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México D.F. Miércoles 22 de septiembre de 2004

¿Homicidio o suicidio en Yucatán?; las últimas horas de Flora Ileana Abraham Mafud

"Deprimida y drogada, mi esposa se suicidó de un tiro en el corazón"

Peritos extranjeros se llevaron ilegalmente objetos de la pesquisa, asegura Armando Medina Millet

EDUARDO R. HUCHIM /II

Merida, Yucatan, septiembre de 2004. "El 15 de noviembre de 1995, mi esposa Flora Ileana Abraham Mafud se suicidó de un balazo en el corazón, estando en estado depresivo y bajo efectos de calmantes y otras drogas."

Así responde Armando Medina Millet, ingeniero civil de 45 años, encarcelado en el reclusorio de Mérida, cuando le pregunto qué pasó ese día trágico. Su afirmación contradice la versión oficial, avalada por la juez Leticia Cobá Magaña, quien lo encontró culpable de homicidio calificado y lo sentenció a 22 años y medio de prisión, si bien el Tribunal Superior de Justicia de Yucatán, al ratificar su culpabilidad, le redujo la pena a 20 años, de los cuales han pasado ocho.

Estamos en una suerte de antesala de la oficina del director del Centro de Readaptación Social (Cereso) meridano, Francisco Brito Herrera, donde el ruido de un sábado a las 2 de la tarde (los empleados que se preparan a salir, los reclusos que hacen alguna reparación, el ruido de una fotocopiadora) dificulta la plática, y el olor a comida (¿sería frijol con puerco fuera de su día tradicional, que es el lunes?) evidencia que en el penal se pierde la libertad pero no necesariamente el gusto por comer.

Medina Millet añade que el 15 de noviembre la Procuraduría de Justicia del Estado de Yucatán inició una investigación haciendo pruebas periciales de todo tipo, incluyendo la de rodizonato de sodio en manos y antebrazos, y también en su esposa fallecida. Los resultados fueron positivos en ella y negativos en él.

De esta importantísima prueba dio cuenta al día siguiente de los hechos la procuraduría yucateca -el gobernador era entonces Víctor Cervera Pacheco-, en los siguientes términos:

"Determinada la defunción conforme a derecho, se procedió a verificar las pruebas y a la evaluación de todos los elementos de rigor que forman parte de una investigación de esta naturaleza, por lo que los peritos se trasladaron al lugar de los hechos. Realizadas las pruebas, se concluye plenamente que en la planta alta del predio del cónyuge de la hoy occisa se produjo el fallecimiento por disparo de arma de fuego, resultando las pruebas de rodizonato de sodio positivas en ella y negativas en el caso de su esposo, señor Armando Medina Millet".

Con base en esta información se concluyó -aunque la Procuraduría no lo señaló expresamente- que Flora Ileana había disparado el arma y que se trataba de un suicidio. Ello hizo pensar al hoy recluso que el caso estaba cerrado.

-Sorpresivamente -cuenta Medina Millet-, seis meses después de los hechos; fue girada una orden de aprehensión en mi contra, responsabilizándome de la muerte de mi esposa. En ese momento me enteré de que la familia Abraham Mafud había interpuesto una denuncia por el delito de homicidio, basada en estudios elaborados por supuestos peritos extranjeros contratados por la familia. Estos peritos se llevaron ilegalmente a Nueva York objetos y prendas de la investigación sin ninguna custodia oficial por las autoridades mexicanas y mucho menos por algún representante mío.

-La orden de aprehensión -añade- se basó en un expediente que fue fabricado a escondidas, con pruebas falsas, alteradas u omitidas, con el fin de ocultar el suicidio y acusarme de un delito que nunca existió.

Explica que desde entonces su familia y sus abogados interpusieron denuncias ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y ante la procuraduría del estado, por las falsificaciones e irregularidades cometidas durante la integración de la averiguación previa.

