México D.F. Domingo 23 de mayo de 2004
Recibieron puñetazos, patadas, estrangulaciones
y golpes con barras de hierro, aseguran
Cinco nuevos testigos revelan abusos de soldados británicos
contra iraquíes
SEVERIN CARRELL THE INDEPENDENT
Londres, 22 de mayo. A los trabajadores iraquíes
de un hotel les propusieron una alternativa muy simple: o revelaban el
paradero de un supuesto insurgente iraquí, les dijo el oficial británico,
o se les sometería a mayores maltratos violentos. Como ninguno de
los cinco sabía dónde estaba el sospechoso, les volvieron
a poner las capuchas y los llevaron a rastras para otra ronda de golpes
propinados por miembros del Regimiento Lancashire de la Reina (QLR, por
sus siglas en inglés).
Los gráficos relatos -hechos en detalladas declaraciones
entregadas a The Independent on Sunday- contienen acusaciones de
puñetazos, patadas, estrangulaciones, zambullidas en agua helada
y golpes con barras de hierro durante tres días.
Estos señalamientos profundizarán la controversia
que surgió este mes en torno al QLR a raíz de las fotografías
trucadas aparecidas en el Daily Mirror, en las que supuestamente
se mostraba a sus miembros torturando a prisioneros iraquíes.
Las
actuales acusaciones son potencialmente más graves. Los testigos
sostienen que los interrogatorios eran supervisados en el cuartel del ejército
en Basora por un oficial cuyo nombre no se conoce, lo cual contradice aseveraciones
de que la culpa fue de unos cuantos soldados indisciplinados.
Una de las cuatro víctimas, Bahaa' Hashim Mohammed,
de 26 años de edad, dijo que el oficial lo "amenazó con graves
tormentos si no hablaba".
Entre las lesiones que les infligieron están riñones
dañados, costillas rotas, una hernia, problemas respiratorios prolongados
y desgarramientos graves.
Los cinco se encontraban entre los hombres arrestados
durante un notorio allanamiento realizado en septiembre por el QLR en el
hotel Ibn Haytham, de Basora, después de que hubo versiones de que
esa instalación era una base de insurgentes iraquíes.
Hasta seis soldados del QLR pueden ser sometidos a proceso
por causar la muerte por tortura al recepcionista del hotel, Baha Mousa,
hijo de un coronel iraquí, después del allanamiento.
El caso de Mousa, revelado por Robert Fisk en The Independent
on Sunday, el pasado enero, se presenta como el más grave entre
los 40 de presuntas muertes ilegales de civiles y prisioneros iraquíes
por fuerzas británicas desde el comienzo de la invasión,
en marzo del año anterior. Estos casos también involucran
al regimiento de la Real Fuerza Aérea (RAF, por sus siglas en inglés),
reconocieron ministros la semana pasada.
La policía de la RAF investiga la muerte de un
prisionero de guerra iraquí, quien pereció en abril de 2003
cuando lo transportaban en un helicóptero de ese cuerpo.
En otro caso hasta ahora desconocido, soldados encaran
un proceso penal por un expediente aceptado la semana pasada por el procurador
general, lord Goldsmith.
La muerte de Mousa, de ataque al corazón y asfixia,
ha estado en el centro de las protestas presentadas al gobierno por el
Co-mité Internacional de la Cruz Roja y Amnistía Internacional
respecto de presuntos abusos por fuerzas de la coalición.
Ahora ese caso será parte esencial de una audiencia
que la Suprema Corte llevará a cabo en julio, con base en demandas
de abogados y activistas de derechos humanos de que se realice una investigación
independiente sobre la conducta de soldados británicos durante la
ocupación de Irak.
Hace casi dos semanas, un ministro de la Suprema Corte
señaló que había "bases para argumentar" que las fuerzas
británicas estaban restringidas por la ley de derechos humanos y,
por consiguiente, estos casos "podrían dar lugar a procedimientos
penales".
Las nuevas declaraciones de testigos, que serán
sometidas a la Suprema Corte como parte de la demanda del abogado de derechos
humanos Phil Shiner, dan seguimiento a las acusaciones de un séptimo
detenido en el hotel Kifah Taha, de que las golpizas eran sistemáticas.
