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Del buen
uso de los placeres
Didier Eribon, uno de los exégetas y biógrafos
más acuciosos del filósofo Michel Foucault, resume en el
presente texto, los aspectos más sobresalientes de la vida y obra
del autor de Vigilar y castigar, analizando puntualmente la génesis
de obras capitales como El nacimiento de la clínica o Las
palabras y las cosas, y las modificaciones que el filósofo introdujo
en su proyecto más ambicioso, la Historia de la sexualidad
interrumpido por la enfermedad y su desenlace trágico.
Por Didier Eribon
En un capítulo central de La historia
de la locura, que de algún modo constituye la clave del libro,
Foucault se empeña en mostrar cómo en el siglo XVII, lo que
se llama el Gran Encierro, destinado a colocar al margen de la sociedad
a todos aquellos a quienes condena la nueva moral burguesa, en proceso
entonces de instalación --una moral del trabajo y la familia--,
hará cohabitar, en los mismos lugares de confinamiento, a los insensatos,
los mendigos, los alquimistas, los libertinos, los venéreos, los
disolutos, los homosexuales, etcétera. En esta vecindad inédita
la locura quedará marcada con el sello del pecado y de la culpa
(a pesar de ser aún parte del paisaje cultural del Renacimiento),
y a la homosexualidad se le percibirá como uno de los aspectos de
la Sinrazón (aun cuando el Renacimiento le permitía, con
generosidad, expresarse libremente). Esto significa que al expresar una
nueva sensibilidad moral, el Gran Encierro producirá la aparición
de "personajes" nuevos: el "loco" y el "homosexual". Los objetos de los
que se ocupará la psiquiatría en el siglo XIX no son entonces
las realidades naturales e intemporales en espera del buen día,
al término del progreso continuo de la medicina, en que una mirada
científica se interese en ellas para descifrar su verdad y asegurar
su cura. Por el contrario, la psiquiatría sólo pudo nacer
como "ciencia" una vez que sus objetos, que antes no existían como
tales, fueran producidos, literalmente, por el encierro. Su surgimiento
se encuentra intrínsicamente ligado a este fenómeno de exclusión,
a la excomunión del loco y del homosexual.
Así, del mismo modo en que resulta evidente que
el interés de Foucault por la psicología, la psiquiatría
y el psicoanálisis, se vinculaba con su relación dolorosa,
a lo largo de toda su juventud, con su propia homosexualidad (incurrió
en varias tentativas de suicidio), es difícil no preguntarse si
la Historia de la locura no podría leerse, finalmente, como
una historia de la homosexualidad que no se hubiera atrevido a decir su
nombre, o como un rodeo para pensar la historia de la homosexualidad y
del nacimiento del homosexual como personaje específico en la mirada
social. En cualquier caso, Foucault sienta aquí las bases de su
crítica de la psiquiatría y del psicoanálisis como
disciplinas esencialmente normativas, crítica que no dejará
de desarrollar al lo largo de los años siguientes.
Lo prohibido y la trasgresión
Foucault no se encuentra en Francia durante los acontecimientos
de mayo 68, pero el impacto sobre la vida política e intelectual
francesa sacudirá su vida y su pensamiento. Participa en la fundación
de la universidad de Vincennes, en 1969, y alterna ahí con todas
las tendencias izquierdistas (que lo habían primero denunciado como
tecnócrata gaullista por haber participado en las comisiones para
la reforma de la enseñanza en 1965). Ese mismo año es electo
en el Colegio de Francia, donde pronuncia su lección inaugural en
diciembre de 1970, antes de dictar ahí cursos hasta el momento de
su muerte, siempre ante un auditorio ferviente compuesto por cientos de
personas. A principios de los 70, la política lo acapara literalmente
y comienza a interesarse en las márgenes de la sociedad, en esos
"bajos fondos" que la izquierda tradicional desdeña totalmente.
En 1971 funda, con Daniel Defert, el Grupo de Información sobre
las Prisiones, al que se une especialmente Gilles Deleuze. También
se compromete (con Jean Genet) en la lucha contra el racismo y en el apoyo
a los trabajadores inmigrados.
En 1975 publica Vigilar y castigar, cuyo subtítulo
es Nacimiento de la prisión, sin duda su libro más
importante. Del mismo modo que se trataba en Historia de la locura
de describir el "nacimiento del asilo", aquí se trata de reubicar
el "evento" histórico por el cual la prisión se impuso como
la forma ideal del castigo. El pensamiento de Foucault, fundamentalmente
histórico, pretende mostrar que las instituciones que nos rodean,
y que se imponen a nosotros como evidencias, son en realidad productos
de la historia. El propósito de todo el proyecto foucaultiano es
poner en evidencia cuáles fueron las condiciones que presidieron
al nacimiento de esas instituciones. El proyecto teórico vale entonces
como proyecto crítico, ya que mostrar que una institución
nace en un momento dado de la historia, equivale a subrayar que dicha institución
puede ser transformada por la acción humana. Pero, en Vigilar
y castigar, Foucault desea, de modo más profundo, revelar la
cara oculta del Siglo de las luces, presentado siempre por la filosofía
tradicional como el siglo del progreso de la razón y de la invención
de las libertades, y mostrarlo como el momento en que se instala la "sociedad
disciplinaria de la que todavía dependemos". A través del
adiestramiento de los cuerpos en la escuela, en el ejército, en
la fábrica, el poder obliga a los individuos a la "disciplina" y
a la "vigilancia", con el fin de volverlos "dóciles y útiles".
