Un recorrido con la Patrulla Fronteriza y un recuento de la muerte en la línea La noche de la migra Fotorreportaje: José Antonio López Los recursos parecen ilimitados. La
Patrulla Fronteriza tiene todo para atrapar a quienes se atreven a cruzar
la línea, aun por los sitios más inhóspitos. Sin embargo,
la mayoría consigue pasar. Cada año, un millón es
atrapado y devuelto a México. Otros, 3 mil desde que arrancó
la Operación Guardián en 1994 se quedan para siempre en el
desierto. Y varios centenares son enterrados en el vecino país,
en calidad de desconocidos.
El anuncio se transmite ya en la televisión estadunidense y pronto, aseguran autoridades de ese país, podrá verse en México, particularmente en las entidades donde vive la mayoría de sus destinatarios. Corte. Truena el helicóptero en la radio. Un supuesto reportero informa que 400 mexicanos mueren cada año en su intento de cruzar la frontera. "¡No seas uno más!", dice la grave voz. Esta vez el anuncio es del gobierno mexicano. "La búsqueda de un sueño puede ser tu peor pesadilla", completa un cartel del Instituto Nacional de Migración.
Los gobiernos de ambos países empeñados en salvar vidas. Un asunto estrictamente humanitario, dicen. El reino de Pilatos, visto de otro modo. Parecería que no son la política de control fronterizo ni los desastres sucesivos de los gobiernos mexicanos los culpables de que los migrantes tomen el terrible riesgo de la frontera. Luego, el único responsable es el migrante que se deshidrata o se ahoga. O, en todo caso, la naturaleza. Jorge Durand cita a Andreas Feldmann, especialista
en derechos humanos de la Universidad de Chicago, quien explica que no
existe la fórmula legal, "los argumentos pertinentes para denunciar
legalmente esta situación e implicar a los Estados como responsables.
No se puede hablar de genocidio, ni de crimen, porque no hay una voluntad
expresa de matar. Y al buscar el término adecuado para calificar
las muertes masivas sólo existe una palabra, mortandad".
Y sus muy impactantes anuncios: "El objetivo es salvar vidas y evitar que acontezcan más muertes", dice un funcionario del gobierno de Estados Unidos. Nadie es culpable. "Se trata de un crimen perfecto explica
Durand porque no es un crimen, es una mortandad. Es la naturaleza la que
se encarga del asunto y en este contexto sólo sobrevive el más
apto. Curiosamente, la política disuasiva estadunidense ha optado
por el darwinismo social, por la selección natural".
LA LÍNEA EN NÚMEROS La línea divisoria México-Estados Unidos es la frontera más transitada del mundo: 300 millones de cruces anuales. Mexicanos que emigraron a Estados Unidos en 2003: 650 mil (Pew Hispanic Center y Bendixen Associates). Migrantes detenidos en 2003 al intentar ingresar a Estados Unidos: casi un millón (Fundación de Asistencia Legal Rural de California con datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores). Migrantes la mayoría de origen mexicano que murieron al intentar ingresar a Estados Unidos en 2003: 412. Casi la mitad murió por asfixia o deshidratación (Fundación de Asistencia Legal Rural de California con datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores). Número de personas que han fallecido en su intento de ingresar a Estados Unidos desde 1993, cuando se puso en marcha Gatekeeper en California y programas similares en otros estados fronterizos: más de 2 mil 800 personas (Fundación de Asistencia Legal Rural de California con datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores). Zona desértica más hostil para la vida humana: el Sahara. Segunda zona desértica más hostil: la que se ubica entre California y Baja California. Temperatura que llega a alcanzar esta zona en verano: 53 grados centígrados. Número de migrantes que han muerto en la región desértica entre California y Baja California en los pasados cinco años: al menos 388 (cifras de la Patrulla Fronteriza). (Recopilación:
Tania Molina Ramírez)
Habla la migra:
Alberto Nájar Pero de este lado, en territorio de Estados Unidos, en la barda sólo hay números para identificar las distintas planchas con que fue construida. "Así es más fácil repararla", explica Jorge Márquez, supervisor de la Unidad de Asistencia a Víctimas del Crimen de la Patrulla Fronteriza. "La gente hace muchos hoyos para espiar a las unidades, y con el número se ubica más rápido las que están dañadas". El mantenimiento es constante, porque a los agentes de la Patrulla Fronteriza (Border Patrol en inglés) no les gusta ser espiados. Por eso reportan inmediatamente los hoyos por donde los polleros reportan, vía teléfono celular, todos los movimientos. Hay razones para la cautela, insiste el supervisor Márquez. "Una vez los coyotes pusieron una lona de este lado y con