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México D.F. Martes 21 de septiembre de 2004
Teresa del Conde/ II y última
Decimosegunda Bienal Tamayo
Un número considerable de artistas envió grabados o series de grabados impresos sobre una superficie que correspondía a las medidas requeridas. Varios fueron aceptados, los de Pilar Bordes y Tatiana Montoya están en ese caso dada su contundencia y logística, pero otros, aun procediendo de autores conocidísimos, no quedaron en la última consideración porque en realidad el hecho de que se tratara de impresiones de grabados aislados en un mismo soporte, llegó a convertirse en un recurso demasiado manido.
Por eso se tomó en cuenta en gran medida el manejo espacial. Dicho manejo resultó determinante en la premiación de Carlos Gutiérrez Angulo. Es una xilografía sobre loneta, sin sección alguna, de 270 x 180. Dos miembros del jurado preferíamos premiar otra obra y dejar aquélla para mención primera, pero la argumentación de Raquel Tibol, más el voto sumado de Alma Ruiz, acabó por definir una situación que a decir verdad causó atmósfera de duda entre nosotros, misma que acabó por evaporarse.
El enfrentamiento con la realidad de las obras siempre causa shock. Hay algunas que ''ganaron" indudablemente de la transición entre lo que es una imagen proyectada a la consideración de la realidad de la pieza. En ese caso está Eco, 2004, de Javier Anzúrez que ocupa lugar relevante, lo mismo que el retrato en tinta china sobre papel de Katia Olalde, Anteros III. ƑCómo definir la violencia?
Pero otras irremisiblemente perdieron la presencia que las proyecciones supo-nían y desde mi punto de vista en ese caso está el carboncillo y crayón sobre papel de china de Estrella Carmona, cuyo futuro itinerante preocupa porque su hechura resultó no sólo sumamente frágil, sino incluso quizá aleatoria, además de que alguien pensó (no sólo yo) que si se tratara de un brioso dibujo en dimensiones tamaño hoja de papel Ingres, la pieza hubiera ganado en eficacia. Amplificado a escala casi mural 220 x 174, para responder a la convocatoria, resulta por lo menos redundante.
La obra tridimensional de Víctor Mora, El taxista (2004), resultó admitida por ser la única pieza tridimensional que se recibió, pero me temo que requería mejor impresión en sus superficies. La serigrafía sobre papel de estraza en dos secciones de Richard Moszka, que causaba muy buen impacto visual en la pantalla, resultó demasiado ''povera" (tanto que solicité a los museógrafos una intervención ligera que la mantuviese adherida a la mampara), cosa que no sucedió con el entintado sobre papel de El Gritón, Vuelo con alas, máxima Nissan.
Se entiende que la economía de elementos en el entintado sobre papel transmisor de la huella de dos llantas cruzadas es, aunque no una muestra de ingenio insuperable, sí propositiva e inteligente, inclusive por el título. Es más, fue una de las piezas que mayormente atrajo la atención de la ''jurado internacional" Alma Ruiz, quien trabaja como curadora adjunta en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Angeles, y que fue responsable de la curaduría de Gabriel Orozco en el propio museo Tamayo.
Hay piezas culteranas y eso acrecienta la apreciación de determinados jurados. El caso típico es Chien mèchant (perro mordaz), de Arturo Elizondo, basado en la famosa fotografía de los surrealistas ''invidentes" propuesta por Rene Magritte, Je ne vois pas la cachée dans la fôret, que Elizondo convirtió muy acertadamente en un manifiesto con connotaciones políticas al ofrecer a Coyoxauqui (la desmembrada) en el centro de la composición, como fondo en versión distinta del conocido desnudo magritteano. En torno a ella, en vez de ''surrealistas" (como Breton, Dalí, Buñuel, Eluard, Aragon, el propio Magritte, etcétera) están los presidentes de México.
Esa pieza fue de mi predilección desde el principio, pero debo confesar que como obra dibujística con caracteres específicos tiene algunas fallas, pues los parecidos de los presidentes hubieran requerido de mayor cuidado. La obra de Juan DCCastañeda, a base de cast shadows (Sombras y caudillos), concebida para ser museografiada a piso, resultó un acierto e igual la pieza de otro aguascalentense, Moisés Díaz Jiménez, que simula ser una placa xilográfica sin serlo.
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