APRENDER A MORIR

Hernán González G.

Encarnizamientos

NO POCOS ANALISTAS y ciudadanos se condolieron por el trato "encarnizado" que recibió el Presidente de la República con motivo de su cuarto Informe de gobierno, como si las alegres interpretaciones de la realidad nacional a cargo del primer mandatario -en teoría el que cumple mandatos del pueblo al que pretende servir-, aunadas a un deficiente estilo oratorio que en cuatro años no ha logrado mejorar, no fueran motivos suficientes de exasperación.

AL FONDO TEDIOSO, torcido y teorizante añadió una técnica oratoria lamentable. Expresión mecánica, tono poco convencido, escaso y nervioso contacto visual que evitaba abarcar todo el recinto, nulo empleo de ademanes, voz cansada y monótona, sin volumen ni velocidad variables, excepto luego de que era interrumpido, el mensaje presidencial dio lugar, inevitablemente, a diversas formas de encarnizamiento.

ES OTRO DE los complejos del mexicano -no saber hablar en público- y una más de las consecuencias neoliberales de haber sustituido la oratoria profesional moderna por el marketing político, en que nuestros cumplidos funcionarios, siguiendo el modelo gringo, se preocupan más por su imagen en los medios que por conectar la lengua al corazón y al cerebro cada vez que se dirigen en vivo a un auditorio.

Y ENCARNIZAMIENTO TERAPEUTICO se denomina al hecho de diferir o posponer la muerte de un enfermo, sea crónico o terminal, mediante el empleo triunfalista, pero inhumano de la biotecnología, esa bonita colección de aparatos diseñados y fabricados en el primer mundo e importados por los demás países a precio de oro para confundir, con pueril y perverso mercantilismo, cantidad de vida con calidad, gracias a fundamentalistas hipocráticos -Ƒo hipócritas?- con una ética médica sin el propósito de revisarla luego de 2 mil 400 años de invocar, más que de practicar, el juramento de Hipócrates o la sacralización de la vida, independientemente de la calidad de ésta y de los deseos de quien la padece.

EL SUFRIMIENTO a partir de las creencias personales puede tener sentido para algunos, pero no para todos, y menos si es prolongado por un criterio médico impositivo. Se puede incluso tener un profundo sentido ante diversos aspectos de la vida, pero de ahí a que se tenga que tener un sentido ante el propio, insoportable, prolongado e incurable sufrimiento, media un abismo.

EJEMPLO DE LA infamia que reviste todo encarnizamiento seudoterapéutico lo da una familia en la que uno de los cinco hijos, la tercera, con síndrome de Down, enferma terminal luego de 42 años de vida en que sobrevivió a enfermedades, unió a su familia y estuvo rodeada de amor y atenciones por sus padres y hermanos, es internada en un centro hospitalario de la ciudad de México luego de que un "especialista" sentenció: "Si no la internan, se muere". Tras cuatro meses de permanecer internada, la paciente implora: "Mamá, casa", y los médicos muy ufanos responden: "No podemos entregarla porque en su casa no tiene posibilidades de vivir".

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