un soplete cortaron el metal; luego con un coche la empujaron y se metieron", cuenta. Por eso se construyó un muro adicional, de cinco metros de altura que en la parte superior tiene una inclinación de 45 grados que, sin embargo, no desanima a los migrantes que suelen aprovechar cualquier oportunidad para colgar escaleras improvisadas y deslizarse por la barda. "De todos modos los agarramos explica Márquez, porque es el objetivo de Guardián, no dejar escapar a nadie". Tal vez sea así. Hace 10 años se capturaban en esta zona un promedio de 600 mil personas al año ("una vez atrapamos a mil 100 en un solo turno", presume); hoy las aprehensiones son apenas la quinta parte de ese número. Viernes por la noche. La oficina de la Border Patrol de Chulavista autorizó a Masiosare recorrer la línea que separa Tijuana de San Ysidro, una de las zonas más vigiladas de la frontera entre México y Estados Unidos. La visita sirve a algunos agentes para presumir armas y equipo, como el Night Vision Scope, una cámara de visión nocturna capaz de mostrar, con detalles, imágenes captadas a dos millas de distancia. Los migrantes le dicen ojo de gato, quizá porque los descubre incluso en zonas oscuras. Además del Scope, los agentes destacados en San Ysidro tienen sensores de movimiento (los cuales, con mucha frecuencia, envían señales equivocadas, sobre todo cuando los pisan las vacas), canales restringidos de comunicación radiofónica, cámaras de televisión en toda la línea y sistemas integrales de monitoreo. Pero no todos cuentan con pistolas que disparan balas con polvo pimienta, pues éstas se entregan sólo a los agentes que las solicitan, los cuales deben aprobar un curso de entrenamiento especial que dura un día. Tal vez por eso la mayoría mantiene sus viejas costumbres, y no abandonan las pistolas calibre 40 con balas expansivas. "Son menos letales que antes, cuando lo común era portar la Magnum 357", justifica el supervisor. *** Más que las protestas por la muerte de 3 mil indocumentados en la frontera; por encima incluso de los recortes presupuestales, lo único que ha logrado detener la Operación Guardián han sido las quejas de grupos ambientalistas. Así ocurrió en San Ysidro, donde una organización ecologista detuvo varios años la construcción de la segunda barda metálica, ante el riesgo de acabar "con unos camaroncitos que nacen en los charcos que hace la lluvia", lamenta el supervisor Jorge Márquez. Por esa razón la segunda barda metálica está incompleta. Es algo que no entiende, añade cuando el grupo llega a Spooners Mesa, un barranco muy socorrido por los indocumentados. "Es una ridiculez que pongan unas pocas plantas por encima de la seguridad del país y de millones de personas" se queja. Y es que Márquez, como muchos agentes de la Border Patrol, cree firmemente que los terroristas pueden cruzar la frontera con México. "Nosotros más que nadie sabemos qué tan porosa es esta frontera", insiste. ¿Deveras es fácil? Yo veo una barda de cinco metros... Pues hay 10 millones de mexicanos sin papeles en el país, ellos le pueden decir qué tan fácil es. Y los terroristas pueden pagar al mejor coyote. *** La voz femenina que se escucha en la radio suena emocionada. Es una agente que escuchó ruidos y encontró huellas en un barranco cercano a Playas de Tijuana. El reporte excita a sus compañeros, que anuncian su traslado inmediato a la zona. "Es que no hay nada que hacer", justifica el supervisor Márquez. Minutos después aparece el grupo de agentes que recorre paso a paso el lecho de un arroyo, las lámparas de mano que escudriñan cada matorral. Durante 20 minutos la oficial que hizo el reporte sube y baja la ladera de un cerro, mientras sus compañeros no paran de llegar, extrañados ante la presencia de los visitantes. No son los únicos. Un rato antes un agente que no fue advertido del recorrido atascó su camioneta en la playa cuando trató de alcanzar a los reporteros que conversaban con un trío de chiapanecos que esperaban el momento de rodear, a nado, la cerca metálica. "Pero están bien duras las olas, jefe, no sé si la vayamos a hacer", confiesan. Por fin, cuando su búsqueda parecía fracasar, la agente suelta un grito de alegría. "¿Son todos, cuántos vienen?", dice a un par de indocumentados que se ocultaban en un matorral. "Levántense, pongan sus nalgas aquí", ordena. La mitad de los agentes se retira, mientras la agente se lleva a los indocumentados al cuartel de Imperial Beach. Poco obtuvo de ellos, apenas que uno dijo llamarse "Castillo Castañeda". Más tarde regresó al arroyo, armada con un equipo completo de visión nocturna. *** Los indocumentados, se pregunta al supervisor Márquez, no cruzan la frontera por gusto, ni mucho menos con ánimo de arriesgar la vida. ¿Lo saben