La CNDH -relata- determinó que hubo falsificaciones, alteraciones y omisiones de pruebas en la integración del expediente y que funcionarios de la procuraduría local habían mentido, por lo que se emitió una recomendación al gobernador, pidiéndole una investigación administrativa y penal contra peritos y funcionarios de la procuraduría que cometieron esos delitos. En consecuencia, un químico, Fernando Ríos Covián, fue sancionado con la suspensión de un mes, y un agente del Ministerio Público, Joaquín Canul Amaya, fue sancionado con suspensión definitiva, que no se hizo efectiva".

Las anomalías en el caso Medina-Abraham -alimentadas según el reo por el dinero de la familia Abraham Mafud- no se limitaron a la investigación, sino se extendieron al juicio.

-Durante el proceso penal, que duró casi cuatro años -recuerda Medina Millet-, la juez Leticia Cobá Magaña se caracterizó por impedir y bloquear preguntas y pruebas importantes que demostraban no sólo mi inocencia, sino el dolo con que fue fabricado el expediente para poderme acusar y ocultar el suicidio de mi esposa. Tan parcial fue la actitud de la juez, contraria a derecho, que prácticamente hacía la función de abogada de la parte acusadora. El proceso penal fue intencionalmente prolongado por la juzgadora, en una actitud de protección a funcionarios y testigos que mintieron o fabricaron pruebas para que, en caso de que las denuncias presentadas progresaran, los delitos prescribieran.

La nuera visita a la suegra

¿Cuáles fueron los hechos que antecedieron a la tragedia y qué ocurrió en el departamento del fraccionamiento Buenavista?

Conversaciones con el prisionero y declaraciones de su madre y de otras personas al Ministerio Público yucateco y al juzgado cuarto de defensa social permiten reconstruir lo que ocurrió en el departamento de Medina Millet en las horas previas y posteriores a esos hechos. Conviene señalar que la versión de la madre fue aportada a las autoridades el 21 de noviembre de 1995, es decir, seis días después de los hechos, cuando nadie sabía que su hijo sería acusado de homicidio.

El 14 de noviembre de 1995, día anterior a los hechos, alrededor de las 8:30 de la noche, Flora Ileana visitó en su casa a la señora Sara Millet Cámara, madre de Armando Medina. Estas visitas eran frecuentes, pues la joven no se sentía querida en su propia familia, al grado de que, antes de hacerse novia de su esposo, solía comer en restaurantes casi a diario, porque su madre -afectada por problemas de presión arterial- comía en su habitación y su padre lo hacía en uno de sus negocios.

Esa situación había comenzado a cambiar, pues Medina Millet afirma que había logrado actos de convivencia que agradaron tanto a la pareja como a los padres de la joven. Esta no guardaba buenos recuerdos de su vida familiar. Se sentía desatendida por sus padres, de quienes recibía un trato no afectuoso.

-Yo le decía -cuenta el reo- que sus papás sí la querían, pero uno por los negocios y la otra por su enfermedad quizá no le dieron toda la atención que ella deseaba.

El martes 14 de noviembre de 1995, a las 8 de la noche, la joven se comunica por teléfono con su suegra y le avisa que le llevaría un vehículo que Armando le había dejado porque sabía que el automóvil de la señora Millet se había descompuesto. La suegra le contesta que no era necesario porque disponía de otro carro, pero que si quería visitarla la recibiría encantada.

Aproximadamente media hora después, llega Flora Ileana a casa de su suegra, donde doña Sara observa que trastabillea.

-¿Qué te pasa, Flori? -le pregunta.

-No, no me pasa nada. Es que me tomé algunas pastillas para tranquilizarme.

Doña Sara invita a cenar a la joven y ésta no acepta porque dice no tener hambre, pero la acompaña a la mesa, aunque sin comer.

"Tengo esto para defenderme"

Concluida la cena, las dos mujeres se sientan en la sala y a poco Flora Ileana se recuesta sobre las piernas de doña Sara y se queda dormida. Al despertar, como continuaba en estado anormal, la señora Millet ofrece llevarla a su casa.

