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P O L I T I C A
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México D.F. Domingo 27 de junio de 2004

REPUBLICA DE PANTALLA

Jenaro Villamil

Reagan-Clinton-Bush, tres eras y sus escándalos

BIEN DEFINIO The Financial Times junio como el "mes de los ex presidentes de Estados Unidos". Primero fue el brote de nostalgia y sacralización de Ronald Reagan (compartida con gusto por el gobierno de Vicente Fox y su pareja, que filantrópicamente se lució en los funerales del primer cowboy en una presidencia) y el Alzheimer mediático que acompañó el deceso del republicano que convirtió al gobierno de Estados Unidos en una permanente fantasía televisiva con una realidad marcada por el déficit fiscal más grande de su historia y el gasto armamentista más ampuloso.

PARA NO QUEDARSE atrás, el ex presidente Bill Clinton ha dado un golpe mercadológico para acaparar la atención de los medios estadunidenses y europeos con unas memorias bastante mediocres, pero con cálculos políticos y mediáticos claros: revivir, mediante el escándalo sexual que rodeó su presidencia, la "vasta conspiración de derechas" que marcó su mandato, y recordar que es esa misma derecha que le apuesta al temor de los votantes la que se encuentra envuelta en los escándalos de la era de George W. Bush. Su objetivo no es condenar la invasión a Irak sino la lectura victoriosa de los neocoms. No pretende apostarle al Alzheimer reaganiano sino recordar el dilema moral que cruza a la sociedad estadunidense. Clinton sabe que el "escándalo vende" (y vaya si ha logrado competir hasta con la betsellermanía de Harry Potter), pero, sobre todo, sabe que puede capitalizar a su favor y de los demócratas la consternación moral que ha generado el Torturagate de la era de George W. Bush.

INDIRECTAMENTE, EN SUS comparecencias ante el programa 60 Minutos, la revista Time, la cadena británica BBC y la revista alemana Der Spiegel, Clinton declara que su sucesor también será juzgado por su respuesta ante el escándalo político que rodea su presidencia. Junto con la reaparición de Clinton, las encuestas revelan que, por primera vez, el demócrata John Kerry aventaja a Bush en un tema central en esta presidencia: la confianza de los ciudadanos para enfrentar el terrorismo (según la encuesta de The Washington Post-ABC, cuenta con 48 por ciento, frente a 47 por ciento de Bush). La política estadunidense se mete de lleno a la gestión de la credibilidad y la confianza de los individuos al frente de la Casa Blanca.

EL ESCANDALO POLITICO se incorpora de lleno a la campaña electoral de Estados Unidos y se mantienen a salvo las líneas de política exterior fundamentales. No por nada la que fue secretaria de Estado de Clinton, Madeleine Albright, encabeza una campaña paralela, a través también de sus "memorias", para convencer a los europeos de apoyar a Washington en la gestión de la crisis posinvasión en Irak.

La revancha de Clinton

LA ERA DE CLINTON ESTUVO cercada por los escándalos: desde los financieros (el Withewater), hasta asesinatos misteriosos o el caso de la FBI. De todos ellos fue exonerado, menos de uno: el escándalo sexual de Mónica Lewinsky, que estuvo a punto de colocarlo en el proceso de recusación de mandato, algo que ni siquiera vivió Richard Nixon, el presidente derrocado por el Watergate.

EL ESCANDALO SEXUAL prácticamente persiguió a Clinton durante toda su carrera política. A finales de los setenta y principios de los ochenta, Genifer Flowers, periodista local de Arkansas, sostuvo un largo idilio con el entonces gobernador demócrata. Su caso revivió en 1990 cuando Larry Nichols, ex empleado de Clinton, lo acusó de sostener relaciones extramaritales con seis mujeres, entre ellas Flowers. La historia alcanzó resonancia en enero de 1992, cuando el periódico sensacionalista Star la revivió en plena campaña electoral. Clinton y su esposa Hillary aplicaron el mismo método que ahora: gestionaron una entrevista el 26 de enero con la CBS, en el programa 60 Minutos, para rechazar las acusaciones.

LAS HISTORIAS EXTRAMARITALES de Clinton aparecieron una y otra vez, desde 1995, pero fue hasta enero de 1998 cuando el asunto alcanzó el nivel de escándalo político. El 21 de enero, The Washington Post informó que el presidente y su amigo íntimo Vernon Jordan presionaban a la antigua becaria Mónica Lewinsky para que mintiera sobre una supuesta relación con Clinton. Ese mismo día, en horario de mayor audiencia televisiva, Clinton negó las acusaciones, pero el escándalo, tomado por el fiscal Keneth Starr (el mismo que investigó el caso Whitewater), se potenció. El 17 de agosto del mismo año Clinton tuvo que admitir ante el Gran Jurado que sí estuvo a solas con Lewinsky, a quien conoció en 1995. En televisión admitió haber sostenido "relaciones inapropiadas" con la joven. "Engañé a la gente, incluso a mi mujer. Lamento profundamente haberlo hecho", afirmó un melodramático Clinton.