Desmontaje del psicoanálisis
Esta búsqueda histórico-crítica animará
todavía el último proyecto de Foucault, la Historia de
la sexualidad de la que publica en 1976 el primer volumen, La voluntad
de saber. Hacer la Historia de la Sexualidad no significa para
él, obviamente, lanzarse a una historia de las prácticas
sexuales, ni siquiera a representaciones de la sexualidad a través
de los siglos. La ambición es más vasta: mostrar de qué
manera se instituyó la noción misma de "sexualidad", cuya
aparición, de fecha reciente, está ligada a tecnologías
disciplinarias de los siglos diecinueve y veinte como la psiquiatría
y el psicoanálisis. Toda la empresa de Foucault es aquí un
desmontaje del psicoanálisis. Al pedirle a los individuos que digan
cuáles son sus deseos para poder revelarles lo que es su verdad,
el psicoanálisis se inscribe muy directamente en la línea
de la confesión cristiana. Por ello, el proyecto anunciado como
Historia de la Sexualidad debía comprender "tres siglos",
remontándose hasta la Contra-Reforma, sobre la cuestión de
la confesión, para hacer así las veces de una "arqueología
del psicoanálisis".
En este primer volumen, Foucault se aparta de lo que él
llama la "hipótesis represiva", es decir, la idea desarrollada por
el freudo-marxismo, inspirado en Reich y Marcuse, según la cual
el poder reprime la sexualidad. Ciertamente no niega Foucault que exista
una represión del sexo (insistirá en ello después
para disipar los malentendidos que suscita su libro), pero a sus ojos la
noción de represión no es pertinente para pensar la historia
de la sexualidad. El psicoanálisis lo prueba suficientemente: lejos
de prohibir que se hable de sexo, la sociedad nos obliga a hablar de él
una y otra vez, y siempre. Y disciplinas con "pretensión científica",
como la psiquiatría y el psicoanálisis, hacen proliferar
las sexualidades, al menos las categorías que las designan, clasifican
y retienen en el gran cuadro taxonómico de las perversiones. Sucede
esto con la categoría de la "homosexualidad", la cual, afirma él
--modificando totalmente el análisis que proponía en Historia
de la locura--, fue inventada en el siglo diecinueve por los psiquiatras":
la psiquiatría hace del homosexual un "personaje" dotado de "un
pasado", una historia y una infancia, un carácter, un estilo de
vida, una morfología". Esto es muy importante, dice Foucault un
poco más adelante, ya que por un efecto de "discurso en reversa",
cierto número de individuos tomaron en cuenta la nueva categorización
y fundaron el movimiento homosexual. Al final del libro, Foucault opone
a la teoría psicoanalítica del deseo como verdad del individuo
lo que él denomina un "contra ataque", una anti-psicología
basada en "el cuerpo y los placeres".
Los cinco volúmenes anunciados en la contraportada
de este primer tomo introductorio, no se publicarán nunca. Foucault
modificará totalmente el proyecto. Primero porque se percata que
no puede evocar las doctrinas cristianas del siglo diecisiete sin remontar
a los textos de los primeros tiempos del cristianismo. Y llegado a este
punto, que también es imposible comprender estos últimos
sin remontar a lo que les precede, es decir, al paganismo antiguo, griego
y romano. Lo que contempla ahora es un nuevo montaje en tres volúmenes:
El uso de los placeres, La inquietud de sí, y Las
confesiones de la carne, que corresponden a grosso modo a tres
periodos: Grecia, Roma, cristianismo. Los dos primeros aparecen en 1984,
pocos días antes de su muerte. El último, Las confesiones
de la carne, que Foucault revisaba justo antes de morir, permanece
por desgracia inédito. Trata este libro de los primeros tiempos
del cristianismo, hasta san Agustín, e intenta mostrar cómo
aparecieron en el Occidente cristiano, la noción de sujeto de deseo,
y la idea de que la persona se define por lo que constituiría su
secreto más profundo: el sexo. Sin este volumen de conclusión,
hacia el cual se orientaba toda la búsqueda de los volúmenes
precedentes, el conjunto no sólo queda incompleto, sino mutilado.
Michel Foucault muere de sida en junio de 1984.
Tomado del Dictionnaire des cultures gays et lesbiennes.
Ed. Didier Eribon. Larousse, París, 2003.
Traducción: Carlos Bonfil.
La versión completa de esta traducción
está disponible en la página web de Letra S: www.letraese.org.mx |