México D.F. Lunes 6 de septiembre de 2004
"Esperemos que el próximo presidente
de EU sea más benigno con nuestros paisanos"
La migración no se va a detener con balas de
goma: Rivera Carrera
CIRO PEREZ SILVA
Los
gobiernos deben comprometerse seriamente a defender el derecho de sus gobernados
a vivir en paz y con dignidad en su propia patria, señaló
en su homilía dominical el cardenal Norberto Rivera Carrera, luego
de advertir que cada país debe garantizar a sus habitantes no sólo
la libertad de expresión y movimiento, sino la posibilidad de colmar
necesidades como educación, salud, habitación y vivienda,
cuya carencia los obliga a emigrar a otro país.
Al celebrar el Día del Migrante y en presencia
del presidente Vicente Fox y de su esposa Marta Sahagún, Rivera
Carrera advirtió que no puede haber auténtica paz y justicia
sin respeto a los derechos humanos. Existe un vínculo muy estrecho
entre la justicia y la paz y la creación de condiciones concretas
de paz que atañe a los migrantes y refugiados; significa comprometerse
seriamente a defender sobre todo el derecho a no emigrar, es decir, a vivir
en paz y dignidad en la propia patria, dijo.
Agregó que corresponde a los gobiernos regular
los flujos migratorios, respetando la dignidad de las personas y las necesidades
de sus familias, teniendo en cuenta las exigencias de las sociedades que
acogen a los migrantes, y aunque ya existen acuerdos internacionales para
la defensa de éstos, deben perfeccionarse.
"Difícil momento"
Más tarde, al finalizar la homilía y tras
dialogar en privado con el jefe del Ejecutivo federal, el cardenal externó
su preocupación por el "difícil momento" en que se encuentran
las relaciones entre México y Estados Unidos por el proceso electoral.
Esto, dijo, hace difícil avanzar en el campo de los acuerdos migratorios.
"Esperamos que el que quede de presidente en Estados unidos sea más
benigno y pueda abrir caminos nuevos para que nuestros paisanos sean tratados
mejor", comentó en breve entrevista.
Interrogado sobre el mensaje de la homilía y la
posibilidad de que tuviera como destinatario al presidente Fox, quien ante
la sorpresa de los feligreses se ubicó en el pasillo central del
templo, el cardenal precisó que habló del compromiso de todos
los gobiernos de vigilar las fronteras y de tener políticas migratorias
justas, pero sobre todo del respeto a los derechos humanos de los migrantes.
Aseveró que no es simplemente con balas de goma
"u otras balas" como se va a detener la migración, sino con un trato
digno y dándoles oportunidades. "Nuestros paisanos que van a buscar
trabajo no son delincuentes, no merecen ese trato, por lo tanto no son
las formas de tratar a los migrantes", pero explicó que la homilía
es para todos los creyentes y, por tanto, el mensaje no era exclusivamente
para el presidente Fox, aunque la presencia de éste tenía
una relevancia especial por el tema que se abordó en la misa.
Destacó que en México "faltan muchos caminos
por recorrer para garantizar el derecho a la alimentación, la educación,
la casa digna. Son derechos a los cuales todavía no pueden acceder
muchos de los mexicanos; eso lo siente el Presidente y muchos de los mexicanos".
Luego de dialogar con el cardenal en privado, Fox Quesada
y Marta Sahagún se retiraron de la catedral en medio de manifestaciones
de afecto de los feligreses.
Países de origen deben asegurar las necesidades
de su gente: Bertello
JOSE ANTONIO ROMAN
En el fenómeno migratorio con frecuencia "se echa
fácilmente" la responsabilidad a las naciones que reciben a los
migrantes, olvidando que son los países de origen los que tienen
el deber de asegurar a todos sus habitantes la satisfacción de sus
necesidades básicas, que les permitan vivir dignamente en su propia
patria, aseguró el nuncio apostólico Giuseppe Bertello.
Al celebrar en la Basílica de Guadalupe el Día
Mundial del Migrante, el prelado recordó varias intervenciones del
papa Juan Pablo II sobre el tema. Indicó que la movilidad humana
es un signo de los tiempos, que interpela directamente a la comunidad cristiana,
pues va acompañado siempre del empobrecimiento y del deterioro del
tejido social.
"El fenómeno de las migraciones ha evolucionado
durante estos años recientes, pero continúa siendo dramático
y grave, levantando nuevos problemas humanos y espirituales que merecen
un nuevo enfoque pastoral", afirmó el nuncio Bertello ante miles
de feligreses que prácticamente llenaron el recinto guadalupano.
En su homilía, a la que también asistió
una docena de embajadores y cónsules del cuerpo diplomático
acreditado en nuestro país, insistió en que si queremos crear
un contexto de tranquilidad debemos también comprometernos a defender
el derecho de todos a vivir en paz y dignidad en su propia patria.
Cada país debe poder asegurar a sus habitantes
la posibilidad de colmar necesidades fundamentales como el alimento, la
salud, el trabajo, la vivienda y la educación, cuya frustración
pone a mucha gente en condiciones de tener que migrar a la fuerza, dijo,
al citar el mensaje que este año envió el pontífice
para celebrar la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado.
La Iglesia católica, agregó el nuncio Bertello,
pide que el encuentro entre los migrantes y los pueblos que los reciben
sea un instrumento verdadero para la construcción de la paz y no
como un factor de intolerancia y de división. Además, la
sociedad en su conjunto debe hacer conciencia de este grave problema y
defender la dignidad de todas las personas no sólo como una limosna
de un corazón bondadoso, sino esencialmente como un acto de justicia.
Nadie debe quedar insensible ante las condiciones en que
se encuentran multitud de emigrantes. Se trata de personas que están
a merced de los acontecimientos y que a menudo han vivido situaciones dramáticas.
Con frecuencia se transmiten imágenes impresionantes y en ocasiones
escalofriantes de esas personas. Se trata de niños, jóvenes,
adultos y ancianos, con rostros y ojos llenos de tristeza y soledad. En
los campos de acogida sufren a veces graves privaciones.
Bertello subrayó que si bien los países
de origen tienen la obligación primera de asegurar que sus habitantes
puedan cubrir todas sus necesidades básicas, cuando esto no se da
en la realidad, toda persona tiene también el legítimo derecho
de buscar trabajo y mejores condiciones de vida fuera de su nación.
Aunque el fenómeno migratorio representa una enorme
carga de sufrimiento y de incertidumbre, con un fuerte riesgo de desarraigo,
de deshumanización y tal vez de pérdida de la fe, la migración
también ofrece una posibilidad de enriquecimiento espiritual y humano
de apertura, de acogida del extranjero y de una renovación recíproca
entre esta nación y el migrante. Pero nadie debe resignarse a la
injusticia ni dejarse abatir por las dificultades y las molestias, concluyó.
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