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Penes
ambulantes o seres pensantes
Muchas mujeres identifican a la sexualidad con la cercanía
afectiva, mientras que para la mayoría de los hombres se trata de
un acto de conquista y afirmación de la identidad. La información
sobre los riesgos de infecciones sexuales entre jóvenes la reciben
de modo distinto las mujeres y los hombres, al punto que para estos últimos
tener un padecimineto sexual puede ser incluso una prueba de afirmación
viril. Estas diferencias deben ser tomadas en cuenta a la hora de definir
las políticas de salud sexual y reproductiva, concluye el autor
del siguiente texto.
Por Gary Barker
¿Qué sabemos acerca de la sexualidad
de los jóvenes y adolescentes? Primeramente, que está relacionada
con la salud sexual y reproductiva de las mujeres. Esto parece obvio, pero
no lo es tanto, o al menos no se le percibe así al examinar algunas
políticas y programas de salud destinados a los adolescentes. En
ocasiones pareciera incluso que la mujer adolescente se embaraza sola,
sin intervención de nadie. Se sabe también que algunas investigaciones
sobre el hombre adolescente afirman lo evidente. Una investigación
de Sao Paulo, Brasil, con 200 jóvenes entrevistadas señala,
por ejemplo, que dos tercios de las mujeres declaran que sus parejas las
abandonaron en cuanto supieron que estaban embarazadas.
Otras investigaciones muestran que los hombres no desarrollan
sintomatología de algunas infecciones de transmisión sexual.
Se habla mucho acerca del sida, pero se olvida toda una serie de agentes
patógenos con un costo enorme para el cuerpo de la mujer. El virus
del papiloma humano, por ejemplo, no muestra síntomas en la mayoría
de los hombres, pero el cáncer cérvico-uterino tiene un costo
gigantesco para la salud femenina. Las investigaciones revelan también
que un joven tiende a buscar menos atención para una infección
sexual, y elige la automedicación con mayor frecuencia que las mujeres.
Hay incluso hombres para quienes el episodio de una infección adquirida
por la vía sexual es confirmación de su virilidad.
En materia de VIH/sida los jóvenes están
en primera línea. El Onusida calcula que 25 por ciento de los casos
nuevos de VIH corresponden a hombres menores de 25 años. Son ellos
los que se están infectando y, consecuentemente, infectando a sus
parejas, femeninas y/o masculinas. Se sabe de modo general que los hombres
tienen su primera relación sexual más temprano, o por lo
menos relatan tener más parejas, que las mujeres. Y cuando se examinan
los relatos de un hombre y de una mujer sobre un mismo acto sexual, la
mujer habla de una aproximación, de un momento de intimidad, mientras
el joven ve el acto sexual como una forma de conquistar estatus, de afirmar
la identidad, y menos como una forma de intimidad. Esto debe considerarse
al pensar en políticas públicas que tengan que ver con o
procuren cambiar las conductas en una actividad que los hombres consideran
parte de su identidad.
Riesgo e identidad masculina
En otras investigaciones se observa que los jóvenes
disponen apenas de un poco más de información sobre los temas
de salud reproductiva y VIH/sida que las adolescentes. También se
percibe que en algunos casos ellos procuran esconder más que ellas
esa falta de información. Hay en esto cierto mito masculino según
el cual los hombres jóvenes saben de todo y no precisan de más
información. Esto es un obstáculo que también debe
ser cuestionado. Se sabe, por ejemplo, que los adolescentes varones utilizan
los preservativos con más frecuencia, pero que también lo
hacen de manera inconsistente. Otras investigaciones muestran que el comportamiento
sexual, tanto de mujeres como de hombres jóvenes, no siempre corresponde
a una identidad sexual. Según algunos testimonios femeninos, muchas
veces los hombres recurren a la coerción, la presión o la
violencia para poder tener relaciones sexuales. Algunos testimonios masculinos
afirman que el sexo inseguro es más interesante, lo que quiere decir
que masculinidad equivale a riesgo y aventura. De ser así, ese sería
otro problema a tomar en cuenta.
