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México D.F. Miércoles 12 de mayo de 2004

Gastón Castellanos

Cuatro décadas de Neurología

Creo que es bueno que el pueblo de México sepa cómo fue creada una de las obras dedicadas a atender con vocación y profundo sentido social a los enfermos del sistema nervioso, los que experimentan mayor sufrimiento puesto que se ven afectadas las funciones del cerebro y de la mente.

El proyecto de fundar el Instituto Nacional de Neurología surgió de la visión creadora e infatigable esfuerzo de Manuel Velasco Suárez, ilustre médico y humanista, promotor de las neurociencias en el país.

Contó primero con el apoyo del presidente Miguel Alemán, pero su construcción se vio postergada por varios años. Fue hasta febrero de 1964 cuando el presidente Adolfo López Mateos y el secretario de Salud, José Alvarez Amézquita, inauguraron este hospital dotado con los mejores recursos tecnológicos de la época, que por su carácter multidisciplinario e innovador se ubicó en un alto rango internacional y muy pronto fue designado Centro Colaborador de Docencia e Investigación en Neurociencias por la Organización Mundial de la Salud.

Durante cuatro décadas han desfilado por sus instalaciones y aulas universitarias los más renombrados profesores nacionales y extranjeros. Pero lo más importante, el instituto ha formado más de mil especialistas en Neurocirugía, Neurología, siquiatría y ramas afines, esparcidos en el territorio nacional y en varios países de Latinoamérica.

Basta señalar los primeros pasos. El doctor Raúl Hernández Peón (+), brillante investigador, junto con algunos de sus alumnos, René Drucker Colín, Marcos Velasco y otros, creó y dirigió la Unidad de Investigaciones Cerebrales, pero desafortunadamente murió en forma trágica y prematura. Su labor continuó con igual relevancia por Carlos Guzmán Flores, Pablo Pacheco y Augusto Fernández Guardiola.

Posteriormente, el inolvidable maestro Isaac Costero (+) y su dilecta discípula Rosario Barroso, alentaron a una pléyade de jóvenes investigadores en el área de neurobiología. Cabe recordar, que el destacado neurofisiólogo Arturo Rosenblueth (+) fundador del Centro de Investigación y Estudios Avanzados, brindó siempre su apoyo en las jornadas académicas.

El Departamento de Neurocirugía quedó a cargo de Gregorio González Mariscal (+), en estrecha colaboración con Francisco Escobedo (+), ambos excelentes maestros y virtuosos del arte neuroquirúrgico y forjadores de gran número de alumnos, entre ellos C. Murillo, Rogelio Revuelta, Alfredo Gómez Aviña, M. Ramos Peek, etcétera. La estafeta de este servicio, uno de los más activos, la tomó con entusiasmo desde hace varios años Sergio Gómez Llata, experto en microneurocirugía. Humberto Mateos, fundador de la escuela de neurocirugía del Centro Médico Nacional del Instituto Mexicano del Seguro Social, se integró recientemente como asesor académico.

El profesor Dionisio Nieto, neurosiquiatría refugiado español, formado en el Instituto Cajal de Madrid y en las clínicas universitarias de Munich y Heidelberg, ocupó la dirección del Servicio de Psiquiatría, integrado en esa primera etapa, por Arturo Fernández, Guido Belsasso, Armando Grajales (+), Sergio Toscano y quien escribe estas líneas.

El instituto contó desde su fundación con la valiosa labor de Jesús Rodríguez Carbajal, pionero de la neuro-radiología, en su calidad de alumno predilecto del profesor Taveras de Nueva York. Ha sido maestro de numerosos alumnos y actualmente ex director, al igual que Francisco Rubio, quien encabezó el Servicio de Neurología en colaboración con Ladislao Olivares, Eduardo San Esteban, F. Zermeño, E. Otero, G. García Ramos, C. Marquez. El doctor Rubio y su alumno J. Ramos Peek continúan trabajando en el programa prioritario de epilepsia, de gran utilidad preventiva y terapéutica.

En las disciplinas afines, neuro-oftalmología cuenta aún con la experiencia de David Elizondo. Neurotología la inició el doctor Andrés Bustamante, siendo su sucesor Carlo Panne. En neuropatología sobresalió la figura de Alfonso Escobar, actual investigador emérito de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien dedicó fructíferos años de su carrera al frente de la sección de patología cerebral. Antonia García sentó las bases del servicio de rehabilitación neurológica, el cual ha logrado nuevos avances bajo la dirección de Jorge Hernández.

Merece reconocimiento la actual División de Investigaciones Cerebrales que cuenta con laboratorios de genética, neuroquímica, neurobiología, neuroinmunología, etcétera, que ha tenido un desarrollo amplio y exitoso y ha trascendido las fronteras, con el impulso de su promotor, Julio Sotelo, quien ahora funge como director general. Pecaría de injusto si no mencionara el arduo trabajo de estudios de neurosicología y lenguaje que iniciaron las profesoras Laura Rotter (+) y María Teresa Denecker (+), el doctor Recaredo Rodríguez (+), la sicóloga Julieta Heres (+) y que ha continuado de manera sobresaliente Martha Lestrade y sus jóvenes alumnas.

La institución evoluciona y se transforma, se fortalece con nuevos proyectos y nuevos talentos, que por limitaciones de espacio no me es posible mencionar. Cuenta con el equipo más moderno de radioneurocirugía y un sistema computarizado de neuroimágenes de alta resolución (Resonancia Magnética funcional de 3T y tomografía helicoidal), que permite cirugía menos invasiva de tumores cerebrales, malformaciones arteriovenosas, enfermedad de Parkinson, epilepsia, etcétera.

Este centro hospitalario de excelencia académica, creado por el gobierno federal, está y seguirá abierto a toda la población sin fines lucrativos. Ha brindado extraordinarios frutos no sólo en relación con la enseñanza e investigación, sino en la noble tarea de atender con generosidad y dedicación a los miles de enfermos del sistema nervioso que acuden a sus puertas en busca de ayuda. No hay que olvidar que cumple un doble fin: hospital escuela y casa de misericordia.

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