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México D.F. Martes 1 de junio de 2004
DESBARAJUSTE SUCESORIO
El
sorpresivo destape de Felipe Calderón Hinojosa el sábado
pasado en Guadalajara, el subsiguiente regaño presidencial al aspirante
y a su anunciador, el gobernador jalisciense, Francisco Ramírez
Acuña, y la renuncia de Calderón a la Secretaría de
Energía, en abierta protesta por la reconvención, constituyen
un episodio que no debe verse como un simple zafarrancho panista de cara
a las elecciones de 2006, sino también como una expresión
del desgobierno y la descomposición política en 2004, es
decir, como un motivo de preocupación general.
Independientemente del debate que tiene lugar en las filas
del partido en el gobierno sobre la conveniencia o la inconveniencia de
que Calderón Hinojosa en particular, y los aspirantes blanquiazules
en general, manifiesten abiertamente, a estas alturas, sus deseos de
obtener la titularidad del Ejecutivo Federal, el hecho es que el entorno
presidencial parece dominado por los desbocados afanes sucesorios y por
las consiguientes intrigas palaciegas. La aspiración que el hasta
ayer secretario de Energía hizo pública el sábado
en Jalisco es compartida por al menos dos figuras del primer círculo
presidencial: Marta Sahagún de Fox, esposa del mandatario, y Santiago
Creel Miranda, secretario de Gobernación. Las ambiciones de una
y de otro introducen distorsiones indebidas, y cada vez más perceptibles,
en el desempeño de la institución presidencial y del gabinete,
instancias en las cuales parece haber pasado a un segundo o tercer plano
la atención de los problemas inmediatos del país y en las
que las posiciones de poder se emplean más para golpear adversarios
externos e internos. Una clara manifestación de esa utilización
facciosa del poder político es el evidente encono del foxismo contra
Andrés Manuel López Obrador, a quien se percibe como posible
adversario en las elecciones de 2006 y a quien se busca, por ello, destruir
mediática, política y judicialmente desde ahora.
En ese contexto de degradación de los usos republicanos,
el destape de Calderón Hinojosa abrió un frente más
al grupo foxista y generó una nueva fractura, esta vez interna,
para el grupo en el poder. Si se considera que ni Marta Sahagún
ni Santiago Creel parecen gozar de simpatías mayoritarias entre
los militantes y las estructuras partidarias de Acción Nacional,
resulta obligado sospechar que el panismo tradicional ha resuelto tomar
distancia con respecto al militante Vicente Fox y sus prospectos sucesorios.
Ante el paso al frente de su hasta ayer secretario de
Energía, la reacción del mandatario adolece de cuatro equivocaciones,
todas ellas graves. En primer término, el exabrupto presidencial
es incongruente con el adelanto de los tiempos sucesorios que realizó
el candidato Vicente Fox en el sexenio pasado y con las recientes declaraciones
formuladas por el propio guanajuatense cuando declaró abierta la
carrera por la Presidencia. Por otra parte, el mandatario pretendió
normar los "lugares y los tiempos" en los que sería lícito
o legítimo empezar una campaña presidencial, atribución
que evidentemente no posee y que en todo caso formó parte de aquellas
infames y autoritarias "facultades metaconstitucionales" de los jefes de
Estado priístas. Adicionalmente, Fox pasó por encima del
federalismo al llamar la atención, indebidamente, al gobernador
de una entidad soberana, como es Jalisco. Para colmo, el titular del Ejecutivo
federal dio muestra, una vez más, de su inclinación a usar
el poder de manera facciosa y patrimonialista, toda vez que regañó
a Calderón Hinojosa, pero calló ante el impúdico aprovechamiento
que hizo su esposa del entorno de la cumbre de Guadalajara, en el que Marta
Sahagún desplegó una deplorable campaña de promoción
personal.
Al actuar con ese doble rasero, el mandatario favoreció,
de hecho, el empecinamiento de su cónyuge por permanecer en Los
Pinos a lo largo de 12 años, en lo que constituye una suerte de
releccionismo matrimonial a todas luces inaceptable, perverso y lesivo
para la salud de la República, para la propia institución
presidencial y para la autoridad de que pueda disponer el propio Fox en
lo que resta de su mandato.
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