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México D.F. Domingo 23 de mayo de 2004
REPUBLICA DE PANTALLA
Jenaro Villamil
La boda, un largo espot mediático
La televisión mexicana y las fábulas
monárquicas
La corona española después del aznarismo
DOS REINAS DE utilería rompen el protocolo
y se lanzan patadas karatecas para pelear por un refresco de lata con sabor
a manzana. Mujeres "como Letizia" son felices no porque encontraran al
príncipe de sus sueños, sino porque ya tienen la pastilla
eficaz para enfrentar la colitis o la mejor toalla íntima que las
salve de apuros sociales. Un parque acuático, un banco español,
las infaltables papitas, refrescos de cola y todo el despliegue mercantil
que recuerdan el infaltable papel doméstico de la mujer, sincronizados
con la lectura del apóstol San Pablo y el sermón del cardenal
Rouco Varela en La Almudena, se sucedieron en la pantalla al ritmo de más
de 10 telecomerciales cada cuatro minutos durante el maratón de
la boda.
EN PARALELO, LOS comentaristas de la televisión
mexicana desplazados hasta Madrid, como otros tantos 4 mil 878 periodistas
de 450 medios de comunicación (de los cuales 70 por ciento forman
parte de la industria mediática española), intentaron convencer
al desvelado auditorio de que estábamos en presencia de "un momento
histórico", que "la vieja Europa" se "vistió de gala" y que
"el aguacero monumental" que no sabe de inversiones millonarias en este
largo espot no afectó los diseños Pertegaz de la novia ni
los de los otros modistos de marca que vistieron a los 345 exclusivos invitados.
LA DIMENSION REAL de la ceremonia de la boda del
príncipe heredero a la corona española fue un pretexto más
para saturar la pantalla mexicana con comerciales, movilizar a la nostalgia
aristocrática con el estilo propio del culebrón tipo Marimar
y recetarnos tiesas crónicas sobrevendidas desde semanas antes con
frases cursis y superlativos de cajón ("no hay duda de que en el
caso de Felipe y Letizia triunfó el amor verdadero", "espléndida",
"bellísima", "vestido espectacular" y el largo etcétera).
En realidad, hubo más de circo fallido y nada de pan para el espectador
mexicano que durante los tres meses ha padecido el guión de los
videoescándalos, la teleguerra sucia y ahora el acoso judicial
al jefe de Gobierno capitalino, que ha osado permanecer en los índices
demoscópicos a pesar de todo el empeño legionario por bajarlo
de la carrera sucesoria.
La boda y los medios españoles
EN EL TERRENO español, la boda se convirtió
en una clara demostración de los dos polos que dominan el ambiente
televisivo después del crudo cisma político que detonaron
los atentados del 11 de marzo y el final del aznarismo: por un lado, el
brote imparable de programas de cotilleo, la frivolidad y el nada oculto
provincianismo que descifró cada ingrediente del banquete de la
boda y discutió la iluminación efímera con colores
pastel en los edificios emblemáticos de Madrid; por otro lado, el
debate aún no generalizado sobre el futuro político de la
monarquía española que ha jugado un papel clave en los momentos
más difíciles de los 25 años de la transición
española (incluyendo la intervención del rey Juan Carlos
el día de los atentados y su nada disimulado distanciamiento de
la estrategia de manipulación informativa del aznarismo). Si bien
la corona española se ha ganado una clara legitimidad en este cuarto
de siglo, no está exenta de los embates por transformarla en un
decorado insulso y maleable, de acuerdo con los intereses políticos
de un sector de la derecha que la ve también con desconfianza.
LA MONARQUIA ESPAÑOLA, como muchas otras
instituciones españolas, apenas está saliendo del periodo
de instrumentalización aznarista en los medios públicos.
Un reporte del Consejo Provisional de Informativos de Radio Televisión
Española (RTVE), fechado el 12 de abril de 2004, da cuenta de cómo
la censura del gobierno del Partido Popular también llegó
a los programas del corazón y de cotilleo social cuando se trataba
de abordar temas relacionados con los miembros de la casa real. El reporte
menciona, por ejemplo, que fue cesada la directora de programas de RTVE,
María Jesús Chao, después de que en la emisión
de Por la Mañana ofreció las declaraciones del rey
Juan Carlos, quien anunció el embarazo de la infanta Elena. Otro
caso que documenta este organismo formado por los propios trabajadores
de la televisora pública española menciona que cuando el
programa Gente ofreció una información sobre el torero
Francisco Rivera Ordóñez, se incluyó un plano general
de seis segundos de duración, en el cual el diestro brindaba el
toro al rey. "Don Juan Carlos iba de paisano y, en medio del tendido, era
realmente difícil identificarlo. Pese a ello, ese plano desencadenó
la ira del director general, quien consideró que había una
confabulación contra él", señala el reporte.
