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México D.F. Martes 17 de agosto de 2004

Tariq Alí

ƑPor qué ganó Chávez?

La afluencia a las urnas este domingo en Venezuela fue enorme, ya que una gran mayoría del electorado votó en el referéndum revocatorio. La nueva Constitución de ese país concede a los ciudadanos el derecho de revocar el mandato del presidente antes que termine el término para el cual fue electo. Ninguna otra democracia occidental consagra este derecho escrito o no escrito.

Los oligarcas venezolanos y sus partidos, que se habían opuesto a esta Constitución en un referéndum (después de fracasar en derrocar al presidente Hugo Chávez mediante un golpe de Estado que contó con el respaldo de Washington y una huelga petrolera encabezada por una corrupta burocracia sindical), ahora la utilizaron para tratar de deshacerse del hombre que ha realzado la democracia de su país. Fracasaron. Por estentóreos que fueran sus gritos de angustia (y los de sus medios apologistas dentro y fuera del país), en realidad la nación entera sabe lo que ocurrió: Chávez derrotó a sus opositores en forma democrática por cuarta vez al hilo. La democracia en Venezuela, bajo la bandera de los revolucionarios bolivarianos, se ha abierto paso entre el corrupto sistema bipartidista favorecido por la oligarquía y por los amigos de ésta en Occidente.

Y este resultado se logró pese a la total hostilidad de los medios de propiedad privada: los dos diarios, así como los canales de televisión de Gustavo Cisneros y CNN, no hicieron intento alguno por disfrazar su crudo respaldo a la oposición. Algunos corresponsales extranjeros en Caracas se han convencido de que Chávez es un caudillo opresor y están desesperados por traducir sus fantasías en realidad. No proporcionan prueba alguna de presos políticos, ya no digamos de detenciones estilo Guantánamo o del despido de ejecutivos de televisión y directores de periódicos (como ocurrió sin demasiado escándalo en la Gran Bretaña de Tony Blair).

Hace unas semanas tuve una larga charla con Chávez en Caracas. Me quedó claro que lo que busca el presidente es nada menos que la creación de una democracia social radical, que intenta dar poder a los estratos más bajos de la sociedad. En estos tiempos de desregulación, privatización y del modelo anglosajón en el que la economía dicta la política, los objetivos de Chávez se juzgan revolucionarios, aun cuando las medidas propuestas no son diferentes de las del gobierno de Attlee en la Gran Bretaña de posguerra. Parte de la riqueza petrolera se utiliza en dar educación y salud a los pobres.

Poco menos de un millón de niños de las ciudades perdidas y los poblados más pobres reciben hoy educación gratuita; a 1.2 millones de analfabetos se les enseña a leer y escribir; la educación secundaria se ha puesto al alcance de 250 mil niños cuyo estatus social los excluía de este privilegio durante el viejo régimen; tres nuevos campus universitarios estaban en funciones en 2003 y se prevé completar otros seis hacia 2006.

En lo referente a salud, los 10 mil médicos cubanos que fueron enviados a ayudar al país sudamericano han transformado la situación en los distritos pobres, donde se han establecido 11 mil clínicas vecinales y se ha triplicado el presupuesto en ese rubro. Añádase a esto el apoyo financiero brindado a las pequeñas empresas, las nuevas viviendas que se construyen para los pobres, y una ley de reforma agraria que fue impulsada y aprobada pese a la resistencia tanto legal como violenta de los terratenientes. Hacia finales del año pasado se habían repartido 2 millones 262 mil 467 hectáreas a 116 mil 899 familias.

Las razones de la popularidad de Chávez se vuelven obvias. Ningún régimen anterior había notado siquiera la situación de los marginados. Y nadie puede dejar de notar que no se trata sólo de una división entre pobres y ricos, sino también en el color de la piel. Los chavistas tienden a ser de piel oscura, reflejo de su ascendencia esclava y nativa. La oposición es de piel blanca y algunos de sus más detestables partidarios llaman "mono negro" a Chávez. Incluso en la embajada estadunidense en Caracas se montó un espectáculo de títeres en el que un mico representaba al presidente. A Colin Powell no le causó gracia el chistecito y el embajador fue obligado a presentar disculpas.

El extraño argumento presentado esta semana en un editorial hostil en The Economist, de que todo eso se hizo para ganar votos, resulta extraordinario. Más bien ocurre al revés: los bolivarianos querían el poder para implantar verdaderas reformas. Es ridículo sugerir que Venezuela está al borde de una tragedia totalitaria. Los bolivarianos han mostrado increíble prudencia.

Cuando pedí a Chávez explicar su filosofía, contestó: "No creo en los postulados dogmáticos de la revolución marxista. No acepto que vivamos en un periodo de revoluciones proletarias; la realidad nos lo dice día a día. Pero si me dicen que por esa realidad no se puede hacer nada por los pobres, entonces respondo: 'En este punto nos separamos'. Jamás aceptaré que no pueda haber redistribución de la riqueza en la sociedad. Creo que es mejor morir en la batalla que mantener una bandera revolucionaria muy alta y muy pura, y no hacer nada... Tratar de hacer nuestra revolución, ir al combate, avanzar un poco, aunque sea un milímetro, en la dirección correcta, en vez de soñar en utopías".

Y por eso ganó Chávez.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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