México D.F. Viernes 21 de mayo de 2004
José Cueli
El diálogo imposible
Cuando la comunicación se vuelve discusión y no diálogo resulta imposible sacar de la debilidad, si es propia, una enriquecedora poesía; del fracaso una sonrisa aceptativa cuya cursilería expresiva parezca a los otros un reto de una equivocación talante relajado que delate la graciosa ciniquez de quien no sabe desdecirse ni rectificar; de una orgullosa omnipotencia, un perdone usted que acabe con la terca machaconería.
O sea, Ƒcómo puede caminar la poesía del brazo del realismo lógico de la política? ƑO es que resulta imposible el diálogo en política, en la búsqueda del poder?
Si es así y se está de acuerdo en que el diálogo atraviesa por el afecto, por las diferencias con el otro, dejemos de hablar de diálogo como escuchamos a toda hora -lo mismo en la familia que en las instituciones- especialmente en los últimos meses por parte de nuestros gobernantes.
Es el hecho de buscar de buenas a primeras las divergencias ideológicas que tienden a transformarse en rupturas escandalosas en vez de dar lugar a discusiones fuera de todo dogmatismo. Parecería que las ideas no son la única causa, ni siquiera la causa real del conflicto. Lo que está en tela de juicio son las diferencias personales, la omnipotencia que busca el poder, toda relación de este tipo produce una dificultad de coexistencia profundamente significativa. El hombre tiene tendencia a codificar, sistematizar, clasificar, ritualizar descubrimientos y convertirlos en dependencias narcisísticas, haberes personales, en posesiones. Protegiendo lo precario de su descubrimiento y poniendo en peligro el avance de las relaciones.
Más, Ƒes lo mismo discusión que diálogo? Pues el diálogo no pasa sólo por el aprendizaje del pensamiento discursivo y lógico, sino por el aprendizaje de una apertura al objeto de la búsqueda. La presencia del espíritu comprende, algo discursivo e intuitivo -Ƒpoético?- a la vez. Es intuitivo e implica un cierto retiro, un cierto silencio lo cual es inseparable de una cierta aptitud del yo para distanciarse, comprender, no invadir la escena y ahogar a los otros con olas de exhibición.
Al grito šdéjame hablar!, no me dejas hablar, estos ''habladores de palabras" con exceso de adjetivos se convierten en mostruos sin sustancia.
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