo cubano.
Las cosas cambiaron cuando, en 2001, el gobierno de
México canceló el tácito acuerdo de respeto mutuo y
votó contra Cuba en la CDHNU, en Ginebra. De ahí en adelante
las relaciones se han desarrollado en una confrontación en espiral:
al voto de 2001 siguió una catilinaria del canciller cubano al
mexicano que contestó con un frívolo pero costoso
舠están ardidos舡; luego una invitación de Cuba a
130 diputados mexicanos que escucharon por cuatro horas al comandante y
fueron recibidos en el Palacio de la Revolución donde se les
ofreció una espléndida cena amenizada por músicos y
danzantes, y por diputados mexicanos que cantaron El Rey al comandante, visita muy mal
vista por el Ejecutivo en México. Este viaje hizo aparente que los
nexos Cuba-México son tan importantes que en ambos casos invaden la
política interior. La visita de Fox a Cuba en el año en que
se cumplían cien años de haberse establecido las relaciones
diplomáticas entre ambas naciones, visita que el presidente Fox,
previo aviso al comandante Castro, coronó con su saludo a un grupo
de disidentes cubanos; las desafortunadas declaraciones del canciller de
México, que al inaugurar un centro cultural del consulado en Miami,
dieron pie a que Radio Martí transmitiera una docena de veces en 24
horas que las puertas de la embajada de México en La Habana estaban
abiertas para mexicanos y cubanos, lo que condujo a dos docenas de
muchachos a apoderarse de un autobús y estrellarlo contra las rejas
de la embajada, a su posterior desalojo y encarcelamiento y a las
innecesarias declaraciones del embajador de México a la prensa, que
solamente le trajeron tribulaciones y congojas; la tímida intentona
del presidente Fox de disuadir al presidente Castro de acudir a la Cumbre
Mundial de las Naciones Unidas sobre Financiamiento del Desarrollo, de la
cual México sería sede, y que ocasionó una queja ante
el pleno de la conferencia por parte de Fidel Castro, y su airada salida de
la reunión; las exigencias del canciller de México de que la
parte cubana demostrara que las autoridades estadunidenses
舑totalmente ajenas al asunto舑 habían propiciado el
incidente que produjo una nueva catilinaria, ahora adosada con un
vitriólico editorial de Granma que, en su último párrafo, pedía
que cesaran las actividades anticubanas del canciller y amenazaba con decir
lo que no había dicho aún, en caso de que su petición
no se cumpliera; el voto de México contra Cuba en la CDHNU, que
provocó la reacción cubana de hacer pública la
grabación de la conversación en que el presidente Fox,
apocado y cortado, le pidió al presidente Castro que, ya que
había decidido venir, pronunciara su discurso, no incomodara al
presidente Bush, lo acompañara a comer y apresurara su salida (el
舠comes y te vas舡); unos meses de relación fría y
distante se empezaron a suavizar con el nombramiento de una nueva
embajadora de carrera, y se llegó a alentar la posibilidad de una
mejoría con la sustitución del canciller. Pero en 2003
México votó nuevamente contra Cuba; incidentes menores se
produjeron, hasta que se llegó al punto en que se configura la
situación en que estamos ahora.
Es muy reciente el escándalo político
que causó evidencia de la corrupción en funcionarios del
Distrito Federal, y la información ha sido tan abundante que hay una
saturación y hastío en la opinión pública. No
obstante todo lo que se sabe, es justamente lo que se ignora lo que ha
llevado la situación diplomática al momento crítico
que ahora vive. No sabemos por qué el señor Ahumada decide
difundir un video que a él mismo puede llevarlo a la cárcel y
a la ruina; no sabemos por qué el señor Ahumada decide
escapar y esconderse nada menos que en Cuba, el único lugar donde no
se puede esconder por sí mismo, sino que tiene que estar a merced
del gobierno local; podemos suponer por qué se hizo acompañar
de su administrador, pero no sabemos por qué el señor
Arcipreste, igualmente fugitivo de la justicia, decide también
refugiarse en Cuba; no sabemos por qué las innumerables visitas del
jefe del Departamento de América y del jefe de la sección de
México del Partido Comunista de Cuba (que no son funcionarios del
gobierno isleño, sino de ese partido) a México, esta
última visita resulta inadmisible al gobierno de México.
En cambio, lo que sí sabemos es que el gobierno
de México gestionó por dos vías la detención,
con fines de extradición, de Carlos Ahumada; la primera, por
vía de Interpol, fue emprendida por la PGR y se basó en un
presunto lavado de
dinero; la segunda, por la vía diplomática, fue iniciada por
la PGJDF, basada en fraude genérico; que el posible uso del recurso
de la 舠extradición en reversa舡 (1) a
favor de Carlos Ahumada quedó cancelado con su deportación;
que la insólita reacción de la PGR al apoderarse del
deportado y darle facilidades que le negó al procurador del DF es
congruente con el malestar que causó la deportación en otras
áreas del gobierno, inclusive con la cancillería; si sabemos
que Cuba investigó, interrogó y obtuvo declaraciones de
Carlos Ahumada y que llegó a la conclusión de que se le
trató de involucrar indebidamente en 舠un asunto de
incuestionable connotación política舡(2) sobre el cual no corresponde
a Cuba emitir juicios; sí sabemos que los resultados de esa
investigación están en poder del gobierno cubano y que puede
usarlos para demostrar su dicho.
Con lo que sabemos y lo que ignoramos se puede colegir
que el gobierno de México decidió llevar las cosas al punto
de que, si el régimen cubano hace algún movimiento que no sea
del gusto del mexicano, el siguiente paso sería la ruptura de
relaciones. También es fácil adivinar que los cubanos, que no
tienen entre sus virtudes la de quedarse callados, usarán la
información de que disponen en el momento, por la vía y al
ritmo que ellos decidan. ¿Pasado mañana? ¿Antes o
durante la Cumbre ALC-UE en Guadalajara?
(1) Recurso de los
abogados penalistas para evitar posibles nuevas acusaciones contra sus
clientes adinerados, valiéndose de una disposición
generalmente incluida en los tratados de extradición, por la que la
parte requirente debe abstenerse de enjuiciar al reclamado por otros cargos
que no sean los especificados en la solicitud de extradición que
obsequió la parte que envía.
(2) La frase fue usada dos
veces por Cuba: en el primer considerando de su comunicado del 5 de abril
en el que anuncia la medida cautelar de prisión provisional contra Carlos Ahumada, y en el décimo
párrafo del comunicado en que anuncia su decisión de
deportarlo. La frase causó reacción
airada de la cancillería mexicana sólo en la segunda
ocasión.
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