No todos los hombres jóvenes son iguales, y como
ya se ha dicho, esto es un asunto de diversidad. Existen hombres casados
y otros que no lo son. Algunos sólo tienen parejas masculinas, otros
tienen parejas masculinas y femeninas, y otros más sólo parejas
femeninas. Hay quienes están en el ejército, otros en las
áreas rurales, otros en las urbanas; unos trabajan, otros no; unos
asisten a una escuela, otros no; en otras palabras, esta categoría
de "hombre joven" es muy compleja por esta misma diversidad. En mi opinión,
también es importante ver cómo se relacionan esos jóvenes
con las mujeres a partir de esa diversidad.
Sabemos que si un grupo de hombres actúa con sus
mujeres de manera opresiva, también existen quienes lo hacen "de
manera correcta". Se informan, negocian, cuidan a sus hijos o se ocupan
de hijos que sus parejas tuvieron con otros hombres. En América
Latina, en los últimos diez años, la participación
masculina en la escuela, después de los doce años, es más
baja que la femenina. Los hombres salen de la escuela más pronto
que las mujeres. En las clases populares esto se explica por el hecho de
que los hombres necesitan trabajar fuera de casa. Las jóvenes, por
su lado, trabajan en casa y, en ocasiones, es más fácil combinar
estas tareas con la participación escolar. Sea como fuere, esto
también tiene implicaciones, en cuestión de género,
para la sexualidad, y es algo poco estudiado hasta el momento.
Resulta interesante explorar la manera en que los jóvenes
definen la identidad. Al interrogárseles al respecto en los estudios
cualitativos, por lo general surgen dos líneas que definen a la
identidad masculina: una es el hecho de manifestarse sexualmente activos.
Para muchos jóvenes, esto no representa dificultad alguna. La otra,
a menudo más importante, tiene que ver con el hecho de ser un sostén
familiar, lo que a su vez se relaciona con la cuestión del empleo.
Esto también se ha estudiado muy poco. Es aún escasa la reflexión
sobre la cuestión de una identidad relacionada con el trabajo, con
la sexualidad masculina y con lo que el género significa para un
hombre.
Género y situación laboral
En un estudio de la Organización Mundial de la
Salud, se preguntó: ¿cuáles son las cinco primeras
necesidades de los hombres jóvenes?, y la lista, por orden de importancia,
fue sorprendente. Apareció, en primer lugar, el empleo, es decir,
algún tipo de situación vocacional. En segundo, la asesoría
o alguna forma de atención psicológica. Muchos aludían
a la falta de espacios para hablar. En tercer lugar surgió la sexualidad.
En cuarto, los cuidados en general, pero en particular los cuidados del
cuerpo y la higiene, temas que por lo general olvidamos al hablar del hombre
adolescente. Por último surgió el soporte educativo, mismo
que contribuye a que los jóvenes permanezcan en la escuela.
Observemos, pues, los desafío y paradojas citados
al inicio. ¿Cómo llamar la atención de un joven sin
caer en el nuevo discurso del victimismo? Sin hacer comparaciones para
saber si son los hombres o las mujeres quienes sufren más con el
sida. Es preciso descubrir la manera más adecuada de incluir a los
jóvenes en los servicios de atención de los centros de salud,
sin mermar con ello los avances alcanzados en el área de la salud
femenina. El desafío es entonces, ¿cómo incluir al
hombre y afianzar de paso los avances en la salud de la mujer?
Existe algo más también importante: recordar
que cuando se trabaja con los adolescentes, todo se encamina a promover
la igualdad de género. Cuando se trabaja con ellos es necesario
tomar en cuenta algunas particularidades de ese grupo. Existen cuestiones
que pertenecen al campo de la biología, y la mayoría se relacionan
con la construcción social de la masculinidad. ¿Cómo
guardar en mente esa particularidad y al mismo tiempo hacer énfasis
en la cuestión de género?
Es necesario también verificar cuidadosamente si
al promover el ingreso de los jóvenes a las clínicas no se
están desviando recursos destinados a las adolescentes. Uno de los
avances más significativos en salud femenina ha sido que las mujeres
son vistas como seres humanos y no ya como aparatos reproductores ambulantes.
De vez en cuando, leyendo algunos artículos, escuchando algún
discurso sobre el hombre joven, parecería que seguimos hablando
de un pene ambulante. ¿Cómo instalar todo un nuevo cuerpo,
toda una subjetividad nueva para esos jóvenes que ya no son sólo
un asunto genital?
El autor pertenece a la institución Promundo de
Brasil.
Artículo tomado de Sexualidade & política
na América Latina. ABIA, Rio de Janeiro, 2003. Traducción:
Carlos Bonfil. |