los agentes de la Patrulla Fronteriza? "Esa situación está fuera de nuestro control", responde mientras se enfila hacia el cuartel de Imperial Beach. "Es nuestro trabajo detener a los ilegales, no son enemigos. Tienen sus dificultades en México pero no podemos hacer nada. Si por compasión cierro el ojo mientras ellos cruzan me corren a mí, y entonces quedo en la misma situación que ellos". ¿Sólo un empleo más? ¿Y los abusos a los migrantes? "No se pone todo en perspectiva, porque hay abusos en los departamentos de policía, las fábricas, las maquilas, en toda la sociedad", afirma. "De nosotros sólo cuentan de los maltratos y no descuentan las acusaciones falsas de los polleros, no se dice que cada año arrestamos a un millón de personas y los abusos, en comparación, son pocos". La muestra son, explica, las modificaciones hechas a las patrullas que ahora cuentan con sistema de aire acondicionado en la caja donde trasladan a los migrantes, el sistema de monitoreo por televisión en toda la línea que permite disuadir del cruce a los migrantes, o las celdas del cuartel de Imperial Beach que ahora tienen colchones individuales, agua potable e instalaciones sanitarias. "Siempre hay galletitas, juguitos, agua. A lo mejor habrá algún agente que no dé comida, pero la mayoría somos buenas gentes", se defiende. *** Tres mil muertos en la frontera, la mayoría mexicanos. Organizaciones de derechos humanos en ambos lados de la frontera dicen que es responsabilidad, en buena medida, de la política migratoria de la Casa Blanca. Pero los agentes de la Border Patrol
no
piensan así. "Hay anuncios para avisar del peligro, que si cruza
cada persona lleve por lo menos un galón de agua por día;
se les advierte mucho de los riesgos y de todos modos siguen cruzando",
explica el patrullero. "A veces uno siente que le habla al aire, que hace
lo que puede y de todos modos siguen las tragedias".
Alberto Nájar El próximo 2 de octubre se cumplen 10 años de la Operación Guardián, el inicio de una serie de acciones del gobierno estadunidense para sellar su frontera al cruce de indocumentados, cuyo saldo es grande en vidas humanas: 3 mil fallecidos en una década, prácticamente uno en cada kilómetro que separa a México de Estados Unidos
Row 10-27. John Doe. Hay cerca de 400 bloques iguales en el cementerio de este pequeño pueblo ubicado a unas 10 millas de la frontera con México, y que presume tener el mejor festival de la zanahoria de Estados Unidos. Row 10-28. John Doe. En español diría Hilera 10-28, Juan N., una traducción dramáticamente adecuada para el sitio: alrededor de 250 de estas tumbas pertenecen a indocumentados que perecieron en el desierto de Valle Imperial en su intento por cruzar la frontera. Casi nada se sabe de ellos, apenas el sitio donde fueron localizados y, cuando fue posible, su género y edad aproximada. Pero a veces ni eso se consignó, consumidos los cuerpos por uno de los desiertos más inhóspitos del planeta. Terminan entonces como un número tallado sobre bloques de cemento que cualquiera puede mover, pues no están fijos a la tierra. John Doe para los varones, Jane Doe en el caso de las mujeres, enterrados todos al fondo del cementerio Terrace Park en la zona para indigentes, algo que para algunos es una muestra de la hospitalidad estadunidense hacia los indocumentados que desde hace 10 años, con la puesta en marcha de la Operación Guardián y los programas que le siguieron Río Grande, en Texas, Salvaguarda, en Arizona están obligados a cruzar por sitios cada vez más peligrosos. Una década con un enorme costo en vidas, lamenta Claudia Smith, directora ejecutiva de la Fundación Rural de Asistencia Legal de California: al finalizar este año serán 3 mil los fallecidos, prácticamente uno por cada kilómetro de la frontera entre México y Estados Unidos; más que las víctimas del ataque a Nueva York que desató la guerra contra Irak. Y la cifra podría ser mayor, porque los gobiernos empezaron a registrar a los muertos de la frontera hasta 1998 cuatro años después del arranque de la operación, y porque existe "un sinnúmero de desaparecidos" que ninguna autoridad busca. Por el contrario, ambos gobiernos parecen empeñados en minimizar, aunque sea en las hojas contables, la cantidad de muertos en su frontera. Desde el año pasado el Departamento de Seguridad Interior estadunidense (DHS, por sus siglas en inglés) decidió excluir de sus estadísticas a los esqueletos, los fallecidos en persecuciones, los sofocados en trenes y cajas de tráiler así como los muertos a más de 100 millas de la frontera. De esta manera, casos como el de los 19 migrantes que perecieron en la caja de un tráiler en Victoria, Texas, en 2003, no fueron incluidos en las cuentas de la Patrulla Fronteriza.