-Prefiero irme caminando, doña Sarita, para respirar aire fresco -responde la joven.

-Pero eso sería peligroso, ya son casi las 11 de la noche.

-No importa, doña Sarita. Mire, tengo esto para defenderme -dice Flora Ileana y muestra a su suegra una pistola calibre 9 milímetros y dos cargadores, que acababa de sacar de su bolso.

-Pero, Flori, ¿por qué tienes esa pistola? -se sorprende doña Sara-. No es bueno traer armas.

-Me puede servir si me tratan de robar o secuestrar.

(-Entonces ¿las armas de fuego no le eran extrañas a Flora Ileana? -pregunto a Medina Millet en el reclusorio.

(-Así es, ella tenía no sólo conocimiento, sino habilidad en el manejo de armas. Practicaba en el stand de tiro de la Policía Federal Preventiva. Uno de sus hermanos tiene una colección impresionante de armas, incluso bazucas y metralletas.)

Finalmente, a insistencia de su suegra para que no se fuera sola, Flora Ileana llama por teléfono a su mejor amiga, María Pía Salazar Grajales, cosmetóloga de 26 años de edad, y le pide que pase por ella.

Cuatro meses después, en su declaración ministerial, Pía dijo recordar claramente que cuando llegó a recoger a su amiga, la señora Millet exclamó:

-Mira a tu amiga; tiene que aprender a vivir sin mi hijo, como yo aprendí a vivir sin mi marido.

De la casa de la suegra, las dos jóvenes se dirigen a la de Pía y allí permanecen hasta casi las 2 de la madrugada del fatídico 15 de noviembre. A esa hora llega a su casa el esposo de Pía, Paul Trotter, y Flora Ileana finalmente se va a casa de sus padres en el vehículo de Pía, a quien poco después le avisa telefónicamente que llegó bien.

En su declaración ministerial, Pía sostuvo que cuando recogió a Flora Ileana en casa de su suegra, la vio normal y hablando coherentemente, aunque estaba triste y desganada. También afirmó que conocía a Flora Ileana desde la infancia, que la consideraba una mujer positiva, firme en sus decisiones y no creía que se hubiera suicidado.

Pía dio cuenta de un incidente ocurrido días antes de los hechos, el sábado 11 de noviembre, en un estacionamiento junto al restaurante Pancho's, propiedad de su marido, Paul Trotter, quien ese día, con motivo de su cumpleaños, ofreció una cena a la que fue invitada la pareja Medina-Abraham, pero no asistió. El lunes 13 siguiente Flora Ileana se disculpó explicando que no asistieron a la celebración debido a que su esposo Armando tuvo un altercado con los empleados de ese estacionamiento.

Sobre este incidente, Medina Millet explica que, efectivamente, él y Flora Ileana llegaron al estacionamiento, pero no al restaurante porque la joven se encontraba en estado inconveniente, "ida, soñolienta, balbuceante" y como apenas podía caminar, finalmente se retiraron y él la llevó a casa.

Las últimas horas de Flora Ileana

El miércoles 15 de noviembre, día de los hechos, Pía y Flora Ileana sólo dejaron de verse unas horas, porque a las 10:15 horas la segunda regresa a la casa de su amiga y le confía que, definitivamente, no se casaría por la iglesia con Armando Medina Millet porque éste había cambiado, ya no era la persona de quien se había enamorado y la sometía a malos tratos y celos excesivos, sobre todo a partir de su boda civil.

-Ya están enterados mis papás -comentó Flora Ileana, según Pía- y me dieron todo su apoyo.

-Pero ¿qué dirá la gente?, ya repartieron muchas invitaciones y sólo faltan poco más de dos semanas para la boda.

-No me importa lo que diga la gente. Ya acordé con mi papá que haremos un viaje al extranjero -señaló Flora Ileana.

