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México D.F. Domingo 12 de septiembre de 2004
Elena Poniatowska /I
Gran homenaje en el Colmex a la escritora, académica y diplomática
Castellanos, precursora del feminismo en México
En su excelente Crónica de la poesía mexicana, José Joaquín Blanco dice que Rosario Castellanos, "con su nombramiento de embajadora y su muerte lamentable, pasó a encarnar un mito nacional''. La apreciación de Blanco es indiscutible.
A 30 años de su muerte, ocurrida el 7 de agosto de 1974, Elena Urrutia y Adriana Ortiz Ortega organizan para los días 3, 4 y 5 de noviembre, en El Colegio de México, un coloquio internacional sobre Rosario Castellanos, probablemente la escritora mexicana más importante después de Sor Juana Inés de la Cruz y, desde luego, la más completa. Rosario Castellanos, poeta, novelista, cuentista, dramaturga, ensayista, crítica, periodista, académica y, por supuesto, una de las maestras universitarias más amadas de la Facultad de Filosofía y Letras, y un icono de la literatura nacional.
Rosario hizo literatura con los sucesos de su vida diaria. Sus novelas son autobiográficas: Balún Canán y Oficio de tinieblas; sus cuentos, sus poemas, son reflejo del desamor que la marcó y aparece también en su obra Poesía no eres tú. El verdadero valor de Rosario Castellanos radica en sí misma porque mejor que nadie supo reunir a la escritora, la madre, la compañera y la funcionaria patriota y comprometida.
Los participantes en los días de su homenaje serán Alejandra Torres, venida de Alemania; Alessandra Luiselli, de Estados Unidos; Beth Jorgensen, de Estados Unidos; Alicia Acedo, Emmanuel Carballo, Beatriz Espejo, Raúl Ortiz y Ortiz, Gabriel Guerra -hijo de Rosario-, Aurora Ocampo, Christopher Domínguez, Cynthia Steele, Rosa Beltrán, Rodrigo Avila, Sara Poot Herrera, Susan Schaffer, Javier Aranda, Lorena Cielo, Marie Lise Gazarían, Natalia Giannini, Pablo Espinosa, Samuel Gordon -el gran especialista en la obra de Castellanos- y muchos más, quienes hablarán de, entre otros temas, sus traducciones de Paul Claudel, St. John Perse y Emily Dickinson, y de sus artículos de fondo en el periódico Excélsior, enviados desde Tel Aviv, Israel, como embajadora de México, donde murió el 7 de junio de 1974 al electrocutarse con una lámpara casera en la sede de la embajada.
El 15 de febrero de 1971 fue un día clave para la mujer, porque Rosario Castellanos habló, en un gran acto público en el Museo Nacional de Antropología, del trato indigno entre hombre y mujer en México. En ese momento su grito de denuncia la convirtió en precursora de la lucha de las mujeres mexicanas.
Existen en el mundo varias pensadoras que escribieron sobre y para las mujeres: Virginia Woolf, Simone de Beauvoir, Betty Friedan, Gisele Halimí, Germaine Greer, y en Rosario Castellanos nació una literatura comprometida que echa por la borda patrones de conducta y formas de sometimiento, y muestra a las mujeres una nueva forma de ser, como ella misma lo pidió en un poema que podría considerarse el tótem del movimiento feminista mexicano, la única que encontró ''otro modo de ser humano y libre''. Todas somos Mesalinas o María Egipciacas o Güeras Rodríguez o cabareteras o esposas de Charles Bovary, y todas buscamos otro modo de ser humano y libre.
Entrevisté a Rosario Castellanos en siete ocasiones antes de que se fuera como embajadora de México a Israel nombrada por el ex presidente Luis Echeverría. Publiqué casi todas las entrevistas salvo ésta que guardé porque el tema del feminismo no interesaba entonces a Novedades. ''šAy no, angelito -dijo Fernando Benítez-. Deja a las sufragistas por la paz. Aburren''. Ahora, con motivo del gran homenaje de El Colegio de México, la rescato tal cual, con el lenguaje hablado de Rosario.
Sobre cultura feminista, la tesis de Rosario Castellanos
''Hice esa tesis en 1950 para recibir mi título de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México). Como la carrera para mí había sido muy difícil, porque los conceptos que me explicaban los maestros yo los traducía a imágenes, ya que mi modo de pensar no es conceptual, no podía atreverme con algunos de los grandes problemas filosóficos de los que clásicamente puede abordar un estudiante o un profesional de filosofía. Entonces, entre las muchas cosas que me sugirieron, hubo una que, pensé, podía tener relación conmigo: la filosofía de la cultura, pero aplicada a un problema específico: 'ƑExiste o no existe la cultura femenina?' Si existe, Ƒcuáles son sus características? ƑEs diferente de la creada por el hombre? Y si no existe, Ƒa qué podía atribuirse esa falta de existencia? Aunque no hay mucha bibliografía al respecto y es adversa a las mujeres, me puse a trabajar y me convencí de que no existía, pero traté de encontrar una explicación que fuera válida para mí. Yo decía que hacer cultura es una tentativa del hombre para permanecer, para alcanzar cierto grado de eternidad que la mujer no necesitaba, no tanto que no fuera capaz, sino porque no tenía necesidad de recurrir a este medio indirecto que es la cultura, porque ella se eterniza a través de la maternidad.''