Su testimonio sugiere que el allanamiento del QLR en el
hotel degeneró en un caos. Uno de los principales sospechosos para
los militares, el copropietario del hotel, Haitham Vaha, escapó
por una puerta lateral.
Mientras los soldados cateaban el edificio, el personal
del hotel vio que varios militares robaban 4.5 millones de dinares de la
caja de seguridad. Uno de los testigos, Radif Tahir Muslim, trabajador
de intendencia, re-lató que un oficial les dio de puñetazos
y los obligó a entregar el dinero.
Hasta ahora se pensaba que los soldados participantes
en el allanamiento habían maltratado a los prisioneros en venganza
porque los pillaron robando o en represalia porque los insurgentes mataron
semanas antes a un popular capitán del QLR, Dai Jones, con una bomba
sembrada al lado del camino.
Sin embargo, los nuevos testigos ligan los maltratos con
los intentos del QLR de encontrar a Haitham. En los cinco casos el primer
día de golpizas culminó con el interrogatorio llevado a cabo
por un oficial, quien les preguntó por el paradero de Haitham.
Muslim narró haber llevado a los soldados a la
casa de Haitham, cercana al hotel, para encontrarlo. Aun así lo
regresaron encapuchado al cuartel del ejército en Hakimia, lo golpearon
con una barra de hierro, lo insultaron y pellizcaron "muy duro".
Según varios de los testigos, sus interrogatorios
estuvieron acompañados por un peculiar ritual de los británicos.
A medida que metían y sacaban de la celda a cada uno, los soldados
hacían un saludo marcial al oficial que realizaba los interrogatorios.
Uno de los hombres detenidos y torturados, Ahmad Taha
Mousa Mutairi, era hermano de Kifah Taha, hospitalizado por insuficiencia
renal y copropietario del hotel.
El día del hecho lo llamaron al establecimiento
para que entregara las llaves de la caja de seguridad, y al llegar lo detuvieron.
Después de un día de golpes y patadas lo llevaron ante un
oficial, quien le prometió soltarlo de inmediato si revelaba el
paradero de Haitham. Mutairi no lo sabía.
Como fue incapaz de colaborar, "me pu-sieron de nuevo
la capucha y me torturaron durante tres días, sin comer ni dormir.
Me golpearon en los genitales, lo cual me provocó una hernia que
aún padezco. También tengo costillas rotas y contusiones
(sic) en el pecho, las piernas y en todo el cuerpo".
Bahaa' Hashim Mohammed, trabajador de limpieza, aseguró
que "los soldados se turnaban para golpearnos sin parar con ma-nos y botas,
así como con una barra de hierro". Cuando caía exhausto al
suelo, lo "ahorcaban con las manos".
Como fue incapaz de revelar nada respecto del paradero
de Haitham, lo encapucharon y lo agredieron. "Siguieron torturándome
hasta que me desmayé. Cuando desperté, encontré una
botella con un poco de agua, que bebí, y luego oriné en ella.
Vino un soldado y me la vació en la boca."
Otro trabajador del hotel, Jawad Kadhim Chamil, de 45
años, dijo que el abuso empeoró después que un oficial
lo interrogó: "Un soldado me dio un puñetazo en el ojo, que
me afectó la vista. Me hacían que me sentara con las piernas
cruzadas, y entonces cinco soldados se me sentaban encima. A causa de eso
tengo un desgarramiento en el ano que aún me causa dolor. También
me rompieron algunas costillas."
Como todos los demás testigos, la víctima
de mayor edad, Satter Skukri Abdulla, de 51 años, refiere haber
escuchado los golpes que le propinaban a Baha Mousa y los gritos que daba:
"En el segundo día lo llevaron al baño. Yo lo oía
gritar. Lo último que le oí decir fue: 'Me muero, sangre'.
Me enteré de su muerte en el campo (de detención de) Qasar
(...) Me soltaron 55 días después. Me rompieron algunas costillas
durante la tortura y aún sufro de dolor en el pecho."
Se prevé que los seis hombres demandarán
al Ministerio de la Defensa por daños a causa de lesiones que dicen
haber sufrido.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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