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México D.F. Martes 4 de mayo de 2004

José Blanco

Una de cal

El jueves de la semana pasada los diputados ratificaron la propuesta del Senado para que se destine en 2006 el uno por ciento del PIB a la investigación científica y tecnológica, mediante la anexión del artículo 9 bis a la Ley de Ciencia y Tecnología. Con el inexplicable voto en contra del PAN, la oposición (PRI, PRD, PT) aprobó la indispensabilísima medida. La modificación se envió al Presidente para su publicación y entrada en vigor, si no la veta, que es lo único que nos faltaba.

En medio del destripamiento que lleva a cabo de sí misma la clase política es una noticia alentadora, que es necesario aplaudir y reconocer. Falta aún articular inteligentemente el sistema de investigación en ciencia y tecnología con la educación superior, cuestión de la que se halla extremadamente alejado el gobierno panista. Pasamos probablemente por la peor etapa de la historia en materia de política de ciencia y tecnología. Esta administración se inició con muy malas medidas, inútiles para el desarrollo imprescindible de este pilar central del desarrollo nacional. Además se fijaron metas que 舑todos saben舑 no serán alcanzadas al final del sexenio.

Los recursos no lo son todo ni mucho menos. Falta aún que se gasten eficientemente en el fortalecimiento decidido de la investigación básica y que el desarrollo de la tecnología se traduzca en hechos con impactos palpables en la economía nacional. De no ser así, tendremos una nueva fuente de desperdicio de recursos, que se añadirá a las muchas que ya existen en este desgraciado país.

Las patentes registradas anualmente son el indicador por excelencia de la capacidad de innovación en un país, asunto sin el cual no hay cambios endógenos en la productividad, lo cual es una falla absoluta para el desarrollo económico y social.

En 2003, la empresa IBM registró un total de 3 mil 415 patentes. En los últimos 11 años ha generado más de 25 mil registros. Se trata de la empresa estadunidense líder en este renglón.

En 2002, el gobierno de España informó que había alcanzado el tercer lugar en Europa por el número de invenciones registradas, de acuerdo con un estudio realizado, para el año 1999, por la OCDE y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual. Alemania, con 1.280.4 solicitudes, ocupa la primera posición en la Unión Europa, seguida de Irlanda (808.7) y de España (763.6). A continuación les siguen Reino Unido (737.2), Austria (656), Dinamarca (612.6), Italia (578), Suecia (469.9), Francia (409), Holanda (266.7), Bélgica (103.4) y Portugal (78.3).

Esta información, proveniente del Ministerio de Ciencia y Tecnología español, no explica la forma en que lleva a cabo el recuento del número de solicitudes de registro. Salta a la vista, en primer lugar, el fortísimo contraste entre lo que hace una empresa estadunidense y lo que hacen países enteros en la vieja Europa.

El pasado mes de febrero, la OCDE dijo que México se encuentra en el último lugar de sus asociados, en materia de ciencia y tecnología, según su más reciente informe Main Science and Technology Indicators. En México, durante 2000 sólo se obtuvieron cinco registros en el sector industrial y uno en el biotecnológico. 舠México debe entender que la prioridad más importante para el desarrollo es la educación, la ciencia y la tecnología舡, dijo Daniel Malkin, jefe de la División de Políticas en Ciencia y Tecnología de la OCDE. 舠La investigación y el conocimiento son el factor más importante de la producción舡, agregó.

Respecto al número de artículos científicos publicados en 2000 en el mundo, Estados Unidos publicó 34.6 por ciento, España 2.92, México 0.64 por ciento (según estudio de OPS-BIREME).

Desde el punto de vista del desarrollo de largo plazo es imposible encontrar indicadores más profundamente trágicos para nuestro país. Tal como están las cosas hoy en educación (toda, desde el  nivel elemental) y en la inversión en investigación y desarrollo no vamos a ninguna parte. Es simplemente imposible de toda imposibilidad.

En los años sesenta México tenía un ingreso per cápita superior al de España y al de Corea. Este último en 2000 más que duplicaba el ingreso per cápita de México, y España lo triplicaba. Pero en ese mismo año ésta destinaba uno por ciento del PIB a investigación y desarrollo, Corea 2.6 y México 0.4 por ciento; en 1970 nuestro país destinaba 0.2 por ciento y tuvo, en tres décadas, un aumento muy débil; en el mismo lapso Corea multiplicó por 9 su inversión en investigación y desarrollo. Un estudio del Banco Mundial atribuye aproximadamente la mitad del espectacular crecimiento de Corea al aumento de capital humano y físico (aumento directamente vinculado al incremento del ahorro interno) y la otra mitad a las mejoras sustantivas en la gestión del conocimiento.

El desarrollo es posible, si se hace lo que tiene que hacerse, dijo Perogrullo. Pero la primera condición es que la clase política deje de sacarse las tripas y se ponga a estudiar y a trabajar. ¿Usted cree que lo hará?

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