UNA CRISIS QUE VA PARA LARGO |
30 de agosto de 2004 |
Para Estados Unidos, el principal consumidor de petróleo en el mundo, la política energética ha estado enfocada en asegurar el abastecimiento y con poco énfasis en el control de la demanda. Ante esa definición han reaccionado los países de Medio Oriente la región donde se produce la mayor parte del crudo, sobre todo después de que en los años 90 los precios llegaron a menos de 10 dólares por barril. La situación actual, con cotizaciones que se acercan a 50 dólares, no es un fenómeno momentáneo. Todo indica que tiende a agravarse. Avi Temkin, Jerusalén La historia tiene maneras de mostrar, ciertas veces, una sonrisa sardónica a quienes tratan de ignorarla. Sólo hay que leer los encabezados de las noticias para advertir lo irónico de la presente crisis energética, que deja sentir sus efectos menos de 18 meses después de una guerra dedicada a asegurar el abasto del petróleo desde Medio Oriente. Con la palabra "escasez" que aparece en todos los análisis, y con el precio del petróleo a 50 dólares por barril, es evidente que la presente crisis no es momentánea. Con Asia, especialmente China e India, representando un factor adicional de la ecuación entre oferta y demanda, la crisis ha sido el resultado de cómo Medio Oriente, y de hecho el resto del mundo, han reaccionado a la estrategia de la administración Bush, y a la creciente conciencia de que a largo plazo el problema de la energía sólo tenderá a agravarse. Para el mundo industrializado, la crisis energética de la década de 1970 constituyó un acontecimiento definitorio de políticas en ese sector. Pero para los países de Medio Oriente fue la década de 1990, con precios que en un momento llegaron a menos de 10 dólares el barril, la que creó la base de sus acciones actuales. En 1994 y 1995, Arabia Saudita, primer productor mundial de crudo, casi llegó a la quiebra financiera. Durante los siguientes tres años, la casa real de ese país generó una serie de conclusiones radicales respecto a la coordinación política con Estados Unidos, el futuro de las relaciones con el resto del mundo y la conducta a seguir frente a los productores fuera de Medio Oriente o no miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Para Estados Unidos, la política energética ha estado enfocada en la prioridad de asegurar el abasto de crudo. Los intereses petroleros se combinan con la política interna para producir una situación que ha puesto poco énfasis en el control de la demanda, o en crear alternativas para el uso de energía verde o renovable. Ante esa prioridad han reaccionado los países de Medio Oriente y se ha configurado la política petrolera de la región. Esta estrategia debe ser comparada con una alternativa que puede ser considerada plausible y basada en la existencia de fuerzas políticas que la apoyen. Alemania es el mejor ejemplo de la fuerte relación entre los partidos verdes y la política de fomento de la energía renovable. En ese país, se genera casi 40 por ciento de la producción mundial de energía de viento y 8 por ciento de la producción de electricidad proviene de energías renovables (viento y fotosolares). En 20 años, un tercio de la producción eléctrica provendrá de fuentes de energía verdes. Esto se ha logrado con políticas de creación de alternativas, mediante el uso de estímulos fiscales y subsidios. Los bajos precios del crudo de la década de 1990, representaron a corto plazo el éxito de la estrategia de "abastecimiento". Con Venezuela primero y Rusia después, actuando como abastecedores alternativos a Medio Oriente, y con el mercado asiático en contracción entre 1997 y 1999, la crisis, desde el punto de vista de Medio Oriente, fue inevitable. Este ha sido el contexto en el que los países petroleros del área han definido sus posiciones. Arabia Saudita abandonó la política de mantener su parte del mercado producción de no menos de 8 millones de barriles al día, adoptando una estrategia de precios altos. Esto ha significado la cooperación con los países del Golfo y con Irán, y grandes esfuerzos por alcanzar el consenso de precios altos con los otros productores, dentro y fuera de OPEP. La invasión angloestadunidense de Irak puede ser entendida como parte de la estrategia de abastecimiento de petróleo. Con empresas de ambos países dominando Irak, la presión sobre los emiratos del Golfo para mantener la producción en niveles altos y no perder mercados en Occidente, mantendría la disciplina de producción. Irán sería de hecho aislado y la presión económica sobre su régimen sería muy grande. Visto en retrospectiva, lo que sorprende es el grado de improvización y falta de planeación del Irak posterior a la guerra por el equipo del presidente Bush. De hecho, dado el nivel de sabotaje y la falta de planeación, la producción iraquí ha sido reducida a niveles mínimos. Esto ha dejado a los otros tres actores petroleros en la región sauditas, iraníes y emiratos del Golfo en una posición de mucha mayor ventaja que la que tenían antes. Irónicamente, con Saddam Hussein eliminado, los emiratos del Golfo dependen mucho menos de Estados Unidos y de sus fuerzas armadas. Su libertad de acción ha crecido, y con ella la posibilidad de cooperar en el sostenimiento de altos precios. Esto no quiere decir que la amenaza sobre los regímenes de los emires no exista. El radicalismo islámico será siempre una fuerza a considerar; sólo en Arabia Saudita la amenaza es muy concreta para la familia real. Pero esto implica tratar de llevar adelante una línea de acción aceptable para la población local, y no aceptable a la administración Bush. Esto se traducirá en una estrategia de precios y niveles de producción que tratará de mantener la actual situación el mayor tiempo posible. En el corto plazo emires, jeques y ayatolas pueden felicitarse, ya que los precios se mantendrán elevados. Mientras, el líder ruso Vladimir Putin no decida que llegó el tiempo de permitir subir la producción de su país, el abasto mundial no crecerá. Sin embargo, a mediano plazo, tanto en el golfo Pérsico como en Teherán y en Riad tendrán que empezar a pensar en las consecuencias de un Irak que podría estabilizarse con el patronaje estadunidense. Si eso sucede al mismo tiempo que el mundo recae en la recesión, a consecuencia de altos precios de petróleo, los productores de Medio Oriente regresarían cinco o 10 años atrás. El mundo, por su parte, tendría que conformarse con crecientes fluctuaciones en el precio del petróleo, ante una política de los países industriales que no busca alternativas, sino sólo el abasto de crudo § |