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México D.F. Miércoles 9 de junio de 2004

Luis Linares Zapata

Fox y el PAN en su laberinto

Las pasiones en la contienda sucesoria de 2006 se han desbordado en el interior del PAN y contaminan la relación de este partido con el presidente Fox hasta el punto de encapsularlos en un laberinto del que no saldrán pronto ni bien librados.

Felipe Calderón disparó el balazo de entrada a los vericuetos, sin aparente salida, cuando asistió, muy a pesar de las reconvenciones que le hicieron mensajeros de Los Pinos, al mitin en Jalisco que se organizó para su lanzamiento como aspirante a la candidatura de su partido. El michoacano no aquilató con precisión las consecuencias de su presencia entre miles de panistas azuzados por su amigo de la infancia, el gobernador de ese estado, Ramírez Acuña. No comprendió, tampoco, la conveniencia del momento escogido ni sus fuerzas y determinación personal para dar formal inicio a su campaña. Pero lo que fue más grave aún: no recogió, y menos asimiló, con la debida sensibilidad y pulcritud, la inclinación de Fox por impulsar otras figuras, en especial la de su propia esposa.

De esa apresurada manera se llega a configurar una alternativa que contiene dobles negativas. Optar por cualquiera de ellas conduciría, con grandes probabilidades, a un quiebre de la opción panista en 2006. Ahora se aprecia que Calderón, y con él los llamados doctrinarios de su partido que agrupa en su derredor, no prosperarán en su empeño de ganar la contienda interna del PAN si se topan con un empecinado Presidente queriendo transitar con diversa compañía, una que es, de cierto, más cercana a su ánimo e intereses. Tal situación dificultaría en extremo la articulación de un discurso efectivo en la penetración popular que despierte expectativas de éxito. En el diseño de una oferta partidaria que aceptara la debida continuidad, obligatoria en la visión partidaria y, a la vez, que incluyera notorias diferencias, pero asimiladas de manera coordinada y en paz con el foxismo, el acceso o conocimiento de los programas y aun de las acciones del gobierno en funciones, el beneficio, lateral al menos, de los cuantiosos medios y recursos federales quedaría bloqueado y fuera del alcance del otrora llamado Niño Azul. Se le negarían múltiples y variados apoyos que, de manera lícita, podrían derivarse a un aspirante a candidato por el ejercicio cotidiano del poder federal durante los largos meses que le restan a la actual administración.

Pero, al mismo tiempo, la ecuación opuesta a la anterior sería también inmanejable. El jefe del Ejecutivo no podría concitar los votos de los panistas si enajena a una fracción importante de ellos al tratar de impulsar a su predilecta(o). Una estrategia de "detente" se impone entonces necesaria para dar respiro a los grupos y a los actores de primera línea involucrados en el diferendo.

La búsqueda de soluciones asequibles se delinea con una severidad que afectará el sueño de muchos, sobre todo de aquellos que han tomado, desde antes de los sucesos tapatíos y la consecuente renuncia a la Secretaría de Energía, el bando de Felipillo. Pero la borrasca también inundará la casa presidencial, obligando a imaginar y proponer rutas que pueden ser dolorosas para la autonombrada pareja en el poder.

Las penalidades por desertar del gabinete de manera tan intempestiva pesarán al presumible suspirante panista. Cal-derón no midió, con el rigor requerido, la disciplina que se sobreimpone a los secretarios del Presidente mexicano. Tampoco atinó a conciliar sus ambiciones con las responsabilidades y la cuidadosa mesura que conlleva el ejercicio de una representación oficial de alta jerarquía y exposición continua a los medios masivos y a la crítica feroz. Creyó, un tanto de manera inexperta y otro mucho acicateado por su desventaja en las encuestas de popularidad, que era posible continuar en su puesto después de haberse lanzado en una empresa en la que no tenía resueltos numerosos meandros que la componen, condicionan y describen. Además, el caudal de pendientes dejados a la deriva en su antigua oficina puede, andando el tiempo, cobrarle facturas no liquidadas con oportunidad, muchas de serias consecuencias para la marcha de la cosa pública. Así de complicados y trascendentes son los asuntos de la energía que tanta polémica, malestares y desajustes causan a la administración de los gerentes.

El PAN y Fox se adentraron en una zona de desconciertos y desencuentros que todavía tardarán largo rato en acomodarse a las nuevas condicionantes, que imploran por normas con las cuales puedan encauzar sus energías y cicatrizar relaciones ofendidas. El viejo partido de la oposición valiente no ha podido definir con claridad y precisión una postura que le resulte cómoda y provechosa, ahora en su rol de partido en el poder. El PAN cuenta, además, con varios personajes a quienes no les interesa normalizar los tratos y obtener resultados positivos que mostrar ante los ya fatigados ciudadanos. Su principal líder moral, Diego Fernández de Cevallos, se ocupa más de acercarle clientes a su despacho de abogados, con influencia tan indiscutible como vistosa, que de mediar entre rijosos o imaginar reglas adecuadas para un peligroso juego que se les va de las manos.

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