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México D.F. Martes 4 de mayo de 2004
Nora Patricia Jara
Escándalos y justicia
El rompimiento del acuerdo entre México y
Estados Unidos para el intercambio de información estratégica
en el ámbito financiero puede ser, de una vez por todas, la
circunstancia que lleve a los gobiernos federal y de la capital a darle
cauce institucional a uno de los escándalos de corrupción
más graves que se haya evidenciado en el país.
Los miles de dólares que los políticos
involucrados echan en maletas o bolsas de plástico en acciones
videograbadas y puestas a disposición de la opinión
pública, como supuesta denuncia de corrupción, resultó
más que una acción un acto que expone la inmoralidad de un
grupo político de oposición en el poder, hecho que alimenta
la llamada industria de la denuncia, que se utiliza para denostar o
desacreditar a oponentes, las cuales se realizan bajo premisas falsas y se
erigen como tutores morales de una legalidad que no se respeta, porque al
hacer una imputación con argumentos falaces se deslegitiman al
esconder los verdaderos fines.
Lo que vimos en los medios exhibió
además el poco respeto que se tiene del muy cacareado estado de
derecho, que se ensaña en los que no pueden pagar una defensa o
contra los adversarios políticos, pero que, cuando de delincuentes
de cuello blanco o sobornadores profesionales 舑como el empresario
Carlos Ahumada Kurtz舑 se trata, ni por lavado de dinero se les toca.
Las instituciones de procuración de justicia se convierten en
arietes para traspasar reglas de convivencia que dan confianza al ciudadano
y credibilidad al sistema político, como que los hechos criminales
se atiendan en los espacios jurídicos correspondientes.
Ahora el problema es resarcir la confianza a las
dependencias pilladas en actos de corrupción, mismas que han sido
señaladas y que han quedado al descubierto como grupo faccioso,
entendiéndose a éste como el que rebasa las leyes y los
acuerdos para obtener beneficios por encima de la colectividad. El
daño causado a nuestra relación bilateral con los socios del
norte y a la popularidad de Andrés Manuel López Obrador, que
decreció entre 4 y 10 por ciento, según la empresa
encuestadora Indemerc Louis Harris, alcanza también a las
instituciones de procuración de justicia, tanto nacional como local,
puestas en entredicho en el afán de dirimir asuntos electoreros
anticipados en sus tribunales.
De estas acciones, el gobierno del presidente Fox es
responsable, pero también los partidos políticos y las
instituciones que ampara la legislación electoral, que se observan
como cómplices al no transparentar asuntos como Amigos de Fox, el
Pemexgate, los negocios del niño verde y ahora el PRD. En casi todos
el comportamiento se manifiesta intencional y doloso, ya que se organizaron
para defraudar órganos fiscalizadores o simplemente actuar con
impunidad. Es necesario saber dónde quedó el dinero que
recibieron René Bejarano y Carlos Imaz, cómo saber de
dónde salió la información que intentó socavar
la gobernabilidad en el Distrito Federal antes que perseguir corruptelas.
Poner el videoescándalo fuera de las oficinas
de gobierno y de las filtraciones ayudará a destensar los
ánimos y con voluntad hasta conocer la verdad, dejar de un lado el
escándalo, el ruido político y el alboroto. Ello
favorecerá el análisis de los acontecimientos separando lo
político de lo judicial, la verdad mediática 舑que vimos
en la televisión舑 de la verdad jurídica 舑que
investigan los ministerios públicos舑, que debe argumentarse
con la correspondencia de hechos y afirmaciones, la verdad evidente,
genuina, que se basa en principios de realidad que se pueden cotejar y
definir, según el filósofo Karl Popper, mediante el estudio
de la obra de pensadores antiguos como Jeófanes, que sustentaron que
la verdad corresponde a los hechos y no a la creencia o razonamiento
lógico que puede ser infundado. Pensamiento que amplió Popper
en sus investigaciones sobre la concepción semántica de la
verdad de A. Tarsky (1944), que advierte que la verdad como ciencia pura es
la búsqueda del conocimiento y que vista como ciencia aplicada es
sólo la búsqueda del poder o de instrumentos de los
poderosos.
Por lo que, mientras instancias como la PGR persigan
teorías para adecuarlas a ciertos propósitos, estarán
más alejadas de la verdad verídica, que es la única
que importa para regular nuevamente la convivencia política.
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