EL 11 DE SEPTIEMBRE, para morbo mundial, Starr ordenó que se publicara en Internet todo su informe al Congreso que contenía los detalles más explícitos de las relaciones entre Clinton y Lewinsky, como sucedió 25 años antes con el caso Watergate. No se trataba de develar un sistema de espionaje oculto sino de aventuras de fellatio hasta cierto punto insulsas. Con todo, el fiscal enumeró 11 posibles elementos para la recusación presidencial (perjurio, obstrucción de la justicia y hasta abuso de poder, entre ellas). El 12 de febrero de 1999, el Senado acabó por absolver a Clinton por esos delitos. Quedó claro que el intento de ocultamiento inicial fue lo que agravó el escándalo y se convirtió en un amplio operativo mediático sensacionalista.

CINCO AÑOS DESPUES, Clinton revive el asunto, ahora para capitalizarlo ante el hartazgo de amplios sectores estadunidenses frente a la hipocresía moral de los neocristianos y de la ultraderecha de la era de Bush. Es una especie de strip tease personal con un claro cálculo político. La batalla es, entonces, por la opinión pública, justo en momentos que con la muerte de Reagan se pretendió opacar la turbia historia del Irangate y su correlato: el Irakgate detonado por las torturas en las cárceles de Ghraib Ghraib.

"LA DERECHA RADICAL estadunidense siempre ha necesitado un enemigo -afirmó Clinton a Der Spiegel-. Creo que en cualquier circunstancia en que los seres humanos se sienten inseguros de manera colectiva, casi siempre acaban moviéndose hacia la derecha".

Reagan-Bush, escandalos de poderes ocultos

EL PURITANISMO MORAL de derechas se confronta con el pragmatismo de la era Clinton en un punto nodal: el peso de las mentiras y sus consecuencias en la credibilidad de los políticos.

BUSH SE ENCUENTRA en una situación peor que la de Ronald Reagan, en 1986, cuando estalló el escándalo Irán-contras, en parte porque no cuenta con la coartada del ex actor estadunidense: la falta de evidencias que lo vinculen directamente con una red de poderes ocultos que violaron las elementales normas legales y humanitarias en Irak.

COMO SE RECORDARA, el Irán-contras inició cuando el 3 de noviembre de 1986 la revista libanesa Al Shiraa publicó un artículo que revelaba que el ex asesor de seguridad nacional de Reagan, Robert Mac Farlane, participó en una misión secreta en Irán para negociar la venta de armamentos a cambio de liberar a los estadunidenses que eran mantenidos como rehenes en Líbano. El 13 de noviembre, Reagan negó ante la pantalla esta información. Diez días después, el fiscal general Edward Mece accedió a investigar el escándalo. En las indagaciones surgió otro elemento explosivo: el "secreto dentro del secreto" era que el teniente coronel Oliver North, bajo las órdenes de John Poindexter, destinó a la contrarrevolución nicaragüense parte de los ingresos obtenidos por la venta de armas a Irán, en los mismos años que el Congreso aprobó la enmienda Boland (1982-1986) que limitaba a las agencias de inteligencia de Estados Unidos intervenir en Nicaragua (agencias que controlaba su amo y señor, el vicepresidente George Bush, ex director de la CIA).

A DIFERENCIA DEL escándalo Watergate (cuando Nixon optó por exhibir todas las cintas del sistema de escucha), en el Irán-contras hubo una gestión deliberada para destruir evidencias y documentos que implicaran a la Casa Blanca. A su vez, Reagan alegó ante las autoridades y los medios ignorar los hechos o ser incapaz de saber qué sabía sobre el asunto.

DIECIOCHO AÑOS DESPUES, George W. Bush pretende repetir la lección de Reagan. El problema es que, a diferencia de entonces, la lucha contra el "eje del mal" lo llevó a invadir dos países (Afganistán e Irak), a mentir en la vinculación entre Saddam Hussein y Al Qaeda (negada por la comisión investigadora del 11-S), a engañar descaradamente sobre las evidencias de armas de destrucción masiva del régimen de Saddam (que justificó la invasión unilateral) y lo más importante en términos mediáticos: en el camino se han difundido las fotografías de torturas en la cárcel de Abu Ghraib.

A DIFERENCIA DEL Irán-contras, no hubo suficiente tiempo para destruir evidencias. Los documentos, las imágenes y los testimonios demuestran que no se trató de un abuso individual de "algunos malos soldados" sino de un modus operandi que contó con el aval, por lo menos, del jefe del Pentágono, Donald Rumsfeld, y que inició en la base militar de Guantánamo.

DE MUCHOS ESCANDALOS (incluyendo las sospechas de fraude electoral en 2000) se ha librado George W. Bush. Los atentados del 11 de septiembre ayudaron a encubrir y justificar una red de relaciones secretas y de poderes ocultos ignorados o minimizados en la prensa. Sin embargo, en la era de los escándalos mediáticos que se transforman en escándalos políticos, Bush difícilmente se puede librar de lo que la escritora Susan Sontag ha descrito como "las imágenes de la infamia".

"LAS FOTOGRAFIAS SOMOS nosotros -escribió Sontag en un extraordinario ensayo sobre Abu Ghraib-, es decir, son representativas de las singulares políticas de este gobierno y de las corrupciones fundamentales del dominio colonial..."

Y SUBRAYA ASI las claves del escándalo mediático del gobierno de Bush: "en nuestra sala de espera digital, las imágenes no se desvanecerán. Si, al parecer, una imagen dice más que mil palabras. E incluso si nuestros dirigentes prefieren no mirarlas, habrá miles de instantáneas y videos adicionales. Incontenibles".

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