México D.F. Miércoles 22 de septiembre de 2004
Soportó con estragos a Isidore
y Lili; Iván la devastó
No en años sino en huracanes, se cuenta la historia
en Pinar del Río
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
Pinar del Rio, 21 de septiembre. Dos huracanes
sacudieron hace dos años el pequeño balneario de Boca de
Galafre, en la costa suroccidental de Cuba, pero la tercera fue la vencida:
hace una semana Iván levantó olas de cuatro metros,
llevó el mar 200 metros tierra adentro, destruyó el caserío
y el restaurante e inundó la playa de rocas y escombros.
En esta provincia del occidente cubano, la historia empieza
a contarse ya no por años, sino por huracanes. La vida de los pi-nareños
se condiciona por lo que pasó -o lo que no pasó- con Isidore
y Lili (2002) y ahora con Iván.
Por ejemplo, la del administrador del restaurante de Boca
de Galafre, poblado de 5 mil 125 habitantes en Ensenada de Cortés,
que tuvo mil 245 evacuados. El secreto del lugar, dice Lázaro Valdés,
es que tiene aguas "sulfurosas, medicinales y que los baños de barro
aquí son buenos para la potencia sexual. La gente añora mucho
esta playa".
Pero
del restaurante sólo quedaron unas paredes entre piedras, vigas
y flora marina. "Los otros dos ciclones golpearon leve. Es-ta vez fue un
desastre total". Lázaro celebra que pudo salvar a los 21 trabajadores
y los bienes de la empresa. Desde refrigeradores, mesas y sillas, hasta
sus reservas de pollo, jamón, queso, bebidas y laterío. Todo
se lo llevaron a unos cinco kilómetros del lugar.
En lo que fue la playa deambula Luis Armando Pérez,
cantinero de La Habana, que tenía en Galafre una casita de madera
para vacaciones familiares, propiedad permitida en Cuba y que fue muy común
hace décadas. El huracán Lili se la llevó y
la volvieron a levantar. Habían terminado apenas en julio anterior.
Pero Iván volvió a dejarla en los huesos.
Entre La Habana y Pinar del Río, la ca-pital provincial,
hay 132 kilómetros de una espléndida supercarretera de ocho
carriles, la Ochovías. En todo el trayecto el corresponsal no pudo
ver un solo autobús de pasajeros, pero sí cientos de personas
que esperan botella (aventón) a la orilla.
De Pinar del Río al municipio de Guane hay 63 kilómetros
de una carretera de dos carriles, estrecha pero en buen estado de conservación.
Es la Central.
En tramos hay que ir a vuelta de rueda, porque puede estar
delante una carreta o un camión de redilas con gente apiñada
o una carretela de mulas o un tractor o un ciclista. Filas de personas
caminan a los lados de la vía. Decenas se agolpan esperando botella.
El transporte público se colapsó en la provincia
con la explosión de la crisis económica de la década
anterior y nunca se ha recuperado. La carretera Central serpentea de Pinar
del Río a San Juan y Martínez, donde una desviación
comunica con Galafre. De vuelta por la vía principal se llega al
poblado de Isabel Rubio. A la derecha se va para el municipio de Guane.
A la izquierda, para el de Sandino.
Son los dominios de Iván. Se ven algunas
casas de tabaco dañadas. Líneas de electricidad y teléfono
recién instaladas por algunos trabajadores que manipulan grandes
trailers y grúas. Hay montones de basura y despojos silvestres amontonados
para ser recogidos. Plantíos de cítricos y platanales derrumbados.
El maíz quemado y ningún autobús de pasajeros.
En Guane recibe a este diario Francisco Antonio Camero,
ingeniero agropecuario, ex director de uno de los aserraderos más
grandes de América Latina, el Combate de las Tenerías (30
millones de metros cúbicos anuales, mil 200 trabajadores), veterano
de Angola, damnificado él mismo por Lili y presidente de
la Asamblea Municipal del Poder Popular (equivalente a alcalde) de ese
municipio forestal y agrícola de 35 mil 909 habitantes, casi la
mitad evacuados.
Ahí y en el vecino Sandino, la inventiva popular
descubrió algo que ya es parte del arsenal cubano anticiclones:
los sacos de arena humedecidos pesan cinco veces más y sirven de
amarres a los techos. Donde hubo sacos no hubo daños en los techos.
Ahí se quedarán los sacos toda la temporada ciclónica,
que termina en noviembre, y el gobierno local fabricará de inmediato
5 mil piezas.
Además del aguacero, los vientos huracanados y
el obligado corte de electricidad, el problema en Guane fue que se desbordó
el río Cuyaguateje, que nace en las montañas del norte pinareño
y desemboca en la Ensenada de Cortés. La inundación impidió
el paso de la cabecera municipal a Isabel Rubio durante unos tres días.
"Pero no nos sentimos solos en ningún momento",
dice Camero. El ejército instaló plantas de radio y por ahí
se comunicaron. En principio se sabe de 2 mil 800 viviendas con diferentes
daños. Pero a la hora del recuento hay que incluir otras 2 mil que
no se han repuesto, entre las más de 8 mil dañadas por los
huracanes en 2002.
Sandino es un municipio de reciente creación. Sus
primeros pobladores eran de la zona central del país, que fueron
desplazados al occidente en los años 60, cuando en la cordillera
del Escambray el ejército combatía alzamientos contrarrevolucionarios.
Es la cabecera más cercana al ojo del huracán.
Perdió más de 120 viviendas y tuvo daños en más
de 4 mil. Casi la mitad de sus 40 mil habitantes fueron evacuados. Alexis
Cabrera es uno de ellos. Director de una escuela veterinaria, salió
con su familia a refugiarse y guardó casi todas sus pertenencias
en almacenes estatales.
En su casa del poblado costero de La Fe puso unas varas
resistentes y ahí encaramó su juego de sala. Ahora le fue
bien. Hace dos años el agua entró en esa casa hasta casi
un metro de altura y perdió su ropero, su cómoda y sus camas.
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