-ƑLa maternidad hace imposible o, mejor dicho, innecesario que la mujer se ocupe de menesteres culturales?
-Me encontré con una serie de contradicciones, porque hay mujeres que sí se han dedicado a la cultura y cada vez más y en los países desarrollados; hay mujeres que se consagran a ella. En algunos casos particulares se podría hablar de maternidades frustradas, pero el caso de países desarrollados donde no había maternidad frustrada sucedía que había perdido valor dentro de la sociedad; el hecho de tener un hijo en un mundo que se ha vuelto tan frágil, tan posible de ser destruido de un momento a otro por la bomba atómica o por cualquier otra catástrofe, hace que la mujer tampoco pueda confiar en que la vida sea un valor perdurable. Y entonces recurre igual que el hombre a la cultura como una posibilidad de salvación. Todas estas tesis -que desde luego produjeron en mis sinodales y en el público una gran hilaridad, porque la réplica tuvo que hacerse a base de retruécanos y no de erudición- yo las sostuve, no sólo en las páginas escritas, sino también en cierta forma de vida que yo había elegido. Puesto que yo quería hacer cultura, renunciaba a la maternidad y ese fue el tema de algunos libros de poesía, etcétera, pero después cambié de opinión y no sé... ahora... el mío es un libro muy viejo que ya no me atrevería a sostener, es decir, creo que el problema de hacer o no cultura se tendría que enfocar de manera muy distinta y desde luego con mucho más información de la que yo poseía entonces.
El segundo sexo, de Simone de Beauvoir
-ƑCómo obtenías tu información?
- Al terminar la tesis llegó a México algo que a mí me habría servido muchísimo, El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, pero no lo tuve a la mano a la hora de la redacción.
-A propósito de la maternidad, Simone de Beauvoir dice que no salva a nadie y que es un acto narcisista.
-Sí, a ella no le interesa personalmente. Sin embargo, cuando habla de las posibilidades de realización de la mujer se refiere fundamentalmente a la maternidad, como también habla del amor, del matrimonio, de la posición en la sociedad, en fin. Recuerda, Elena, la enumeración de mujeres de Beauvoir: la mujer amorosa, la mística, la madre, la prostituta, etcétera.
La maternidad, canonizada por la sociedad
''Todas han escogido una forma de vida canonizada, digamos, por la sociedad, que le permite tener un desarrollo socialmente aceptado. Sin embargo, todavía dentro de la sociedad el hecho de que una mujer se dedique exclusivamente a la cultura se ve con cierta extrañeza, sobre todo en la medida en que un país no ha alcanzado un grado de cultura lo suficientemente elaborado como para que esto sea un hecho natural, común y corriente, Ƒno?''
-Pero en nosotras, Rosario, influye el consenso de proscribir a las mujeres que se salen de los cánones considerados normales.
-Pero yo creo que esto es una cosa recíproca. Si la sociedad no te facilita una forma de actuar dentro de la que tu acción sea respetada y además exista un cauce establecido para esa acción, entonces es natural que resultes extravagante. Además estás colocándote frente a la sociedad, desafiándola. En el desafío ya hay una actividad anormal y de ahí se derivan otras actitudes que redundan en esta aureola que rodea a las mujeres que hacen algo fuera de lo común. Su conducta se considera ''irregular''. Si se dedican a cualquier forma de trabajo que no sea el doméstico salen de su cauce natural y entran a un terreno totalmente inexplorado.
-La sociedad le dice a la mujer: "A ver cómo encuentras la manera de solucionar tus conflictos, porque nadie va a aprobar tu forma de conducta".
-Y entonces se produce también cierta reacción anormal en la persona que tiene que abandonar todo lo que para un hombre es aceptable, Ƒno, Elena?
El sentimiento de culpa es un germen de conductas equivocadas
-Sí, pero además a la mujer que se mete a hacer algo fuera del cauce acostumbrado, todos se encargan de cobrárselo de mil modos, Ƒno? Y ella se deja envolver y cae en las trampas que le ponen, porque se cree culpable a priori.
-Al abandonar lo que se supone es el recinto sagrado del hogar, no lo hace con la certidumbre de que actuar bien, sino de que ha traicionado la fe, la tradición, las buenas costumbres, las esperanzas que los padres y la familia depositaron en ella. El sentimiento de culpa es un germen de conductas equivocadas.
-Sin embargo, Rosario, las cosas han cambiado.
-Si nosotros comparamos la conducta de las sufragistas del siglo pasado con la de las mujeres que trabajan ahora, encontramos un abismo enorme. Las sufragistas cayeron no sólo en todos los abismos, sino en todas las ridiculeces. Tuvieron que hacer actos completamente incoherentes para afirmarse. Tú recordarás esa anécdota que cuenta Virginia Woolf -que era muy feminista-, de una inglesa en la época de la lucha por obtener el voto, quien no encontró mejor manera de hacer una acción positiva para conseguirlo que interrumpir la carrera del Derby, una institución muy respetada en Inglaterra, tirándose encima del caballo que iba llevando la delantera. Desde luego el caballo la mató pero ella también mató al caballo. Se hizo un escándalo tan extraordinario que no hubo más remedio que pensar que si había mujeres que eran capaces de matarse por obtener el voto, habría que considerar la posibilidad de dárselo. Con el tiempo se acabó por concederles el voto, como tu sabes, y ese tipo de acciones tan desorbitadas ahora ya no son necesarias.
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