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México D.F. Martes 22 de junio de 2004
EDUCACION: ¿OTRO SEXENIO PERDIDO?
La
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico
(OCDE) formuló ayer una nueva advertencia sobre el rezago educativo
que padece nuestro país, especialmente en los ámbitos de
la investigación educativa y de incorporación a la enseñanza
de tecnologías de información y comunicación (TIC).
De acuerdo con un estudio que se da a conocer hoy en París, del
que el analista Kurt Larsen ofreció algunos aspectos ayer en una
teleconferencia con esta capital, la investigación educativa se
concentra en la educación superior y en el área metropolitana
de la ciudad de México, en detrimento de la enseñanza básica
y del resto del país. El especialista destacó la recomendación
de que las universidades reciban mayores subsidios para la investigación,
que se incremente el número de investigadores en educación,
que se ofrezca a los maestros condiciones para la reflexión y el
estudio y el establecimiento de un foro en el que participen, además
de las autoridades -la Secretaría de Educación Pública
(SEP) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt)-,
la Universidad Pedagógica Nacional, organismos como el Observatorio
de la Educación y el Consejo Mexicano de Investigación Educativa.
El señalamiento de la OCDE se presenta justamente
en momentos en que el gobierno foxista se empeña en reducir y compactar
los de por sí menguados contenidos de la educación pública
-primaria y secundaria- en el país, cuando es más patente
el poco interés oficial por la enseñanza y cuando se evidencia
el favoritismo gubernamental hacia las universidades privadas en detrimento
de las públicas. Ante la más reciente ofensiva contra el
acceso de las mayorías a la escolaridad y el conocimiento, poco
podría cambiar el panorama un mero incremento de la investigación
educativa como el recomendado por el organismo internacional. Sin una voluntad
política clara y sin la construcción de los consensos políticos
necesarios para rescatar el sistema educativo nacional de su actual marasmo,
los proyectos de planes de estudio suficientes y coherentes, por no hablar
del sueño de una computadora en cada aula, serán irrealizables.
Si no se ha logrado avanzar, por ejemplo, hacia las metas de reducir el
número de estudiantes por maestro y de abatir la deserción
escolar en el nivel de bachillerato -69 por ciento de promedio en México,
21 por ciento en promedio en los otros integrantes de la OCDE-, cualquier
objetivo más complejo suena obligadamente frívolo.
Ahora bien: habida cuenta de que el grupo en el poder
no ha tenido la habilidad política requerida para llegar a acuerdos
interpartidarios que hagan posible la concreción de sus prioridades
estratégicas -la desnacionalización del sector energético,
la desregulación laboral o la imposición del IVA a libros,
alimentos y medicinas- resulta obligado dudar que logre, a estas alturas
del sexenio, y con el desgaste político que se ha causado a sí
mismo, iniciar, con respaldos reales y más allá de acciones
meramente demagógicas, una reconstrucción seria y consistente
del sistema educativo, por no mencionar una acción orientada a fortalecer
la investigación en el país.
Como botón de muestra de la falta de voluntad y
de capacidad en estos ámbitos, baste recordar que los excedentes
imprevistos de las exportaciones petroleras, producidos por las alzas en
los precios internacionales del crudo, se han diluido, de manera inexplicable,
en gastos administrativos gubernamentales. Con esos miles de millones de
dólares no sólo habría podido reactivarse la actividad
económica en las zonas más depauperadas y desatendidas del
territorio nacional, sino también habría podido revertirse,
así fuera parcialmente, la abrumadora desventaja del país
en materia de inversión para la investigación, ciencia y
desarrollo que, según cifras de la propia OCDE, equivale a 0.37
por ciento del PIB, mientras el promedio que los otros integrantes del
organismo destinan al rubro alcanza 2.3 por ciento. El foxismo, por su
parte, redujo en 600 millones de pesos el presupuesto de este año
para el desarrollo científico, con respecto a la suma del periodo
anterior, y a nadie en el gobierno se le ocurrió reponer parcial
o totalmente esa merma con el superávit petrolero.
En suma, pese a las advertencias de la OCDE, es inevitable
suponer que, en lo que educación e investigación se refiere,
éste será un sexenio perdido, como fueron los tres precedentes.
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