En su declaración ministerial, Pía explicó el principal motivo de los celos y malos tratos de Armando: el brujo Eduardo Herrera y la afición de Flora a que le leyera las cartas. La amiga de Flora dijo que ésta le confió que Armando Medina "le hablaba por teléfono muy seguido, demostrando un exceso de celos e inseguridad... para verificar qué hacía y adónde iba Flora Ileana, pues la acusaba de mentirosa".

Tras visitar a su amiga, quien convalecía de una operación en la nariz, Flora Ileana fue a la oficina de Ligia Cámara Arrigunaga, licenciada en informática que tiene un negocio de impresión y a quien la pareja Medina-Abraham había encargado la confección de las invitaciones para su boda. El motivo de la visita fue solicitarle la entrega de algunos sobres que necesitaba para unas invitaciones que uno de sus hermanos quería entregar ese día. La joven espera a que le entreguen un sobre (los demás estaban en proceso) y se retira, anunciando que regresaría por la tarde.

De ahí, Flora Ileana se dirige a la calle 23 entre 12 y 14 de la colonia Chuburná de Hidalgo, a consultar al brujo Eduardo Herrera, en el domicilio de Roberto G. Cantón Osorio, cuya hija, Pilar G. Cantón García, era novia de Eduardo. Dos vecinas de G. Cantón, Emma Josefina González Méndez y Michel Grifin Ponce, la vieron pasar cuando la primera cerraba el garaje de su casa. En ese momento Michel le comenta a Josefina que las visitas de la joven al brujo eran muy frecuentes.

Ese día, mientras Flora Ileana hablaba con el brujo Eduardo Herrera, su madre, Flora Mafud de Abraham, lo hacía con Miguel Pérez Concha, ingeniero civil y músico, en la oficina de éste (calle 47 número 511). La esposa de Asís Abraham Dáguer había ido a seleccionar la música que habría de tocarse en la misa nupcial.

El músico esperaba a los novios y, cuando se presenta doña Flora, supone que se trata de una contratación para otra boda. Incluso, cuando se habla de la fecha de la ceremonia en que tocaría, Pérez Concha dice a doña Flora que ya tenía ocupado ese día, porque tocaría en la boda de Armando Medina. Ambos se ríen cuando se percatan de que estaban hablando de la misma boda.

Tras su conversación con el brujo, Flora Ileana visita de nuevo a su suegra, a cuya casa llega como a la una de la tarde, diciendo que lo único que quería hacer era dormir y que no había ingerido alimentos en todo el día.

-¿Quieres comer algo, Flori? No es bueno que estés con el estómago vacío.

-No, doña Sarita. Lo único que quiero es dormir.

-Sería bueno que vieras al doctor Urquiaga (su siquiatra); yo te acompaño -propuso la señora Millet al ver el estado en que se encontraba.

-Está bien, doña Sarita.

En su declaración ministerial, la señora Millet relató que de inmediato le habló telefónicamente a Urquiaga para pedirle una cita, que el médico fijó para las 6:30 de esa tarde. Flora Ileana habló incluso personalmente con él y luego se durmió. Despertó como a las 3:30 de la tarde, estaba muy inquieta y le dijo a su suegra que ya se quería ir a casa. Antes de retirarse la joven comentó que había hablado con una amiga que vivía en Palenque y ésta le dijo que había soñado que a Flora Ileana le iba a ocurrir algo grave.

-Tranquilízate, no hagas caso de esas cosas. ¿Por qué no te quedas hasta la hora de la cita con el doctor?

-No, doña Sarita, me voy. La paso a buscar a las 6 de la tarde, para ir a la cita.

Sara Millet estuvo esperando en vano a su nuera para acudir a la cita con el siquiatra. Nunca llegaría.

La tragedia

Minutos después de salir de la casa de su suegra, aproximadamente a las 3:45 de la tarde, Flora Ileana habla por teléfono a su esposo, le comenta la cita con el médico y quedan en verse a las 6 en la iglesia de San Jorge. Poco antes de hablar con Flora Ileana, Armando había ido a una agencia de viajes para ampliar su viaje de bodas, que incluía Cancún, Nueva Orléans y Denver, Colorado, sitio este último donde se habían hecho novios.

