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México D.F. Domingo 4 de julio de 2004
Más de tres mil personas dieron el sí
a la tijuanense durante su concierto del viernes
Julieta Venegas demostró gran crecimiento musical
y como cantante
En el Metropólitan cerró una etapa de
10 años de trayectoria; trazó un puente sobre todo su trabajo
Realizó un recorrido por sus temas nuevos y viejos;
el sonido de sus músicos fue potente y preciso
PATRICIA PEÑALOZA ESPECIAL
Todo fue afirmación la noche del viernes en el
teatro Metropólitan: la expectativa, las caras alegres de las adolescentes
con chonguitos y de los treintañeros gozosos, el ambiente de un
aforo a reventar. Por primera vez en este teatro, tres mil personas le
dieron el sí a la nueva novia de México, Julieta Venegas:
sí a su crecimiento escénico, sí a sus
antiguos temas más que crecidos, sí a una sonrisa
cantante que no se difuminó a lo largo de dos horas.
Así,
tal y como advirtió en conferencia, la compositora y multinstrumentista
tijuanense cerró con este show una primera etapa de 10 años
de trabajo, para comenzar otro ciclo, incierto aunque prometedor. Aún
luciendo poco familiar sin instrumentos que la parapetaran, y ensayando
tímidos movimientos de baile, se mostró más resuelta,
desatada y profesional, como músico y cantante. En cuanto al recibimiento,
no podría calificarse sino como triunfante; una asistencia azuzada
por la curiosidad, la admiración y la identificación. Tal
éxito coincide con los discos de oro y platino que acaba de recibir
por las altas ventas de su tercer álbum, Sí, en cuya
portada aparece de manera irónica ataviada de novia.
Con pantalones bombachos negros y saco blanco, una vez
apagadas las luces apareció solita, bajo un reflector, frente a
un micrófono. Aunque parecía temblar cual florecita solitaria,
poco a poco se fue abriendo paso en el amplio escenario, hasta lograr,
a eso de la cuarta canción, desplegar sus pétalos por completo.
Ya sin el saco, de blusa entallada negra con verde, abrió cantando
su actual situación: "...porque hay dentro de mí algo que
está cambiando". De ahí viajó al tema Oportunidad
que abre su primer disco, Aquí, para seguir declarando su
sentir: "la podrán ver pasar encima, libre de todo peso". El contraste
entre sus nuevas letras, directas, simples, simpáticas, con su pasado
melancólico, intrincado, aprehensivo, creó vínculo
y unidad respecto de todo su trabajo, para formar un todo musical que creció
al pasar por Enero y abril, del Buenivento, y estallar en
su actual hit Lento, que el público coreó en alto
y de pie, para no descansar por un rato. El acordeón, casi su emblema,
la acompañó en cerca de la mitad de sus canciones.
El sonido de sus músicos fue potente, preciso:
guitarra eléctrica, bajo, batería. Destelló en los
teclados Cecilia, ex vocalista de Tijuana No, banda en la que inició
Julieta en su adolescencia. Siguió con más viejitas: Cómo
sé, muy coreada, y Siempre en mi mente, de Juan Gabriel,
a dúo con Adrián, cantante de Babasónicos. "Hay muchas
clases de amores, pero hay unos que jamás se olvidan, y esos son
los amores perros", dijo para tocar el tema de la película de Alejandro
González Iñárritu. De pronto, en varios momentos,
hubo leves choques entre su expresión y lo cantado: decía
algo triste pero lucía alegre, como si no conectara su interior
con la expresión. Lo bueno es que en otros temas se niveló.
Acaso le ganaba la felicidad de ver a tanta gente.
Comenzó un bloque acústico, con letras más
sentidas. Las cortinas se cerraron un poco para dar un ambiente más
íntimo y, sobre un piano de cola, delineó un tema de hace
mucho, a voz y teclas, Esta vez, que todos se sabían. Seguirían
Libertad, Casa abandonada y Oleada, acompañada
por Joselo, guitarrista de Café Tacuba.
Retoma los temas poperones y encendidos del Sí;
en ocasiones rasguea la guitarra acústica. Viene el éxito
Sería feliz, y esa coqueta rola: "¿Qué piensas
niño, que te voy a hacer? Sólo te quiero ver... No es nada
serio"; luego las que suplicantes dicen: "Niño, te daré lo
que pidas, pero no te vayas nunca" y "Quiero estar a tu lado, y ahí
me quiero quedar". El público se sienta, como si su ánimo
descendiera un poco; hay algo de tensión, pero Julieta, quien aún
no oculta del todo su introvertida naturaleza, da lo mejor de sí.
Recuerda a los ilegales mexicanos con un tema de Los Tigres del Norte.
Aún sentados, los asistentes piden a gritos: "¡Listón,
listón!". Para contrarrestar el bajón, Julieta arremete con
el éxito que la ha llevado a expandir su público, Andar
conmigo, tras decir: "Cuando llega el amor hay que aprovechar y decir:
¿qué onda, mi rey, no quieres andar conmigo?" La gente otra
vez de pie, corea agitando sus brazos en alto. Viene De mis pasos,
su primer hit radial, y la emoción prosigue para culminar
a dúo con Roco, voz de Maldita Vecindad; ambos se echan al bolso
a la audiencia con El listón de tu pelo, versión a
una cumbia de Los Angeles Azules. Julieta se va, pero regresa henchida
de satisfacción para echarse de encore: Flor, El triste,
de José José, y, con pura guitarra acústica, el cierre
mexicano con Serenata sin luna, de José Alfredo Jiménez.
La audiencia se retira aplaudiendo, asintiendo, aún con el sí
de la alegría en la boca.
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