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México D.F. Martes 31 de agosto de 2004

José Blanco

Analogías del subdesarrollo

La economía mexicana ha estado estancada y los responsables de su conducción están convencidos de que no son responsables de su conducción. Tenemos modelo, dice Fox, "es un modelo de libre mercado", con responsabilidad social y rostro humano. Un "modelo" de libre mercado es, precisamente, una economía sin conducción. La responsabilidad social y el rostro humano, referidos seguramente al programa Oportunidades y otros programas de orientación social, no son un proyecto nacional para el desarrollo, sino uno para mitigar la miseria. Estos programas, acaso Fox lo sabe, no pueden detonar el desarrollo. No es su propósito. La economía de México, cree el gobierno, debe marchar al son que la industria estadunidense toque. Si ha de haber desarrollo alguna vez, saldrá de ahí, o no lo habrá, sencillamente. Nadie como Fox ha creído en esa falsedad absoluta. Pero es el caso que ninguna experiencia exitosa de desarrollo en el planeta ha sido obra de un "modelo de libre mercado", ninguna. Pero Fox no lo sabe, y el gabinetazo tampoco.

La economía ha estado estancada, pero se ha mantenido estable. Cuentan en ello los saberes en estos menesteres de Gil y Ortiz, pero también que "la economía", como gustan de decir los financieros, "ha descontado", hasta ahora, la conflictualidad política creciente construida con enjundia por todos los partidos políticos.

La liga del conflicto político continúa siendo jalada por ambas puntas, por el PRI y el PAN de un lado, y por el PRD del otro, con el tema de la sucesión presidencial. Este es el conflicto mayor que condicionará probablemente todos los problemas y conflictos internos en cada uno de esos partidos. La liga del conflicto político, sin embargo, no resistirá indefinidamente y podríamos vivir una desestabilización política cuya magnitud es imposible medir, pero se advierte de alta gravedad. Si esa ruptura llega, la estabilidad económica también se derrumbará. Entraremos entonces en un túnel venezolano cuya salida nadie puede saber dónde desemboca. Menos aún es posible imaginar cómo y cuándo podrían construirse acuerdos para restaurar la estabilidad política y la estabilidad económica botadas en el tiradero, con irresponsable dignidad tercermundista. El desarrollo es un tema tan grande que, recuperadas las estabilidades básicas, quedaría aún en la espera perenne de siempre.

Es cada vez más evidente que una parte mayoritaria del PRI no quiere a López Obrador en Los Pinos, a ningún precio. El PAN y un sector de los empresarios y los banqueros tampoco lo quieren a ningún precio. El gobierno estadunidense y el salinismo y el zedillismo y Fox y sus amigos, todos a una dicen: no pasará. Los enemigos del tabasqueño son muchos y muy poderosos. Pero el PRD y López Obrador tampoco cederán a ningún precio. La República parece enrumbarse al despeñadero, porque conforme sus enemigos empujan su minucia jurídica para desbancarlo, los adoradores del tabasqueño aumentan. Su discurso del pasado domingo, de cordero injustamente apaleado, dejará todo sin cambio para sus férreos oponentes.

Es cierto que ha mostrado en variadas ocasiones su menosprecio por los procedimientos legales y su proclividad a ver la ley como instrumento de la política. Pero el delito que le imputan tiene el efecto de enardecer a un número creciente del pobrerío. Y son muchos.

La polarización a la venezolana avanza. Todo parece indicar que el cálculo político del polo anti-AMLO es uno, según el cual es más irresponsable para el futuro del país dejar pasar al tabasqueño que desatar una inestabilidad política y económica de consecuencias incalculables.

López Obrador tiene razón cuando dice que sus adversarios tienen miedo a su "proyecto de nación". Por supuesto que todos sus enemigos temen al tal proyecto como al diablo. Entre tanto, el más fuerte candidato a la Presidencia cree a pie juntillas en ése su proyecto, cuyos costos, dinámica y desenlace no ha medido en lo absoluto. Lo que sí está a la vista es un manejo de la administración pública que, con el tiempo, cuando emerja a la luz pública, se revelará desastroso.

Acción Democrática (AD) y el Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei), de Venezuela, hicieron alternativamente un gobierno podrido en corrupción. La gigantesca renta petrolera era canalizada por mil vías hacia la gente "bonita". Se conformó así un sector habituado a la regalada vida del rentista con exclusión de 60/70 por ciento de la población. Cuando Hugo Chávez llegó por fin al poder, la renta petrolera fue "desviada" en medida considerable a las mayorías menesterosas, con el precio del crudo en las nubes. Ni el uno ni el otro usos de esa renta sirven para detonar un proceso de desarrollo. En tanto, mediado por limpios procesos democráticos, Chávez ha sido confirmado en el poder, mientras la sociedad se polariza más y más.

El poderoso polo anti-AMLO ve en el tabasqueño, a Chávez; y el pobrerío actúa como si viera en ese polo al AD y al Copei. No hay remedio.

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