Alrededor de las 4 de la tarde, cuando Medina Millet hojeaba un periódico en su departamento de la colonia Buenavista -en la reconstrucción de hechos se escucha Love is blue, de Paul Muriat, como música de fondo-, Flora Ileana llega inesperadamente, abre con sus llaves y entra (aunque estaban casados por lo civil, habían acordado esperar el matrimonio religioso para vivir juntos).

"La vi mal, mal, emocionalmente inestable y decía puras cosas incoherentes", recuerda Medina Millet, quien aquel día le pregunta:

-Flori, ¿qué está pasando, qué tienes?

-Es que mi papá me lo prometió -responde la joven.

-¿Qué te prometió?

-El pony.

-¿Qué pony?

-Mi papá me prometió un pony -dice Flora Ileana, con la mirada perdida.

-¿Y cuándo fue eso?

-En la temporada (a la época veraniega se le llama así en Yucatán).

-¿Qué temporada?

-La que acaba de pasar.

(En realidad -explica Medina Millet desde su reclusión-, esos hechos habían ocurrido cuando Flora Ileana tenía 12 años de edad.)

-¿Qué está pasando, Flori? Por favor, dime qué es.

En ese momento Flora Ileana toma su bolso y corre a la planta alta, y Armando la sigue. En las escaleras la joven saca la pistola de su bolso, pero justo entonces la alcanza su marido. Ambos caen, Armando le quita la pistola y el bolso, la hace bajar, la sienta de nuevo en la sala y se dirige al comedor, donde vacía la bolsa y encuentra la pistola con otro cargador lleno de balas y "unas pastillas de este tamaño", más grandes que las normales.

-¿Qué es esto? -pregunta Armando asustado.

-El brujo, el brujo -contesta la joven. (En la reconstrucción de hechos, Armando dijo que ésta le explicó que eran pastillas para bajar de peso.)

Medina Millet sube en seguida a la planta alta del departamento, descarga la pistola, guarda los dos cargadores entre los colchones de la cama y luego lleva la pistola a un portatrajes colgado en el clóset, pensando que la joven podría tomarla de nuevo. Poco después, casi a las 5 de la tarde, acompañado de su esposa, Armando va a su oficina a dejar unos papeles y luego ambos se dirigen a la parroquia de María Inmaculada, para pedir al padre Alberto Avila que los acompañara a la cita con el siquiatra.

No encuentran al cura, pero sí a la secretaria de la iglesia, quien, a petición de Armando, se comunica telefónicamente a la casa del padre Avila, cuya madre responde que éste no puede contestar por estar bañándose y pide que le hablen en 10 minutos.

La pareja regresa al departamento de Armando, quien finalmente logra hablar por teléfono con el sacerdote y acuerda verlo unos minutos antes de las 6 en el templo, para ir todos a la consulta de la joven con el siquiatra.

Cuando Armando colgaba el teléfono, la joven echa a correr y se encierra en la recámara, sin que su esposo pueda evitarlo.

-Abre la puerta, Flori, abre -dice el esposo angustiado, pensando que Flora Ileana estaría buscando el arma, pero la joven no responde.

-Abre, por favor, Flori, abre -insiste Medina Millet.

Dentro del cuarto, Flora Ileana busca efectivamente su arma, pero no la encuentra. Saca de un buró unas llaves, va al clóset anexo al dormitorio y abre unos cajones, pero no halla lo que busca. Finalmente encuentra una bolsa tipo cangurera colgada entre las camisas de su esposo, la abre, saca una pistola cargada que no es la suya, vuelve al dormitorio, se sienta en la cama y se dispara al corazón.

Fuera de la recámara, Medina Millet escucha la detonación y, desesperado, patea la puerta aunque sabía que no lograría nada porque la puerta se abre hacia afuera. Baja corriendo y, en el cubo de la escalera, toma un martillo y de uno o dos golpes rompe la cerradura y entra en el cuarto.

