México D.F. Martes 27 de julio de 2004
Claudia Gómez Haro /II y última
Cuba y México, vínculos artísticos
Luego de un breve bosquejo histórico de las relaciones artísticas y culturales entre México y Cuba desde la época colonial hasta principios del siglo XX, nos enfrentamos a la necesidad de analizar los lazos que unieron a estos dos países durante la segunda mitad del siglo pasado, con la finalidad de aportar datos concretos de un importante periodo del arte cubano y su vinculación con México.
Por cuestión de tiempo y espacio, quisiera centrarme en las dos últimas décadas del siglo XX, pues a partir de ellas en Cuba se desarrolló un importante movimiento plástico que convulsionó el panorama artístico contemporáneo. Debido a situaciones específicas de orden político, económico y social, esa generación de artistas llegó a México a principios de lo años 90.
La presencia de los artistas cubanos en el país fue altamente significativa en el ámbito cultural mexicano y adquirió mayor nivel cuantitativo a partir de 1990 cuando se sistematizó la promoción del arte cubano por diferentes vías entre las que destacó la galería Nina Menocal.
Entre los artistas de la isla que llegaron a México y que más sobresalieron fueron José Bedia, Tomás Sánchez, Flabio Garciandía, Leandro Soto, Juan Francisco Elso, Rubén Torres Llorca... Estos pintores enriquecieron su producción plástica debido a factores como: superación profesional, necesidad de cambios inherentes a la creación, imperativos de mercado, contacto con otras líneas expresivas internacionales e influencia del medio artístico y social mexicano, y fue evidente la influencia del nuevo contexto en el desarrollo de su trabajo artístico.
Existieron diversos factores de la realidad económica y política en Cuba que condicionaron a finales de la década de los 80 que muchos artistas decidieran, como generalmente ha sucedido en épocas de crisis, viajar a otros países en busca de nuevas posibilidades de realización personal. Estas circunstancias generaron una movilización casi masiva de artistas cubanos que pensaban en aquellos momentos que salir de Cuba era lo más saludable. Por su parte, las autoridades del Ministerio de Cultura cubano consideraron beneficioso que estos jóvenes rebeldes salieran a airear sus ideas, que tropezaran con los embates del mundo capitalista y se enfrentaran a una economía de mercado que no se correspondía con los ideales de pureza que los propios artistas preconizaban que debían conservarse en la sociedad cubana.
El mismo crítico de arte cubano que posteriormente sería director de los museos Carrillo Gil y Tamayo, Osvaldo Sánchez, los llamó ''hijos de la utopía".
Por tanto, tenemos que el cierre del clima cultural ocasionado por la crisis económica provocó este fenómeno migratorio. Ante esta situación, México se presentaba como un centro neutral para los creadores cubanos que no los comprometía al asilo político, ya que continuaban manteniendo vínculos con Cuba y mientras la crisis económica en la isla perdurara, ellos podrían subsistir enrolándose en el mercado internacional del arte a partir de esta metrópoli artística de Latinoamérica. Varios teóricos e intelectuales reflexionaron sobre el porqué de la selección de México por parte de estos jóvenes artistas para asentarse, y podemos concluir que México tenía sus ventajas: uUn país amigable, con una idiosincrasia más o menos afín, mismo idioma, crecimiento económico alentador, facilidades de visado, atracción por incorporar los cerebros latinoamericanos en fuga, y lo que es más importante, México representaba un campo neutral que no los obligaba a permanecer en la isla ni los comprometía con el exilio de Miami. Todo esto a una distancia de 190 dólares. Para un artista plástico existían, además, otros factores: la fuerza visual de la cultura mexicana, su sincretismo posmoderno, su inmensa infraestructura cultural, la cercanía al mercado neoyorquino, la posibilidad de competir profesionalmente y continuar una obra en plena madurez.
La mayoría de estos artistas tuvo posibilidad de exponer en circuitos diversos de nuestra ciudad. La recepción del público y la crítica en el país fue muy favorable; a esto contribuyó el prestigio de los creadores, el papel ejercido por la galería Nina Menocal en su promoción y los contactos que establecieron con el Museo Carrillo Gil y el Centro Cultural Arte Contemporáneo, entre otros. Vale también la pena recordar el importante papel que jugó la crítica mexicana como apoyo al conocimiento, difusión y comercialización del arte cubano. Notables textos de prestigiosos críticos se ocuparon del trabajo desarrollado por ellos en nuestro país y conocidas revistas nacionales como Poliéster, Plural, el boletín de Curare, Art Nexus (Colombia) y Lápiz (España) dedicaron un número completo al arte cubano que se realizaba en México. Aparecieron importantes artículos en El Nacional, Reforma, La Jornada y Unomásuno.
De este modo, México les funcionó como vía de proyección internacional, aquí participaron en las ferias internacionales de Guadalajara, contactaron con importantes coleccionistas extranjeros, a la vez que se nutrieron de todas las exposiciones que tuvieron lugar en este país.
Estos creadores coincidieron en su avidez por conocer de las culturas populares de México, por retroalimentarse con la lectura de revistas especializadas de arte y por conocer la obra de los jóvenes mexicanos. El país les fue vital en este sentido y las enseñanzas y experiencias adquiridas aquí les ayudaron a continuar realizando una obra de fuerte impacto y calidad.
Es necesario mencionar en estas reflexiones que México les ofreció una visión del arte de vnguardia sin distinciones ideológicas o geográficas. Ejemplo de esto fue la exposición 15 artistas cubanos, muestra sin precedentes que incluyó en un mismo espacio a cubanos del exilio como César Trasobares, Luis Cruz Azaceta y Félix Torres, a isleños exiliados recientemente como Arturo Cuenca, y a cubanos que trabajaban en México y mantenían vínculos con la isla.
De esta manera México, país receptor, se valoraba desde una perspectiva amplia, objetiva e integradora, demostrando que la cultura debía ser el vínculo que llevara a la integración en otros campos y pudimos observar que los gobiernos cubano y mexicano, propiciaron el desarrollo de todas estas actividades artísticas sin mayores complicaciones.
Así, nuestro país colocó en el centro de la atención pública un tema sumamente debatido que durante muchos años había creado rencores, nostalgias, temores y hasta rabia en la comunidad cubana en el exterior. También en la Cuba posrevolucionaria muchos de estos artistas habían sido borrados de la historia, sobre ellos simplemente se había acuñado el calificativo de ''exiliado", considerando erróneamente que esta actitud negaba su posible contribución a la historia del arte cubano en la mencionada etapa.
La reconciliación, la búsqueda de la identidad, la expresión de traumas y triunfos de una historia común fue ''desenredada'' en tierra mexicana. La prensa se sintió motivada a comentar ampliamente este hecho cultural e histórico y los propios artistas calificaron al país como un ''espacio conciliatorio" de rencuentro. México comprendió la cultura visual cubana como un todo y demostró que el arte y los vínculos culturales entre dos países fortalecen los puentes de la hermandad y el respeto, así como constituyen una declaración en favor del diálogo. [email protected]
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