EL CONSEJO PROVISIONAL recomienda que "el tratamiento
de las actividades públicas y privadas de la casa real y de los
miembros de la familia real debe atenerse a unos criterios claros, basados
en las normas y principios básicos de programación, y que
deben ser desarrollados en un futuro libro de estilo. La cuestión
requiere un debate profesional".
POR SUPUESTO, EL debate abierto aún no se
ha dado. La boda se convirtió, en medio de un incipiente "segundo
destape" comunicativo en España tras el cambio de gobierno, en un
tema que lo mismo sirvió para la chabacanería que para expresar
con mayor permisividad posiciones difíciles de escuchar en la televisión
española durante la era del aznarismo. Por ejemplo, el programa
Crónicas Marcianas, de la cadena Telecinco, se dedicó
en algunas emisiones a burlarse e ironizar del boato circundante de la
boda. En la mesa de debate matutina del programa La Mirada Crítica,
de la misma televisora, varios comentaristas se asumieron como "boda-escépticos"
y se quejaron por la afectación a la vida cotidiana que provocaba
el suceso, la exclusión de la propia sociedad española de
un acontecimiento destinado prácticamente para la contemplación
televisiva. Por supuesto, en otros programas, incluso de la propia TVE,
se dedicaron 100 días a comentar los detalles más insulsos
y banales de la ceremonia.
EN ESENCIA, NINGUN medio español, impreso
o electrónico, estuvo exento de la saturación del tema, que
acabó por provocar hartazgo en no pocos sectores de la sociedad.
Las exageraciones se dieron hasta en medios considerados serios. En otros
casos se orientó el debate hacia la discusión sobre la modernización
de la monarquía. En el suplemento dominical del 16 de mayo del periódico
El País, la redacción consideró que "el matrimonio
del príncipe Felipe y Letizia Ortiz es el tema del año por
sus implicaciones en el destino colectivo de 40 millones de españoles",
y calificó el suceso como "la boda de todos", por ser un enlace
que no está sometido "a las viejas leyes de la corona, sino a la
Constitución y a la democracia". El periódico catalán
La Vanguardia publicó el miércoles 19 de mayo que
la prensa europea "dedica ya gran atención a la boda del príncipe
y Letizia Ortiz, con abundante información a pocos días de
la ceremonia".
UNA SOMERA REVISION de los medios europeos revela
que, si bien algunos destinaron reportajes y emisiones especiales, no se
desbordaron en la cobertura ni se registró la saturación
que privó en los medios de España y América Latina.
Los medios europeos no le destinaron a la boda ni la décima parte
del espacio y de los días relacionados con los atentados y con las
elecciones del 14 de marzo, relación inversamente proporcional a
lo que sucedió con buena parte de las televisoras latinoamericanas,
en especial, la mexicana.
EN GRAN BRETAÑA y Estados Unidos la boda
no opacó el debate creciente sobre las torturas en Irak, salvo en
los medios sensacionalistas británicos, acostumbrados al chismorreo
de las familias reales.
EL SEMANARIO ALEMAN Der Spiegel apostilló
así su visión de la boda: "La monarquía ibérica,
antaño la esencia del más tenebroso absolutismo, aterriza
en el siglo XXI". Y el periódico francés Le Monde, en
un reportaje especial sobre el enlace editorializó: "Felipe se convierte,
paradójicamente, en un heredero tan poco atado a las tradiciones
dinásticas y con tendencias tan plebeyas que podría pasar
por republicano".
POR LO PRONTO, la fiesta efímera demostró
que las monarquías se han convertido cada vez más en un espot
publicitario. Hace 98 años, cuando se celebró en España
la boda de Alfonso XIII con la sobrina del rey inglés Eduardo VII,
la reina Victoria Eugenia, se registraron varios atentados que anunciaban
la futura espiral de violencia que dominó el país. Ahora,
la industria mediática encapsuló a la monarquía española
en un guión publicitario, y los atentados, ocurridos hace tres meses,
no acabaron con la casa real sino con el intento dinástico del aznarismo.
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