Armando encuentra a su esposa recostada en la cama, el rostro cubierto por su cabello. "Le quité el pelo de la cara y la vi como durmiendo. La levanté y entonces vi una gota de sangre en la cama y me di cuenta de que se había disparado", recuerda el ahora viudo.

Angustiado, Medina Millet la abraza y así, abrazada como si la estuviera besando, la baja por los dos tramos de la angosta escalera sin pasamanos. La deposita en el piso unos instantes para abrir la puerta y vuelve a abrazarla, sale a la calle y, cuando trata de subirla a su automóvil, pasan dos paramédicos a bordo de una camioneta, se detienen y lo ayudan a colocar a la joven en el carro.

En seguida parten hacia un hospital. Uno de los paramédicos abre camino en la camioneta en la que originalmente iban y el otro toma el volante del automóvil de Medina Millet, quien en el asiento de atrás le da masaje cardiovascular y respiración de boca a boca a su esposa. Este carro choca con la camioneta que lo precedía, y esto ocasiona que Flora Ileana caiga al piso del automóvil. La colisión ocurre cuando los dos vehículos llegan a una clínica ubicada en la colonia Pensiones y, cuando Armando se percata, dice al conductor que se dirijan a la Clínica de Mérida, una de las más prestigiadas de la ciudad. (Este hecho ha servido para atribuirle a Armando la intención de que su esposa no recibiera una pronta atención médica, aunque él sostiene que su intención era darle a la joven una mejor atención.)

Finalmente, minutos después de las 6 de la tarde, los dos vechículos llegan a la Clínica de Mérida, donde le aplican a la joven técnicas de resucitación, pero ya Flora Ileana Abraham Mafud había muerto.

El arma mortal

-¿Cómo pudo obtener Flora Ileana el arma que la mató? -pregunto a Medina Millet en el Cereso-. Si usted había tenido el cuidado de separar los cargadores y la pistola que llevaba su esposa, ¿por qué dejó a su alcance la otra arma en la cangurera?

El reo responde:

"Yo nunca en mi vida había tenido un arma, pero unos meses antes de que yo conociera a Flori me robaron una camioneta y entraron en mi casa a robar. En ese entonces una persona que trabajaba en Protección Civil me aconsejó tener un arma en casa y seguí su consejo. Coloqué la pistola en una cangurera y la colgué en el clóset, entre mis camisas. A la muchacha que iba a trabajar por días le mostré dónde estaba el arma y le dije que si un día estaba sola y algún desconocido trataba de entrar, que se defendiera con la pistola.

"El viernes anterior al día de los hechos, unos albañiles terminaron los trabajos para tirar un muro y adecuar un clóset vestidor en mi casa. La muchacha colocó entonces ahí toda la ropa que tenía yo, incluida la cangurera. Lo que yo no sabía -me enteré después- es que el sábado anterior en la mañana, Flori había ido a mi departamento para ayudar a la muchacha a pasar mi ropa al nuevo clóset. Flora Ileana vio ese día la pistola, preguntó a la muchacha y ella le explicó. Por eso sabía que ahí había una pistola, aunque quizá el miércoles siguiente no recordó exactamente dónde y por eso tomó las llaves de un buró y empezó a abrir cajones, antes de buscar en la cangurera."

La versión del homicidio -de la que me ocuparé en otra entrega-, obviamente, no coincide con lo aquí descrito, pues los acusadores y la juez sostienen que hubo una disputa porque la joven había decidido cancelar la boda religiosa y, en medio de la discusión, Medina Millet disparó contra su esposa y la privó de la vida. Medina cita tres hechos que desvirtúan la versión de la cancelación: el día de la tragedia, Flora Ileana había encargado más invitaciones para la ceremonia religiosa, su madre había ido a seleccionar la música para la misa y el propio Armando había ampliado su viaje de bodas.

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