<-- regresar a la portada

GAS, RECURSO EN DISPUTA
14 de junio de 2004


Ronald Buchanan

Cuando por fin parecía que avanzaba la integración sudamericana, han despertado viejas rencillas por una crisis energética que bien podría prender un foco amarillo en México.

Hace un cuarto de siglo, cuando ambos países vivían bajo dictaduras militares, Chile y Argentina por poco se lanzan a la guerra por unas islas en el gélido canal de Beagle. En los últimos años, sin embargo, habían construido una relación cada vez más estrecha mediante la integración comercial y energética. Ahora el vínculo se encuentra, otra vez, a punto de la ruptura.

Chile está al borde del racionamiento de electricidad por falta de gas, informó la semana pasada el Centro Económico de Despacho de Carga (CEDC), organismo privado que coordina a las generadoras eléctricas. Si no mejoran las lluvias que alimentan las plantas hidroeléctricas, y no aumenta el abasto de gas, el principal sistema eléctrico de Chile tendrá problemas de suministro este mismo mes, cuando empieza el invierno en el hemisferio sur. La noticia cayó como balde de agua fría en una economía que, gracias al alza en las cotizaciones del cobre, iba a crecer 5 por ciento en 2004, después de varios años de un práctico estancamiento.

Para Chile no hay más que un culpable: el gobierno argentino del presidente Néstor Kirchner.

Es que, aparte de la hidroelectricidad, Chile carece de recursos energéticos propios de envergadura. Sin embargo, durante los años, su déficit se había subsanado cada vez más con la importación de gas de Argentina. Hubo cuantiosas inversiones -de 5 mil millones de dólares, según algunos cálculos- en ductos transfronterizos, plantas eléctricas de ciclo combinado y demás, hasta que las importaciones llegaron a más de 700 millones de pies cúbicos diarios, aproximadamente lo que importa México, también de un solo proveedor, Estados Unidos.

Pero con una economía en pleno auge post-catastrófico (crecimiento de 8.7 por ciento el año pasado) y sus tarifas energéticas congeladas, Argentina se encontró en marzo con una crisis energética. Se tuvo que racionar la corriente eléctrica a las fábricas, de tal manera que en abril la producción industrial era 3.7 por ciento menor que en marzo. Sin previo aviso, Kirchner quitó la cuarta parte del gas que se suministraba a Chile.

El rencor chileno fue más que obvio. Jamás los chilenos habían esperado algo así de Argentina, expresó el secretario de Economía, Jorge Rodríguez Grossi. "Aun durante la guerra fría, la Unión Soviética nunca dejó de vender petróleo y gas a Europa."

Eso no fue todo. Argentina también firmó un acuerdo con Bolivia para el suministro de 140 millones de pies cúbicos de gas durante seis meses; los proveedores son la hispano-argentina Repsol YPF y la subsidiaria boliviana de la brasileña Petrobras. A principios de este mes se abrieron las válvulas. Resurgieron las viejas rencillas: una de las estipulaciones bolivianas era de que no se podía revender "ni una molécula" del gas a Chile, porque no ha ofrecido al gobierno de La Paz una salida al mar.

Mientras, la filial brasileña de la empresa belga Tractebel ganó una licitación para suministrar 500 megavatios a Argentina y -tal vez lo más polémico de todo- Buenos Aires creó una empresa estatal energética, Enarsa, con capital proveniente del aumento en los impuestos a las empresas, como Repsol y Petrobras, que exportan energéticos argentinos.

Todavía no queda claro cuál será exactamente el papel y las atribuciones de Enarsa, pero las empresas estatales -exitosas en la industria minera chilena o en el caso de la propia Petrobras- tienen una triste historia en Argentina. No así el sector privado, por lo menos en algunas industrias. Ni es tan difícil ver por qué. Según el acuerdo con Bolivia, Argentina pagará el gas a 1.40-1.50 dólares por millón de british thermal units (BTU), mientras que las empresas argentinas están acostumbradas a pagar un poco menos de un dólar. La semana pasada, la Comisión Reguladora de Energía (CRE) fijó el precio de referencia del gas natural en México en 6.47 dólares por millón de BTU §

se03f01

Guardado en cavernas

Las autoridades mexicanas estudian alternativas, con base en una tecnología revolucionaria, para diversificar sus importaciones de gas natural. Ahora todas las importaciones provienen de Estados Unidos, el mercado más caro del mundo y donde hay incertidumbre con respecto a la oferta disponible en los años por venir.

La alternativa obvia es la importación de gas natural licuado (GNL), lo cual implica la construcción de plantas de regasificación con un costo aproximado de 500 millones de dólares cada una.

Sin embargo, los proyectos que existen han encontrado el rechazo de sectores de la población -o de los gobiernos locales- donde se iban a construir. La Comisión Reguladora de Energía (CRE) analiza dos opciones. Una, la tecnología que lleva por marca Energy Bridge (Puente Energético); la otra se conoce como el Bishop Process (Proceso Bishop).

Energy Bridge fue desarrollada por El Paso Energy, pero ya es propiedad de una nueva empresa, Excelerate, pues El Paso, por serios problemas financieros tuvo que vender. Bajo el concepto de Energy Bridge, el buque que transporta el GNL lo regasifica y lo bombea a tierra por una boya al ritmo de hasta 500 millones de pies cúbicos diarios (casi igual al volumen de la planta que construyen Shell y Total en Altamira). El Proceso Bishop es una variante; en este caso el gas se bombea para almacenarse en cavernas salitres costeñas, de las cuales México tiene unas adecuadas en el estado de Veracruz.

En ninguno de los dos casos es necesario construir una planta, ventaja muy grande en tiempos en que se teme que una instalación de GNL podría ser blanco de un atentado terrorista. Sin embargo, no se comprueba aún la eficiencia de ninguna de las dos tecnologías. Cualquier decisión "se reduce a la factibilidad económica y técnica", señaló Raúl Monteforte, comisionado de la CRE, el mes pasado a Platts, el servicio informativo para la industria petrolera mundial (RB)§


<-- regresar a la portada