México D.F. Domingo 5 de septiembre de 2004
Hace 34 años Salvador Allende venció
en las urnas a derechistas y democristianos
Convocan jóvenes allendistas a recordar en Chile
el triunfo de la Unidad Popular
XIMENA ORTUZAR
El 4 de septiembre de 1970, Salvador Allende, candidato
de la Unidad Popular, coalición de partidos marxistas, laicos y
cristianos de izquierda, ganó la elección presidencial en
Chile. Su programa de gobierno proponía cambios estructurales profundos
y una meta precisa: la transición al socialismo por vía democrática.
Contendieron
por la presidencia en ese año, además de Allende, Jorge Alessandri,
de derecha, y Radomiro Tomic, de centro.
Ninguno alcanzó la mayoría absoluta -la
mitad más uno de los votos válidos- y , por disposición
constitucional, correspondió al pleno del Congreso elegir entre
los dos candidatos con las dos primeras mayorías relativas: Salvador
Allende y Jorge Alessandri, en ese orden.
Por tener mayoría en el Congreso, el Partido Demócrata
Cristiano (PDC) era determinante en tal decisión en 1970. Entonces
condicionó su voto a la firma, por Allende, de un "estatuto de garantías
constitucionales" que exigía, en síntesis, su compromiso
de que respetaría la Constitución y las leyes vigentes, sin
coartar las libertades públicas y sin llevar el país hacia
"el totalitarismo".
Allende lo firmó, no como una concesión
para acceder a la Presidencia de la República, sino como reiteración
de su profunda convicción democrática.
Fue el PDC, unido a la derecha, el que traicionó
a la democracia chilena, al propiciar, apoyar y justificar el golpe militar
de 1973, que remplazó la Constitución vigente por otra, hecha
a su medida.
Desde 1990, sin embargo, gobierna en Chile la Concertación
por la Democracia, coalición en que cohabitan, como fuerzas principales,
socialistas renovados y democristianos. Es decir, lo que queda del
Partido Socialista de Allende, y el PDC, que lo adversó sin tregua
hasta derrocarlo.
Tres décadas después
Treinta y cuatro años han pasado desde el triunfo
de la Unidad Popular.
La democracia chilena actual, producto de acuerdos alcanzados
entre las fuerzas políticas y los militares derrotados en el plebiscito
de 1988, es un experimento insólito: se trata de una "democracia
protegida" por quienes la destruyeron: las fuerzas armadas. Y se rige por
la Constitución política redactada e impuesta por los dictadores
y aún hoy vigente, con algunas modificaciones.
Tres décadas después de la traición
colectiva que derrocó a Allende aún se discute si la propuesta
de la "vía chilena al socialismo" fue válida, si era viable,
si el golpe de Estado era la única salida al "caos" propiciado por
ese experimento.
Un tercio de la población chilena corresponde hoy
a menores de 30 años; ellos no vivieron la experiencia de la Unidad
Popular; crecieron en dictadura, cuando el nombre de Salvador Allende estaba
prohibido y todos los males de esa nación eran achacados a su gobierno.
Supieron de los logros del gobierno popular y de la gesta
de Allende en relatos a media voz, en la clandestinidad de hogares bajo
sospecha; en los libros que fueron pro-hibidos, en las canciones que nunca
se di-fundieron por radio y televisión; en documentos alternativos
reproducidos en mi-meógrafos o imprentas conservados ocultos como
trofeos de guerra.
En años recientes han escuchado los mea culpa
de algunos que se dijeron aliados de Salvador Allende, y ninguno de parte
de quienes lo derrocaron, sean éstos de uniforme o de civil.
Han asistido a los llamados al perdón y han presenciado
los esfuerzos oficiales en favor de la impunidad de los que torturaron,
desaparecieron y asesinaron a disidentes; han padecido los efectos del
modelo neoliberal impuesto en dictadura, mantenido y perfeccionado en la
democracia protegida.
Muchísimos de ellos, venciendo la amnesia institucionalizada,
se sumaron a la gran masa acallada por la dictadura y sin cauces de expresión
en la democracia actual y encabezaron en este 4 de septiembre la convocatoria
a conmemorar en diversos lugares de Chile -sin apoyo del gobierno del socialista
Ricardo Lagos ni de su partido- el triunfo popular y a proclamar, con toda
la fuerza de sus convicciones, ¡Allende vive!
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