México D.F. Martes 31 de agosto de 2004
Recibió dos versiones del espectáculo
Son, grabadas hace dos décadas
Gratitud para Julio del Razo por cantar las décimas
de Villaurrutia
Reconocer a músicos de la cultura popular con
''grandes homenajes, no con escenas cariñosas, domésticas'',
propone Monsiváis Juan Ibáñez sugirió al
sonero que diera vida a esa poesía
MERRY MAC MASTERS
La
versión de Dámaso Pérez Prado a las Décimas
de la muerte, de Xavier Villaurrutia, cerró un recorrido por
su poesía, petición hecha por Carlos Monsiváis a ''los
de cabina" el año pasado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio
de Bellas Artes, como parte del homenaje nacional al dramaturgo e integrante
del grupo los Contemporáneos, por el centenario de su natalicio
(La Jornada, 8/08/03).
Ahora Monsiváis acaba de rendir tributo al sonero
Julio del Razo, de 90 años, intérprete de las décimas
de Villaurrutia, acto en el que le hizo entrega de dos versiones del espectáculo
Son -un resumen de 48 minutos del estreno, así como la obra
completa- montado hace más de dos décadas por Juan Ibáñez
en el teatro El Galeón, con la participación de la orquesta
de Pérez Prado, de la que Del Razo fue percusionista durante 20
años.
Esto ocurrió en la casa de Iván Restrepo,
organizador del encuentro. También estuvieron presentes Luis Angel
Silva Melón y Margarita Ambriz.
El gusto musical, globalizado
Respecto de la escasez de reconocimiento a los músicos
de la cultura popular urbana mexicana, Monsiváis expresó:
''Debían ser grandes homenajes, no escenas cariñosas,
domésticas, porque hay músicos de primer orden que vale la
pena reconocer. No porque hayan concluido su tarea, sino porque lo que
queda de ésa sigue siendo extraordinaria, ya que la vivacidad y
energía de la música están en los discos.
''Me parece que se ha hecho muy mal en no entender que
hay una tradición.
''En esto los cubanos, bueno, a partir de la experiencia
de Buena Vista Social Club, han logrado demostrar que no tenían
un panteón, sino un mundo absolutamente existente."
A los soneros mexicanos luego les restan méritos
por cultivar una música que no es autóctona. Al respecto,
Monsiváis afirmó:
''Si algo está globalizado es el gusto musical
y uno adopta lo que le importa, lo que quiere, lo que le estimula; lo otro
ya son las costumbres del oído.
''Por ser mexicanos tenemos determinadas costumbres auditivas.
Pero, pensar que los géneros son nacionales ya es un concepto muy
anacrónico."
Iván Restrepo, un apasionado de la obra de Pérez
Prado, afianzó su amistad con don Dámaso después del
regreso del pianista a México en 1965. A principios de los años
80, recordó el columnista de La Jornada, Juan Ibáñez
ideó el espectáculo Son, cuya parte musical estuvo
a cargo de Pérez Prado.
Ibáñez también logró conjuntar
otros personajes: Sergio Fernández, textos; Carmen Parra y Pedro
Coronel, escenografía; Tulio de la Rosa, asesor coreográfico,
y Francisca Saldívar, producción.
Rescate de dos grabaciones
Monsiváis hizo hincapié en la interpretación
de la pieza Caballo negro a cargo de Jorge Tiler, bailarín
del Ballet Folklórico de Amalia Hernández, donde su especialidad
era la danza del venado.
Del espectáculo Son hubo varias grabaciones
en vivo entre las que se lograron rescatar estas dos, continuó Restrepo.
Como Julio del Razo desconocía que se había
grabado, escuchar su voz después de tanto tiempo lo emocionó.
Sobre la petición de cantar las décimas
de Villaurrutia, don Julio manifestó: ''El señor Ibáñez
me pidió que ensayara, pero cantar una décima al igual que
una cuarteta es más bien cuestión de estilo.
''Nada más hay que darles una forma de canto especial
para que se desarrollen bien. Eso lo aprendí junto a un gran cantante
cubano, Cheo Marquetti, con quien tuve oportunidad de trabajar casi
dos años en Puebla". Eso sí, Del Razo pidió a Pérez
Prado que lo acompañara en el piano porque por lo regular dirigía.
El espíritu de los versos
Respecto de la voz de don Julio, Carlos Monsiváis
indicó: ''Es una voz perfecta porque no declama, sino dice los versos
de una manera precisa. Es extraordinario lo que se consigue al no declamar.
Se entra en el espíritu de los versos que es una comunicación
íntima y pública con una idea de la muerte".
Es imposible saber qué hubiera opinado Villaurrutia
sobre esa interpretación sui géneris de sus décimas,
sin embargo Monsiváis aseguró que su idea del poeta es ''tan
encomiástica que estoy seguro que le hubiera gustado".
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