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México D.F. Domingo 18 de julio de 2004
Laura Alicia Garza Galindo
Por la restauración de la República
Con el mismo pesar del ayer inmediato, hoy recordamos el aniversario luctuoso del Benemérito de las Américas, don Benito Juárez. Narra mi compañero Sánchez Carreño que en Guelatao, en una pared de adobe, está escrito: "México, antes de Juárez, era un alboroto de pasiones; después de él fue simplemente la patria." Es, la certera interpretación popular de las luchas del siglo XIX entre los conservadores -la derecha de siempre-, quienes pretendían que México siguiera sometido al extranjero, y los liberales, que se esforzaban por lograr la integración de una nación con soberanía plena, lucha exacerbada por las potencias extranjeras, que han hecho de México su botín.
Perder en 1848 gran parte del territorio fue lo que menos importó a los conservadores. Sus preocupaciones no eran la unidad nacional ni la consolidación de la nación, sino preservar sus privilegios, heredados desde la Colonia. Pero perdieron entonces porque los liberales fueron imponiendo sus ideas, no por medio de medidas arbitrarias, sino con la ley como instrumento. Así promulgaron: la Ley Juárez (1855), que suprimía los privilegios del clero y del ejército, declarando a todos los ciudadanos iguales ante la ley; la Ley Lerdo (1856), que obligaba a las corporaciones civiles y eclesiásticas a vender a quienes los arrendaban las casas y terrenos que no ocuparan, como medida para redistribuir la riqueza; la Ley Iglesias (1857), que regulaba el cobro de derechos parroquiales.
Fueron, esas sí, reformas estructurales, que se plasmaron en la Constitución de 1857, la que diera a la nación una República federal, representativa y popular; el poder del Estado sobre el poder de la Iglesia; límite a los fueros, es decir, a los privilegios de la Iglesia y militares, y estableciera las garantías individuales, de nuevo abordadas, ampliadas, en la Constitución de 1917.
Fue lógico que los conservadores reaccionaran en contra y se lanzaran a una guerra fratricida -la Guerra de Reforma, 1858-1861-, que alentó a Juárez a expedir las Leyes de Reforma (1859), en las que tajante determinó, entre otras, la Ley de Cultos, estableciendo que los bienes que administra el clero fueron y son propiedad de la nación y que el Estado controlaría, por la vía civil, nacimientos, matrimonios y funerales, de los que la Iglesia obtenía ganancias. Los tres años de lucha dejaron a México sin recursos para pagar las deudas con España, Francia e Inglaterra. En 1861, Juárez declaró la suspensión de pagos de la deuda externa, lo que fue aprovechado por los conservadores para promover la intervención extranjera, en un intento por derrotar a los liberales, suprimir la República e imponer la monarquía. Itinerante, Juárez tuvo que gobernar al país desde Guanajuato, San Luis, Paso del Norte y otras ciudades.
Corría 1864. Llegó a México el emperador Maximiliano de Habsburgo. La jugada no sirvió a los conservadores: el invitado tenía inconvenientes ideas liberales. Perdió pronto el apoyo de la derecha. Fue fusilado en Querétaro en 1867, junto a quienes lo invitaron a México: los generales conservadores Miramón y Mejía. Así, se restauró la República y don Benito Juárez la presidió.
Pasó siglo y medio para que la derecha recuperara el poder. No es extraño que su ominosa presencia propicie de nuevo la división de la sociedad y del país; no es extraño su ataque a las instituciones democráticas, en especial al Congreso, su enemigo de siempre; ni tampoco que violen, perseverantes, el marco legal o fracturen el estado de derecho. Es su estrategia de siempre, con la que buscan distraer para recuperar y preservar sus privilegios, perdidos por tantos años. Su actuar es consecuente con el marco histórico, entregan la nación y sus recursos naturales a potencias extranjeras y a trasnacionales. Lo hicieron antes, lo hacen hoy, lo harán siempre que puedan. Es su naturaleza. Más ahora, con el pretexto de la globalidad.
Sí, tiempos, conceptos y personajes han cambiado, pero las prácticas son las mismas. La ventaja sobre ellos es que conocemos la historia y en estos momentos difíciles para la nación reafirmamos los preceptos y la convicción juaristas. Juárez murió en el ejercicio del poder; no permitamos que muera doblemente, porque su pensamiento, que ha trascendido su tiempo, está en las generaciones presentes, y debe ser el muro de contención de la ambición de la derecha, que busca el poder sólo para beneficio de pocos.
Resistir, sobrevivir, preservar lo nuestro, es asunto de respeto a la legalidad, como bien dijo Manuel Bartlett, hace días, en la Comisión Permanente; es también asunto de ética política, esa era la fortaleza de Juárez y debe seguir siendo la nuestra. ƑEs acaso posible esperar de un gobierno conservador el compromiso de fortalecer una República libre y soberana? ƑQue garantice la gobernabilidad y fortalezca las instituciones republicanas? ƑQue proponga reformas estructurales en beneficio de la nación, como las efectuadas por Juárez, y no para satisfacer a potencias extranjeras? Creo que no. Al guardar el cuadro de Juárez en el sótano de Los Pinos nos han dado la respuesta. Ya llegará la nueva restauración de la República. Espero verlo. Y mientras sucede: šque viva Juárez! No permitamos que intenten borrarlo de la historia, ni de la joven memoria colectiva.
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