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México D.F. Miércoles 22 de septiembre de 2004

BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

La dimensión geoestratégica del agua

EXISTEN ELEMENTOS DE la naturaleza y mercancías producidas por los humanos que han marcado los tiempos y que conllevan un distintivo geoestratégico. Más que rescatar a la raptada Helena, los griegos buscaban capturar Troya, situada en la moderna Anatolia, para controlar el paso de las especias y la seda provenientes del Lejano Oriente, en el estratégico estrecho de los Dardanelos: la salida del mar Negro al Mediterráneo. Desde la Iliada hasta hoy, el mar Negro, situado entre los pilares geográficos del Cáucaso y los Balcanes, sigue marcando como nunca el diapasón de los tiempos.

SE HA VUELTO un axioma geopolítico incontestable que si el siglo XX fue marcado por el control del petróleo, el siglo XXI lo será por el agua. Ningún problema humano y planetario es más apremiante que la crisis de ese elemento, que por sus alcances naturales y sociales se encuentra en el corazón de la supervivencia de los humanos y de la biosfera, un concepto muy avanzado acuñado por el geoquímico ruso Vladimir Vernadsky, quien sentenció que, en la etapa actual del desarrollo, aniquilar al prójimo y devastar los ecosistemas de su entorno equivalen al suicidio de uno mismo.

SUENA PARADOJICO QUE en medio de la abundancia hidráulica del planeta cunda una severa escasez. El reporte de la ONU sobre el Desarrollo mundial del agua señala que "aunque representa la sustancia más abundante del planeta, solamente 2.53 por ciento es 'fresca' mientras el restante es 'salada'. Alrededor de las dos terceras partes del 'agua fresca' se encuentra en glaciares y en las nieves eternas". Otros reportes recientes refieren que cerca de 70 por ciento de la humanidad obtiene el mínimo limítrofe de necesidades básicas (30 por ciento) o francamente carece de ella (40 por ciento), cuando en la próxima generación, según un comunicado de prensa de la UNESCO del 5 de marzo del año pasado, "el promedio del abastecimiento de agua por persona en el planeta se espera sea reducido a la tercera parte".

EN EL CITADO REPORTE de la ONU se admite que "el cambio climático repercutirá en 20 por ciento del incremento en la escasez mundial de líquido". Los signos perturbadores sobre la escasez del "agua fresca" se han magnificado por el rápido cambio climático inducido por el consumo depredador de los fósiles de hidrocarburos, primordialmente de su mayor consumidor y contaminador a escala planetaria, Estados Unidos, que en la etapa aciaga del bushismo unilateral pisotea el Protocolo de Kyoto con el fin de no solamente evadir su contribución pactada de 4 billones de dólares, sino también para mejor librar sus guerras multidmensionales, lo cual a su vez redunda en el incierto manejo de los recursos acuíferos, susceptible de alterar los ecosistemas y de afectar la unicidad biosférica de todos los seres vivientes de la creación.

EL CUERPO HUMANO está constituido por 70 por ciento de agua. Con su agua consustancial orgánica, el ser humano se encuentra en el eje del ciclo del magno ecosistema del agua desde su ingesta, pasando por su salubridad, hasta la cadena alimentaria. La paradójica escasez de "agua fresca", en medio de océanos de agua salada, pone en riesgo no solamente el desarrollo económico, sino también la salud y el bienestar del género humano. Los signos de los tiempos posmodernos son sumamente perturbadores y los sistemas acuíferos se encuentran en pleno estrés geológico. En 1995, la sueca Malin Falkenmark elaboró una atractiva metáfora sobre las variaciones del color del elemento dependiendo de su procedencia y uso: el "agua azul", menos de 40 por ciento, proviene de las precipitaciones que contribuyen a los flujos y al agua subterránea para uso humano; el "agua verde", un poco más de 60 por ciento, representa las precipitaciones que son transpiradas por la vegetación o que se evaporan del suelo. Por último, el "agua café" es el "agua azul" contaminada por el uso humano, es decir, agua industrial y de desperdicio que regresa al sistema acuífero terrestre. Ante tanta precaria carencia, Ƒno es aberrante hablar de "agua de desperdicio"? Gran parte de la resolución de la crisis del líquido involucra inversiones masivas en infraestructura para almacenar, transformar y transportar el "agua azul", así como reciclar la "café". Pero a la profesora Falkenmark le faltó añadir el "agua roja", que tiñe de sangre los otros colores debido a los conflictos geopolíticos.

