México D.F. Martes 21 de septiembre de 2004
Marco Rascón
19 del 19
ƑPor qué los avances sociales y políticos más profundos se gestan en la tragedia? ƑPor qué los mexicanos ofrendamos sacrificio para transformarnos? Las duras enseñanzas derivadas del sismo del 19 de septiembre de 1985 parecieran haberse borrado al paso del tiempo y sido tragadas por el discurso político tradicional, la institucionalización de la participación ciudadana y la evolución de los actores de aquel tiempo.
Del sismo de 1985 se desprende parte de la raíz de 1988, en particular en la ciudad de México. Ahí se acentuó la debacle del priísmo y el sistema de regencia que determinaba que los habitantes del Distrito Federal eran ciudadanos menores de edad, ya que su estabilidad y seguridad sólo podían derivarse del poder central del Presidente de la República a través de un regente, secuela del pasado virreinal.
La insurgencia social y vecinal legitimó y extendió la protesta pública, la asociación con los vecinos, la conciencia de comunidad dentro de la ciudad misma, y territorializó el concepto de participación ciudadana como parte esencial de la forma de gobierno. De la emergencia, que puso a la vanguardia a la ciudadanía, los jóvenes y los estudiantes, se pasó a la formación de movimientos y organizaciones entrelazadas con la vida cotidiana, así como del momento extraordinario, insurreccional, a la pertenencia y reconocimiento de la solidaridad como extensión de la fuerza individual.
El PRI y el poder no pudieron hacer nada, sino ceder y tratar de manipular. Caminaban atrás de lo que comunidades y movimientos expresaban en las calles, en las manifestaciones y mítines, nutridos de amas de casa, de profesionistas, de empleados con la idea de transformar la temporalidad de damnificados a ciudadanos en pleno ejercicio de sus derechos sociales y civiles. Tres años después, en las elecciones de 1988, la ciudad votó 48 por ciento a favor de Cárdenas y el Frente Democrático Nacional, dejando a Salinas y al PRI con tan sólo 27 por ciento. ƑNo es ésta una raíz para entender 1997 y 2000?
A lo largo de estos 19 años, hay que decirlo, ese impulso fue acaparado por la estructura política. Se le despojó de su independencia esencial y se ha corporativizado al servicio de las disputas políticas o las necesidades gubernamentales. El plebiscito realizado desde la sociedad a favor del gobierno propio fue saboteado por los medios de comunicación electrónica a niveles grotescos de censura y aun así se expresó la fuerza de los movimientos populares surgidos del terremoto de 1985.
Hoy el plebiscito ha sido convertido en instrumento del gobierno para legitimar sus decisiones, organizar el proceso, definir las preguntas y controlar los resultados. De haber mantenido su independencia los movimientos populares, seguramente los segundos pisos del Periférico hubiesen sido vetados e impedidos, Giuliani no hubiese pisado ni un instante esta ciudad con su Cero tolerancia y jamás se hubiese aprobado una ley cívica como la que ahora se aplica.
Todo esto ha sido posible porque el gobierno actual tiene una raíz: la insurrección ciudadana nacida del terremoto de 1985, y con esa primicia de legitimidad ha hecho lo que nunca habrían podido soñar el PRI o el PAN frente a la fuerza de los movimientos.
De aquellos polvos del sismo sólo ha quedado la redensificación y construcción de viviendas, pero bajo un criterio contrainsurgente que veta la gestión colectiva y comunitaria, individualizando soluciones, dejando al poder los criterios, exclusivos de bancos y financieras, para el otorgamiento de créditos. No obstante, la construcción de viviendas en las áreas centrales significó un paso importante en la generación de oferta de vivienda, que necesariamente tendrá que paliar temporalmente la especulación en torno a la vivienda en renta.
El costo de este avance fue la desarticulación de los movimientos ciudadanos y su transformación en agencias de bienes raíces. La diferencia fundamental con los movimientos hasta 2000 es su despolitización y corporativización en función de las necesidades gubernamentales, antes que regirse por la solidaridad de los ciudadanos.
A 19 años los ecos del 19 de septiembre se escuchan débiles por ahora. A la gran mayoría de los movimientos surgidos del sismo les pasa lo que al PRI antes de 1985: creía que todo lo controlaba. El nuevo protagonismo civil les demostró que su esquema era débil e imperfecto y los llevó a resistir y combatir esta insurgencia vecinal. Hoy las estructuras anquilosadas del Movimiento Urbano Popular se comportan como el PRI antes del sismo, pues cargan un pecado: la inmovilidad, la burocratización y la subordinación al esquema meramente gubernamental, dejando fuera su propia iniciativa y su independencia, cualidades que precisamente hicieron del movimiento un protagonista fuerte y prestigiado.
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