México D.F. Martes 14 de septiembre de 2004
El desafío de China e India
Con diferentes enfoques, marcan
el paso en la carrera por el desarrollo económico
Economist Intelligence Unit /The Economist
China e India marcan el paso en la carrera por el desarrollo
económico, pero sus enfoques son muy diferentes: lo que China es
a la manufactura bien puede serlo India a los servicios. Juntos pueden
impulsar una más amplia y poderosa especie de globalización
que ejercerá presión sobre el mundo desarrollado.
El ímpetu de China, con las manufacturas a la vanguardia,
ha sido poco menos que portentoso. La participación de su sector
industrial en el PIB se elevó de 41.6% en 1990 a 52.3 en 2003, y
representó 54% del crecimiento total acumulado en ese periodo de
13 años. Igual de impresionante ha sido el impulso dado por los
servicios al crecimiento de India. La porción del sector en el PIB
indio se incrementó de 40.6% en 1990 a 50.8 en 2003, y representa
62 por ciento del aumento acumulado de ese indicador.
Las debilidades
Sin embargo, estas fortalezas de China e India enmascaran
debilidades de ambas economías. La proporción de la industria
en el PIB de India ha permanecido virtualmente estancada en 27.2% entre
1990 y 2003. En consecuencia, la actividad industrial ha representado sólo
27% del incremento de ese indicador en los 13 años pasados, la mitad
de la aportación evidente en China. A la vez, la proporción
de los servicios en el PIB chino se elevó de 31.3% en 1990 a 33.1
en 2003. En ese periodo la expansión de la economía de servicios
en China representó apenas 33% del incremento acumulado del PIB,
apenas poco más de la mitad de la aportación de los servicios
a la economía india.
China
ha rescrito el clásico guión del desarrollo encabezado por
las manufacturas. Cuatro factores principales han distinguido su industrialización:
una tasa doméstica de ahorro de 43%, impresionante progreso en construcción
de infraestructura, creciente inversión extranjera directa y una
vasta reserva de mano de obra de trabajo intensivo y bajo costo. En contraste,
la tasa nacional de ahorro de India es de sólo 24%, su infraestructura
está en terrible forma y su capacidad de atraer inversión
extranjera directa (IED) -que fue de sólo 4 mil mdd en 2003- palidece
en comparación con los 53 mil mdd derramados en China en cada uno
de los dos años anteriores.
Estas desventajas no han detenido a India. Al optar por
un camino encabezado por los servicios, India ha dado la vuelta a las restricciones
en ahorro, infraestructura e IED. Al apoyarse en los servicios pone en
juego sus mayores ventajas: una fuerza de trabajo bien capacitada, competente
en tecnología de información (TI) y fluida en el idioma inglés.
El resultado ha sido un renacimiento de los servicios basados en la TI
-software, subcontratación de servicios empresariales, multimedia,
administración de redes e integración de sistemas-, que ha
permitido al país llenar el vacío dejado por las deficiencias
crónicas en la industrialización.
China, por su lado, es deficiente en la mayoría
de servicios privados, en especial las ventas al menudeo, la distribución
y servicios profesionales como contabilidad, medicina, consultoría
y derecho. Las excepciones son las telecomunicaciones y los viajes aéreos.
En los próximos cinco a 10 años, el rezago chino en servicios
representa una gran oportunidad. En el mundo desarrollado los servicios
representan al menos 65% de la actividad económica total, el doble
de la proporción actual de China. La expansión de los servicios
de trabajo intensivo podría también llenar una importante
necesidad de empleo, puesto que las reformas en las empresas de propiedad
estatal siguen eliminando entre 7 y 9 millones de empleos por año.
Si continúa el crecimiento impulsado por la industria
en China, e India lleva adelante su rara estrategia de desarrollo basado
en los servicios, el mundo industrial rico enfrentará nuevos y grandes
desafíos. La teoría de la liberalización del comercio
y la globalización sostiene que hay poco de qué preocuparse.
A la larga, el ingreso que obtienen los trabajadores como productores debe
aparecer en el otro lado del balance como poder de compra de una nueva
clase de consumidores, lo cual ofrecerá oportunidades a proveedores
del mundo desarrollado.
El problema es que algunas de estas presunciones básicas
están en seria duda. En su forma más simple, los modelos
económicos ''abiertos'' comprenden dos sectores: negociables y no
negociables. Para las naciones ricas desarrolladas, la pérdida de
proporción del mercado de manufacturas ante naciones en desarrollo
de bajo costo es aceptable en tanto tengan como recurso seguro el sector
de servicios, no negociable, el cual durante mucho tiempo ha estado a salvo
de la competencia internacional.
Sin embargo, ahora que basta dar un clic al ratón
de la computadora para exportar a cualquier parte el producto basado en
conocimientos de los trabajadores de cuello blanco, las reglas del
juego han cambiado. Muchos servicios se vuelven negociables, no sólo
en el extremo inferior de la cadena de valor -operadores de centros de
atención a clientes o procesadores de datos-, sino cada vez más
en el superior, donde trabajan los programadores de software, ingenieros,
contadores, abogados consultores y médicos.
Los modelos de desarrollo impulsados por los servicios,
como el de India, amplían el campo de juego de la competencia global.
En consecuencia, surgen nuevas presiones sobre la contratación y
los salarios reales en el mundo desarrollado, las cuales afectan a la recuperación
de empleos en los países ricos de alto costo laboral. Para los trabajadores
de esos países, los servicios exitosos -y los modelos de desarrollo
basados en la manufactura en países densamente poblados como China
e India- plantean la pregunta más dura de todas: ''¿y nosotros
qué?''
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