Angeles González Gamio

Con el sudor de tu frente

Es el elocuente título del número que acaba de salir a la venta de la revista A pie. Crónicas de la ciudad de México, que aborda en su tema central el trabajo... y el no trabajo; léase desempleo, trabajo de medio o un cuarto de tiempo, comercio ambulante y demás actividades informales que llevan a cabo millones de capitalinos, quienes desde luego no gozan de prestaciones, rara vez de salario fijo o jubilación, y ni soñar con Seguro Social, aunque sea de segunda.

Carlos Monsiváis, en su ensayo De cómo los trabajadores pagan el doble por vivir en la misma ciudad, nos impacta con sus reflexiones sobre las lideresas, las marchas, los marchistas, los que los padecen, los vendedores ambulantes y las horas que les lleva a miles de personas llegar a su sitio de labor y regresar a su hogar. Un fragmento estrujante: "Y una característica de los pobres es cubrir sin tregua la distancia entre su casa y su trabajo, con la variante de que cada día se alarga el tiempo dedicado al transporte. Los trabajadores, en rigor deberían cobrar horas extras; su trabajo comienza en las madrugadas, se desgastan en larguísimas colas y domestican su desesperación al grado de adquirir otra sicología para el transporte, allí no son personas sino objetos que se comprimen al entrar al Metro, al arriesgar la vida en los microbuses, al deambular en los pasillos de las estaciones -nuevos equivalentes del viaje de los condenados-, al acomodar su alma en los vagones".

En Crónicas y testimonios, Alejandro Suverza aborda el desempleo en una crónica conmovedora acerca de los albañiles que vienen de sus pueblos a padecer innumerables penurias; Martha Durán habla de los ambulantes, María Eugenia Chávez comenta el trabajo -en todos los sentidos- de los mazahuas que buscan su sustento en las inhóspitas calles de la megalópolis. Jaime Avilés titula su crónica Oda al sabor del chipotle, y Maya Aguiluz escribe sobre una estética de barrio.

Edgar Tavares cubre la sección de tradición oral en Los oficios perdidos, que tiene relación con la crónica que abre: Pasado y presente, de Margarita Menegus, donde escribe acerca de los oficios de los nobles indígenas. El tema de los mercados lo trata Ricardo Gamboa, y Clara Lida nos brinda su visión del paso de artesanos a proletarios.

A 110 años del nacimiento de Vicente Lombardo Toledano, Teresa Aguirre nos lo recuerda en una amplia crónica, y Gerardo Peláez revive las luchas de los maestros de los años 50 del pasado siglo. La sección de ensayo se viste de lujo con el interesantes texto de Monsiváis que ya comentamos, y otro del colega en estas páginas, el destacado abogado laboral Néstor de Buen. En literatura, Hernán Lara Zavala nos ilustra la ajetreada vida de un padre soltero en la ciudad, y la Crónica en el Tiempo se engalana con las palabras de Juan de la Cabada.

En Guía de la Ciudad, uno de los antiguos barrios, San Pedro de los Pinos, nos habla de su historia a través de los testimonios que recopila y estructura María Patricia Pensado Leglise, la experta en el tema en el Instituto Mora. El número cierra con una reseña del libro de Carlos Illades, Hacia la república del trabajo.

A pie. Crónicas de la ciudad de México, publicación del Consejo de la Crónica y la Secretaría de Cultura del Gobierno del DF, se puede adquirir en Sanborns y en las librerías Gandhi, Parnaso, Fondo de Cultura Económica, Madero, Pórtico y demás de prestigio. Se va a presentar en la segunda Feria del Libro en el Zócalo, que se va a llevar a cabo el próximo 13 de octubre.

Ya que anda por esos rumbos, puede ir a comer a El Encino, excelente restaurante de reciente apertura, situado en la calle 16 de Septiembre 57, hermano del que se encuentra en la calzada de Tlalpan, del mismo nombre. La comida y el servicio tienen la misma calidad, y aquí tiene la ventaja de tener como vista la bella fachada de cantera rosa de la antigua librería de Murguía, decorada con los bustos de Gutemberg, inventor de la imprenta, y Sedelnefer, creador de la litografía.

Los domingos tienen caldo gallego y fabada, o si no quiere pecar en demasía, una ensalada de palmito y espárragos; de plato fuerte, es muy sabroso el clásico filete Chemita, grueso y jugoso, y si no come carne roja, un filete de robalo empapelado a la mostaza. Deje lugar para el postre, porque es fundamental el pastel Diplomático, vea si no: una capa de flan y una de chocolate, bañado con salsa de cajeta con chocolate y nuez.

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