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México D.F. Domingo 27 de junio de 2004
ORGULLO LESBICO-GAY, MARCHA AUTENTICA
Si
hiciera falta un punto de referencia sobre lo que es una auténtica
movilización de la sociedad civil, independiente de los poderes
políticos y mediáticos y de los grupos de presión
enquistados en el poder, ayer se realizó en esta capital la Marcha
del Orgullo Lésbico-Gay.
Sin ser alentada o tripulada por ninguna autoridad local
o estatal, sin intentos de capitalización por partidos políticos
y sin compromisos inconfesables -de clóset, se diría para
el caso- con nadie más que con las víctimas de la opresión,
la marginación y la violencia tradicionalmente generadas por la
homofobia, la intolerancia y el oscurantismo, la marcha permitió
aquilatar el desarrollo organizativo y los triunfos morales obtenidos en
el pasado cuarto de siglo por los movimientos de la diversidad sexual surgidos,
esos sí, desde la autenticidad social.
Es obligado reconocer que esa clase de movilizaciones
han sido un factor central en la conquista, por parte de homosexuales,
bisexuales, lesbianas, travestis y transexuales, de visibilidad y respeto
en el conjunto de la población. Debe admitirse también que,
en el lapso referido, las actitudes homófobas, que en los años
60 y 70 tenían una aceptación casi consensual y axiomática
en nuestro país, han retrocedido en forma perceptible. En diversos
ámbitos de la sociedad las expresiones de homofobia ya no son motivo
de orgullo y reafirmación colectiva, sino de vergüenza y reprobación.
Los crímenes de odio han retrocedido, la discriminación laboral
por razones sexuales tiende a disminuir y muchísimos ciudadanos
han dejado de ver como "normal" y "lógica" la persecución
policial por motivos de orientación o preferencias sexuales, para
considerarla como lo que realmente es: una intolerable violación
a los derechos humanos.
Con lo anterior no pretende afirmarse que el país
haya superado su carga de intolerancia, fobias y discriminación
contra los individuos con orientaciones no heterosexuales. En diversos
ámbitos, especialmente en los estados, la condición de homosexual,
lesbiana, bisexual o transexual sigue significando para quienes la ostentan
un infierno social, laboral, familiar y hasta legal, en tanto que en todo
el territorio nacional se mantiene una discriminación jurídica
que impide a los no heterosexuales legalizar sus relaciones de pareja.
De ahí la importancia de insistir, en el caso del Distrito Federal,
en la aprobación de la Ley de Sociedades de Convivencia, que daría
acceso a una mínima seguridad y protección legal a quienes,
homosexuales o no, optan en la práctica por conformar núcleos
familiares distintos al matrimonio heterosexual.
En la perspectiva de reducir la discriminación
y la marginación es necesario, también, establecer mecanismos
legales ágiles que permitan a transexuales y travestis adoptar identidades
jurídicas acordes con sus nuevas personalidades. La falta de esos
mecanismos convierte a las personas que optan por cambiar de género
y sexo, total o parcialmente, en indocumentados carentes, para todo efecto
práctico, de derechos civiles, políticos y laborales.
Un punto de viraje que debe destacarse de la Marcha del
Orgullo Lésbico-Gay de ayer fue la presencia de organizaciones de
padres por la diversidad sexual de sus hijos. La creciente incorporación
de los núcleos familiares en defensa de los derechos de homosexuales,
lesbianas, bisexuales, travestis y transexuales es, sin duda, un logro
fundamental del movimiento lésbico-gay, y cabe esperar que esa tendencia
se masifique y que padres, madres, hermanos y demás parientes vinculados
a casos de diversidad sexual comprendan que ésta no debe ser motivo
de rechazo, vergüenza u ocultación, y que las preferencias
y opciones sexuales de las personas no son, por sí mismas, indicadores
positivos ni negativos de la salud física y mental, de la integridad
ética y moral ni de las capacidades intelectuales y afectivas de
los individuos.
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