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México D.F. Lunes 6 de septiembre de 2004
José Cueli
Bravos, los de Xajay...
En la Plaza México, los de "siempre", en el inicio de la temporada de novilladas. Voy engarzando uno a otro, los eslabones dispersos de una cadena de corridas de toros, a lo largo de una vida. Un mismo fluido se restableció y transcurre por el cuerpo de este inconexo juego de vida muerte fugaz, que trató de enlazar faena por faena y de poner en claro. Surgen aquellas que por su valor, su duende, quedarán imborrables, otras requieren de más trabajo para traerlas a la conciencia. El tiempo pasa y el crónico quiere ordenar el caos de toros, capotes, muletas, toreros, aficionados y encontrarles un ritmo que se le escapa.
El aficionado fatigado, busca escape y no lo encuentra. Después de seis meses de ayuno, salió el novillo al ruedo y solo vulgaridad. Más fatiga, busca de nuevos escapes imposibles, y el domingo que viene nuevamente en la plaza, en espera de que surja el torero; el de toda la vida; el de embarcar, templar y mandar en medio de un oleaje invisible que seduce. Los cabales, los de "siempre", han estado callados, hasta en demasía, empapados, tragando bilis resignada, por falta de renovación de combustible. Los novilleros pese a tocarles bravos novillos de Xajay, más aburridos y temerosos, no como jóvenes con ganas de ser, si no como toreros aburridos de una vida lleva de corridas.
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