"Hasta la misma Border Patrol ha dicho que 96% de sus detenidos son mexicanos, eso muestra de dónde proviene el flujo migratorio", insiste Smith. El objetivo es claro: dar la impresión de que las muertes se han reducido, algo que está lejos de la realidad. En una carta enviada en marzo pasado al subsecretario para América del Norte de la SRE, Gerónimo Gutiérrez, la directora de la Fundación advirtió la posibilidad de que "los aspirantes a indocumentados podrían creer que los riesgos se han aminorado, cuando en verdad ocurre todo lo contrario". Tuvo razón. En 2003 fallecieron en Yuma 15 migrantes; en lo que va de este año la cifra es de 28 víctimas. Y en julio pasado, dentro de un área de 10 kilómetros cuadrados entre Cerro Colorado y El Centinela, a media hora de Mexicali perdieron la vida ocho indocumentados. Los datos fueron muestra que, otra vez, como ha ocurrido en la última década, el flujo migratorio busca nuevas rutas, presionado por el aumento de la vigilancia en el desierto de Arizona, el camino seguido desde hace tres años. Regresa al corredor Rumorosa-Ocotillo-Yuma, la misma zona que surtió de John Doe´s al cementerio de Holtville. *** Desde hace tres años Enrique Morones libra una batalla interminable. En 2001, junto con un grupo de voluntarios, creó la organización Angeles de la Frontera, que desde entonces se dedica a colocar estaciones de agua en las zonas de mayor cruce de indocumentados. La idea de dejar agua surgió ante el aumento de las muertes por deshidratación a consecuencia no sólo del cierre de la frontera, sino por la falta de preparación de los migrantes para cruzar el desierto. A lo largo de la frontera existen varias organizaciones similares a la de Morones, como Human Borders, en Arizona, o Paisanos al Rescate, en Texas y Nuevo México, la cual, por cierto, tiene una singular forma de operar: los voluntarios recorren el desierto en una avioneta, y cuando detectan migrantes les arrojan botellas de agua. Las autoridades también ponen su parte. El Instituto Nacional de Migración (INM) colocó dos torres de ayuda en el Valle Imperial, Baja California, y Puerta San Miguel, Sonora, en las cuales los indocumentados pueden descansar y esperar ayuda del Grupo Beta. Y el gobierno estadunidense, por su parte, aplicó el año pasado un programa lateral de repatriación mediante el cual los detenidos en Arizona fueron deportados a sitios alejados como El Paso y Brownsville, Texas. Este 2004 las repatriaciones (supuestamente voluntarias) se realizan directamente a ciudades mexicanas, como Guadalajara y el Distrito Federal. También se creó un grupo especial de búsqueda y salvamento dentro de la Patrulla Fronteriza, el cual recorre las zonas de mayor riesgo. Hasta ahora, sin embargo, las acciones no han evitado las muertes en la frontera que, según Claudia Smith, en lo que va del año son 8% más que en 2003. Es irónico. A las deportaciones en sitios alejados los polleros respondieron con una estrategia comercial: ahora los tratos incluyen la oportunidad de intentar el cruce en dos o tres ocasiones por el mismo precio, con lo cual los migrantes se apresuran a regresar a la frontera en peores condiciones de salud que la primera vez. Y los grupos de ayuda tampoco funcionan, insiste Claudia Smith, pues al mismo tiempo "intensifican la estrategia de alejar a los migrantes a lugares cada vez más remotos, donde no pueden ser rescatados". *** El área donde están las tumbas de los migrantes no identificados aparece limpia, la tierra aplanada sin rastros de maleza. No es un favor: hace unas semanas un grupo de activistas colocó en cada sepultura una cruz de madera con la leyenda "No olvidado", como una forma de recordar que allí, bajo la tierra, yacen seres humanos. Pero las cruces fueron destruidas y los restos arrojados en las afueras del cementerio. Enrique Morones culpa a los grupos extremistas,
abundantes en la región. "Hay mucha gente que no nos quiere aquí,
ni siquiera muertos", lamenta.
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Agentes de la Patrulla Fronteriza detienen a indocumentados ocultos en unos matorrales. La Jornada recorrió la línea y el cementerio donde yacen los restos de centenares de migrantes desconocidos FOTO JOSE ANTONIO LOPEZ