México D.F. Martes 1 de junio de 2004
El ex dirigente se incomodó con la candidatura
foxista
Marcada por desencuentros, la relación Calderón-Fox
En 1998, el punto más crítico, cuando
el guanajuatense acusó al líder panista de "no tener los
tamaños para acelerar el cambio"
JUAN MANUEL VENEGAS
La relación de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón
Hinojosa ha estado marcada por los desencuentros. Desde que el primero
era gobernador de Guanajuato y el ahora ex secretario de Energía
presidía el Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN, no han
sido pocos sus enfrentamientos.
Representante del neopanismo, el actual Presidente de
la República y férreo defensor de la doctrina blanquiazul
Calderón Hinojosa, ambos fueron protagonistas del debate panista
de la década pasada entre una y otra corrientes. Sus diferencias
quedaron plasmadas desde febrero de 1996, cuando Calderón ganó
la presidencia del partido al ex gobernador de Baja California, Ernesto
Ruffo, de todas las simpatías y confianzas del entonces gobernador
de Guanajuato.
"Ganar el gobierno sin perder el partido", fue la premisa
de Calderón; "mandar de vacaciones por un tiempo a la doctrina"
y dar paso al pragmatismo electoral, fue la bandera del foxismo, cuyos
postulados empezaban a ganar espacio en el espectro blanquiazul.
En
aquel proceso interno, Calderón Hinojosa anunció su pretensión
de hacer de Acción Nacional un "partido de centro"; no le respondió
Ruffo, pero sí Fox Quesada, quien se lanzó contra el michoacano:
"algunos panistas se están emborrachando de soberbia... en el PAN
nunca hablamos de centro; se nos educa para no andar hablando ni de centro,
ni de izquierda, ni de derecha. En el partido hablamos de humanismo, de
una ideología y de una doctrina que no tienen nada que ver con una
identificación hacia ninguno de esos vectores que se acostumbraban
en el pasado y que incluso hoy en día ya ni existen, ya desaparecieron".
La derrota de Ruffo no arredró al guanajuatense.
Por el contrario, desde el gobierno de Guanajuato empezó a planear
su candidatura presidencial; organizó al neopanismo; diseñó
una estrategia para el financiamiento de su futura campaña (creando
los Amigos de Fox), y no dejó pasar foro ni coyuntura para posicionar
su discurso en Acción Nacional, enfrentado públicamente a
Carlos Castillo Peraza, Felipe Calderón Hinojosa y Diego Fernández
de Cevallos, entre otros que veían a Fox como "un peligro" para
la institucionalidad partidista.
El domingo 6 de julio de 1997, tras anunciar Fox el inicio
de su campaña presidencial, fueron precisamente Castillo Peraza,
Calderón Hinojosa y Fernández de Cevallos los principales
impugnadores del "acelere" foxista. Los tres dominaban el establishment
del partido; a los tres les incomodaba el mensaje y las posiciones públicas
del guanajuatense.
El enfrentamiento no cesó durante los recientes
tres años de la década pasada, y uno de los momentos más
críticos para la disciplina panista ocurrió en julio de 1998,
cuando perdieron la gubernatura de Chihuahua, uno de sus históricos
bastiones. Calderón Hinojosa cumplía su segundo año
al frente del partido y Fox, ya precandidato, viajaba por todo el país
y por el extranjero, presentándose como "la opción del cambio"
en México.
Y como ha sido su costumbre, incluso ahora como Presidente,
desde el extranjero aprovechó para lanzarse contra la dirigencia
panista. Con el pretexto del fracaso en Chihuahua, en gira por la ciudad
de Roma, Fox sugirió "la conveniencia" de adelantar los tiempos
de la renovación en el CEN y dar paso a quienes "sí sabemos
ganar elecciones". A Calderón Hinojosa lo acusó de "ambivalente"
y de no tener los tamaños para "acelerar el paso y, con toda urgencia,
abocarse a las elecciones". El 8 de julio de 1998 Fox ya veía que
"el 2 de julio de 2000 ya está encima".
El entonces dirigente nacional panista no le entró
públicamente al debate, pero sí llamó a reunión
extraordinaria del CEN "para revisar la actuación de Vicente Fox"
y analizar si su campaña en pos de la candidatura presidencial de
Acción Nacional no era violatoria de sus estatutos.
Pero el foxismo creció, tomó de rehén
al partido y, muy a pesar de Castillo Peraza, Calderón Hinojosa
y Fernández de Cevallos, no hubo forma ni mecanismo interno capaz
de frenar a los Amigos de Fox y el avance del guanajuatense.
El último intento, en agosto de 1999, lo hicieron
Fernández de Cevallos y Germán Martínez Cázares
-conspicuo calderonista-, quienes buscaron convencer a Francisco Barrio
Terrazas de participar en el proceso de selección de candidato presidencial.
Con la negativa de Barrio a contender por la candidatura,
lo que siguió en Acción Nacional sólo fue de trámite:
inevitablemente Fox resultó candidato.
Luego del triunfo del 2 de julio, Calderón ocupó
la coordinación parlamentaria del PAN en la Cámara de Diputados.
Y siguieron los enfrentamientos, ahora marcados por la falta de control
de la estrategia del nuevo gobierno. Los más destacados, cuando
desde los primeros días de su gobierno, sin consultar al partido
ni a la diputación, el presidente Fox envió al Congreso de
la Unión la iniciativa de ley indígena que había elaborado
la Cocopa, recogiendo los acuerdos de San Andrés Larráinzar;
después, en noviembre de 2001, cuando fracasó el primer intento
foxista de aprobar las reformas fiscal y energética.
Desde Los Pinos se acusó la falta de operación
política en el Congreso; Calderón Hinojosa reviró
que la falta de tacto político provenía de la residencia
oficial así como de la Secretaría de Gobernación.
Ya avanzado el sexenio, el primero de febrero de 2003,
Fox invitó a Calderón Hinojosa a la dirección del
Banco Nacional de Obras y Servicios (Banobras). El ex presidente del partido
aceptó el cargo, pero no fueron pocos los panistas que, en corto,
criticaron la actitud del mandatario, pues consideraron que el puesto ofrecido
al ex dirigente nacional "era menor", máxime cuando en esa misma
fecha un ex priísta como Florencia Salazar Adame fue integrado al
gabinete como secretario de la Reforma Agraria.
En julio del año pasado vino la debacle electoral
del foxismo. El gabinetazo fue puesto en evidencia por el propio
presidente Fox, al ordenar la integración de una comisión
que evaluaría a sus integrantes y al reconocer, en su tercer Informe
de gobierno, que había fallado la política. Vinieron luego
los cambios y Felipe Calderón fue nombrado secretario de Energía.
Las diferencias entre Fox y Calderón parecían
ya ser cosa del pasado, pero adelantada la sucesión por el propio
mandatario, el secretario de Energía exhibió sus aspiraciones
y con ello volvió a pintar la línea que siempre lo mantuvo
distanciado de Vicente Fox.
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