SE CALCULA QUE 40 por ciento de la población mundial vive en las cuencas ribereñas de ríos compartidos por dos o más países. Antes del nuevo desorden mundial del 11 de septiembre no existía una poderosa ley internacional que gobernara la resolución de las disputas transfronterizas de agua, lo que de por sí acrecentaba su potencial conflictivo. Después del 11 de septiembre, ya no se diga después de la invasión ilegal de la dupla anglosajona a Irak, en varios puntos del planeta -que van desde la frontera de Estados Unidos y México hasta el reparto de los mantos freáticos de Cisjordania para el sistema nacional hidráulico israelí- parece imperar la solución "unilateral". A partir del hito histórico del 11 de septiembre, exacerbado por la fractura geoestratégica planetaria que ocasionó la invasión anglosajona a Irak, el mundo parece haber sido atrapado entre el Caribdis de las "guerras demográficas" en curso y el Escila de las subrepticias "guerras del agua", en medio del despliegue bélico del unilateralismo bushiano y su permanente "guerra preventiva". Más allá de las torturas paradigmáticas de Abu Ghraib, el bushismo unilateral ha dejado su impronta depredadora por medio de su "guerra biosférica", que pone en riesgo el equilibrio de todos los ecosistemas del planeta, como parte de la guerra desplegada por el control del petróleo a escala planetaria de parte de las trasnacionales anglosajonas, que conlleva al mayor uso desmedido de los energéticos y al calentamiento global que afecta el clima y las precipitaciones pluviales, evidentes por la mayor frecuencia de huracanes e inundaciones. Antes de ser declarada formalmente, la "guerra del agua", como corolario de la "guerra biosférica", ya está siendo desencadenada por medio de la guerra geopolítica del petróleo y la devastación ambiental que ha causado a lo largo del siglo XX e inicios del XXI.

LA MEZCLA DEL petróleo y el agua en geopolítica es altamente explosiva, como es notorio en el caso de los ríos Tigris y Eufrates, que nacen de la parte kurda de Turquía para fluir hasta Irak, donde se traslapan en sus aguas varios contenciosos añejos sin resolver. En los escenarios macabros de la CIA para la próxima generación se asienta que el Medio Oriente será la región con mayor precariedad acuífera, lo que ha prolongado el conflicto palestino-israelí por el control tanto de los mantos freáticos de Cisjordania como por el lago Tiberiades-Galilea-Kinneret-Tabaraya (ni lingüísticamente son capaces de ponerse de acuerdo los humanos), que colinda con las Alturas del Golán, de Siria. Una buena parte de lo acontecido en Líbano -inmensamente pletórico en agua y cuyos cedros milenarios se nutren en las alturas de sus nieves eternas- se explica por el apetito acuífero de sus dos vecinos: Israel por el río Litani, y Siria por el río Orontes (Nahr El-Asi) que fluye en la fértil planicie de la Bekaa, donde subsisten las imponentes ruinas grecorromanas de Baalbeck. El manual de la CIA cataloga a Líbano como "un país superavitario en agua en una región deficitaria".

EL CONTINENTE ASIATICO, que cobija a más de la mitad de la población mundial y cuenta solamente con 36 por ciento de recursos hidráulicos, sufre una descomunal presión geológica y económica susceptible de ser explotada en forma perversa por la geopolítica expresada en la actualidad por el axioma ineluctable de que aquello que no se globaliza se vulcaniza y se balcaniza. Después de haber visto en acción al "Bush del petróleo", no queremos siquiera imaginar al "Bush del agua escarlata", quien aspiraría -conseguido el dominio global del agua por la vía geopolítica y/o de la globalización- hasta controlar el 70 por ciento del líquido corporal de los individuos.

LA GLOBALIZACION ES el nuevo instrumento para controlar el agua planetaria por la vía financiera. Los chacales de la depredadora globalización financiera, un modelo plutocrático-oligopólico-cleptocrático, se han disfrazado de Caperucitas en el Consejo Mundial del Agua y en la Asociación del Agua Global para promover su privatización, plasmada en el extenso documento Financiando el agua para todos (que suena a broma de pésimo gusto), y en cuyo seno figuran Michel Camdessus, anterior director del FMI; Enrique Iglesias, presidente dictatorial (lleva cuatro mandatos de cinco años cada uno) del muy mancillado BID (padrino del balcanizador Plan Puebla-Panamá); Onno Ruding, vicepresidente de Citigroup; Peter Eigen, director de la muy opaca Transparencia Internacional (financiada por Enron); Christan Deseglise del HSBC (subsidiado en forma parasitaria por el Fobaproa/IPAB), y el salinista-zedillista-cordobista Angel Gurría Treviño (quien goza de derecho de picaporte en los avernos). Los antecedentes de sus miembros sobran y bastan para eliminar cualquier veleidad suicida sobre la suerte hidráulica del planeta, que caería en manos de sus misántropos enemigos. Si la desregulación eléctrica fue un desastre, como demostró el "síndrome Enron" de California, la privatización del agua en Alemania (con el mayor costo entre los países desarrollados, de 1.91 dólares por metro cúbico, frente a Canadá, que opera un sistema estatal, de 40 centavos de dólar) ha sido una hecatombe (igual que en Brasil, Argentina, Filipinas y Kenia), según asienta David Hall, de la Universidad de Greenwich.

EL ASUNTO DEL AGUA, visto en forma integral, forma parte tanto de la cosmogonía sagrada, en el más extenso significado civilizatorio y humanista, como del metabolismo corporal y biosférico; su jerarquía suprema pertenece a la esfera de lo trascendental, que excluye el simplismo reduccionista de cualquier mercantilización profana. El agua no es una mercancía de intercambio trivial ni de negocio para maximizar ingresos: pertenece a la agenda eterna de los inalienables "derechos de supervivencia" del género humano, que reclaman una solución biosférica, es decir, de solidaridad colectiva de los mejores hijos de la creación, como líquido vital de la nueva civilización humanista a erigir sobre los escombros de la perniciosa globalización.

Sinopsis de una ponencia presentada en el Seminario Internacional del Agua, 21 al 23 de septiembre, en la Universidad de la Ciudad de México

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