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P O L I T I C A
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México D.F. Martes 24 de agosto de 2004

ASTILLERO

Julio Hernández López

Desafueros electrónicos

Frivolidad y abusos a cuenta del rating
El periodismo como (mal) espectáculo

EN LOS MEDIOS DE comunicación se vive con impunidad otro tipo de desafuero. Es decir, no el relacionado con el retiro de un privilegio jurídico a un representante popular, sino aquel entendido como un acto de violencia que es contrario a la ley, a la justicia o a las normas sociales. Este desafuero mediático, que se da sobre todo en el ámbito electrónico, ha llevado a la comisión frecuente, buscada, premiada, de abusos, tropelías, arbitrariedades e injusticias que son abonadas a una presunta cuenta de libertades expresivas, de avances cívicos, de conquistas políticas, de demolición alegre de muros opresores para instalar un destape reivindicatorio mejor cotizado entre más ridiculeces, exageraciones y transgresiones cometa.

EN COMPETENCIA POR el nuevo dios llamado rating (disculparán los abonados de esta columna que se use un anglicismo para hablar de la medición de público, pero es preferible esa concesión a fomentar que los lectores vayan a cambiar de página-canal), y aparentando con gran superficialidad que caminan al ritmo de los presuntos cambios nacionales y mundiales, distintos empresarios del espectáculo han pretendido sustituir los tratamientos periodísticos almidonados por variantes frívolas que supuestamente atraen y conservan audiencias que de otra manera migrarían hacia zonas mediáticas de la flacidez mental deseada. El abanico de aberraciones va desde los momentos más deplorables de autoritarismo con peluca verde que más de una vez ejerció el payaso Brozo (un personaje de excepción, que rompió cartabones y quitó envaramientos desde una postura política crítica con formación e información evidentes) hasta las competencias de frivolidad y escándalo que en diversos canales de televisión se han organizado cotidianamente, o los excesos de incultura, irrespeto y grosería que se dan con abundancia en programas radiofónicos social e intelectualmente criminales.

NO ES CASUAL QUE en la mayoría de los medios, los programas y los conductores que optan por ese estilo de periodismo estrambótico hayan tenido y tengan un escaso historial de compromiso con verdaderas causas sociales o con la defensa de libertades auténticas. Son recién llegados a un campo abierto por el que no pelearon, pero del cual esperan lograr buenas ganancias económicas y "profesionales". Es evidente que cuando se agote la mina de la frivolidad mediática habrán de encaminarse a los nuevos paraísos de moda. Hoy arrebatan, atropellan, insultan y juzgan (el subcomandante Marcos ha escrito acerca de esa nueva plaga de comentaristas, mesas redondas y sesiones de presunto análisis político) sin mayor compromiso que la liviandad y el chiste barato.

EL DOMINGO, DURANTE la inauguración de una obra vial más del gobierno capitalino, el empresario Isaac Saba fue arrollado accidentalmente por el reportero de un programa de televisión especializado en la chacota presuntamente libertaria, cuando trataba ("apasionadamente", explicaron algunos de sus jefes) de entrevistar al anfitrión. Ya que uno de los vicepresidentes de Televisa conoció directamente de los hechos, y dado que el señor Saba sufrió una fractura que agravó otros malestares físicos, el mencionado reportero hubo de ofrecer públicas disculpas y anoche se especulaba acerca de su presunto despido. No es el único ni el primero en moverse con tal desafuero pero, sobre todo, no es el verdadero responsable de que haya peores abusos en nombre de presuntas libertades de expresión y de prensa. Entre otras revisiones a lo que sucede con los medios de comunicación, convendría poner en agenda lo relacionado con tanto programa de veleidades, intrascendencias y desbocamientos abusivos que ahora puebla las frecuencias electrónicas.

ASTILLAS: LA ESCENA HABIA sido buscada desaforadamente y ayer se dio. López Obrador virtualmente secuestrado por policías inconformes, entre otras cosas, por el asunto ése del paquete de útiles escolares. López Obrador cercado por opositores que, según versión del propio mandatario tabasqueño, habrían disparado al aire y le habrían impedido salir de su oficina, a la que, como al resto del edificio de gobierno, le habrían cortado los servicios de energía eléctrica y de agua potable. Según eso, serían algunos priístas locales renombrados quienes estarían tratando de crear inestabilidad y desgobierno contra la administración perredista. Pero ni siquiera ha alcanzado a denunciar un complot en su contra el mencionado López Obrador, de nombre José Ramiro, a quien policías del municipio de Macuspana, que preside, le tomaron ayer el palacio en demanda de un bono salarial y dinero para útiles escolares... Lo bueno es que todo sucedió antes del discurso andresmanuelino de la reconciliación posible: el gobierno federal había mandado el primer golpe, enviando como representante de la Presidencia de la República a Luis Pazos, el amigo financiero de Provida que despacha como director de Banobras. Una agresión de tal tamaño, que a cualquiera haría enojar, salvo tal vez a Jorge Serrano Limón, fue repelida por el gobierno capitalino aduciendo que la invitación al susodicho presidente era personal e intransferible, así es que no aceptaban representante alguno. Ayer Los Pinos develó con dolor el triste desaire recibido, y luego hubo respuesta del único gobierno asentado en el Zócalo (el capitalino, pues el federal prefiere la comodidad arbolada y el aislamiento garantizado por los guardias militares)... Habrá que decirlo con lenguaje propio de la fuente policiaca: "enésima detención de capo del narcotráfico". Ayer fue Gilberto Higuera Guerrero, alias El Gilillo, como antes fueron otros presuntos jefes, cerebros, lugartenientes, gatilleros, operadores y demás. Las autoridades siempre dicen lo mismo, celebrando sus presuntos triunfos, enfatizando la peligrosidad y la importancia de los capturados, soltando el rollo de que las organizaciones criminales sufren "severos golpes" y que están en vías de desmembramiento o extinción, pretendiendo hacer creer que de algo positivo y permanente sirven esos ajustes de cuentas. Pero el negocio sigue, aunque tal vez con nuevas reglas y arreglos.

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