|
En memoria
de Felipe Rodríguez
Luis Manuel Arellano
El pasado viernes 13 de agosto murió por
complicaciones de sida el profesor Felipe Rodríguez, quien durante
tres años escribió para Milenio diario la columna
"VIH Diario". Salvo la cobertura informativa que dicho periódico
realizó de su fallecimiento, resulta sintomático que nadie
--o casi nadie-- de quienes realizan trabajo en VIH/sida se haya referido
a su deceso. Independientemente de que su talento literario no ofrecía
la agudeza crítica e irreverente de otros espacios destinados a
abordar la problemática del sida en primera persona, como la excepcional
columna "Crónica Sero" de Joaquín Hurtado que publica desde
hace varios años el suplemento Letra S, Salud, Sexualidad, Sida
del periódico La Jornada, el hecho de que Felipe Rodríguez
hablara de su enfermedad y las múltiples complicaciones que enfrentó
para atenderse y que lo hiciera en un corporativo periodístico como
el grupo Milenio, constituye una aportación harto significativa
que debería seguirse impulsando, en el esfuerzo por dar visibilidad
a las penurias que miles de mexicanos con VIH/sida aún enfrentan
para empoderarse de su salud.
A Felipe sólo lo conocí a través
de su columna y en un par de emisiones televisivas en Canal 2 (en
Milenio Televisión y durante un testimonio que ofreció a
los concursantes de la fallida Operación Triunfo). Debido a la información
que vertió en sus textos y en las emisiones señaladas, identifiqué
un hombre con muchas dificultades para enfrentar el estigma que el sida
generó en su vida, así como la percepción fatalista
que le inyectó a sus deseos de salir adelante. Me sorprendió
que un profesionista universitario como él tuviera dificultades
para asumir con una visión menos dolorosa su enfermedad o que no
se hubiera relacionado con las organizaciones civiles y los grupos de autoapoyo
existentes. Oriundo de Monterrey, vivió sus últimos años
en Guadalajara, atendiéndose en una clínica del IMSS de la
que con frecuencia se quejó por el trato recibido. Coincido con
el investigador Luis González de Alba cuando señala que las
expectativas de vida de Felipe eran elevadas (Milenio diario, 16/08/04)
"siempre y cuando hubiera tenido un seguimiento apropiado para su infección",
lo cual evidentemente no sucedió y de ello el propio Felipe ha dejado
su testimonio publicado en la columna "VIH Diario".
Entiendo que su muerte, su pasión, su dolor y su
testimonio no deban perderse. Fuera del ámbito de la lucha contra
esta epidemia, donde se llega a pensar que el acceso a los tratamientos
ha resuelto la vida de quienes viven con VIH/sida, la experiencia pública
de Felipe nos recuerda que falta mucho camino por recorrer en la construcción
de los climas sociales y médicos que permitan vivir esta situación
de salud con calidad de vida y sin miedos. Descanse en paz.
Periodista. |