EconomÃa polÃtica de las elecciones estadunidenses | 11 de octubre de 2004 |
EL RENACIMIENTO ELECTORAL DE JOHN KERRY VÃctor M. GodÃnez Contra lo que se preveÃa en las filas republicanas, la última fase de la campaña electoral no está siendo cómoda para el presidente George W. Bush. El carisma de su simplicidad innata, con que según algunos de sus asesores seduce a los votantes promedio, parece haber empezado a engendrar resultados contraproducentes. A la luz de los efectos de opinión producidos a partir de la noche del 30 de septiembre, cuando se llevó a cabo el primero de los tres debates convenidos entre los dos contendientes a la presidencia, el amplio margen de ventaja cobrado en el verano por el republicano empezó a desvanecerse. Esta tendencia anticipa un cierre de campaña más reñido y, en consecuencia, requilibra las posibilidades de triunfo para ambos candidatos a sólo tres semanas del dÃa de la elección. El cara a cara televisivo entre los candidatos generó a Kerry altos rendimientos, al punto de que gracias a ello parece haber recuperado el terreno perdido en agosto y septiembre bajo el fuego de los ataques republicanos. Las posibilidades del senador demócrata son reales. La historia reciente de los debates presidenciales en Estados Unidos sugiere que, con escasas excepciones ÂMichael Dukakis en 1988, Bob Dole en 1996 estos eventos pueden proyectar positivamente ante el electorado al candidato menos conocido, casi siempre en detrimento de su oponente. Asà ha sido desde los años sesenta, a partir de los ya legendarios debates entre Richard Nixon, muy conocido por el público, y John F. Kennedy, que para la gran mayorÃa de los estadunidenses era una nueva cara en la polÃtica nacional. Desde entonces no cabe duda de que el candidato opositor del presidente en funciones, si tiene un buen desempeño en los debates, se convierte en un retador con verdaderas posibilidades de triunfo. Todo indica que Kerry ahora forma parte del grupo de candidatos que, contendiendo contra un presidente en funciones, lograron insuflar un nuevo aliento a su campaña como resultado del debate directo. Las nuevas tendencias del proceso electoral estadunidense no estriban sólo en la percepción ciudadana acerca de cuál de los dos candidatos se desempeña mejor en los debates. Como se sabe, en este aspecto, diversas encuestas arrojan resultados francamente favorables para Kerry. El punto importante es si esta percepción se traduce en las intenciones de voto. Una de las primeras encuestas nacionales al respecto, elaborada por la revista Newsweek entre la noche del 30 de septiembre y el 2 de octubre, muestra un significativo vuelco en dichas intenciones entre los votantes registrados. En efecto, mientras que al inicio de septiembre, a la salida de la Convención Republicana de Nueva York, Bush adelantaba con 11 puntos porcentuales a su oponente demócrata (52 contra 41 por ciento de las intenciones de voto), ahora la contienda está estadÃsticamente empatada con un ligero sesgo a favor de Kerry: 47 por ciento de los encuestados declararon su intención de votar por el demócrata, en tanto que 45 por ciento lo harÃan por el republicano.
Es muy probable que los riesgos de desliz electoral crezcan para Bush en esta fase final de la campaña si la discusión electoral se concentrase, más que en los temas estratégicos y de polÃtica exterior, en los problemas internos. Existe la presunción, avalada por varios sondeos de opinión, de que en este terreno Kerry aventaja al presidente. El tercer y último debate, que se llevará a cabo el 13 de octubre en Temple, Arizona, estará dedicado a discutir aquellos problemas. La misma encuesta de Newsweek muestra que el candidato demócrata adelanta a su oponente por amplios márgenes en la expectativa de los ciudadanos acerca de quién de los dos podrÃa conducir mejor la economÃa (52 contra 39 por ciento), enfrentar los desafÃos que representa la competencia externa (54 contra 36 por ciento) o administrar el sistema de salud (56 contra 36 por ciento). Los asuntos internos constituyen un terreno de arenas movedizas para el presidente. Haber concentrado su estrategia de campaña en la lucha contra el terrorismo internacional es una opción que se explica por la importancia que este tema ocupa en sà mismo en las preocupaciones de la ciudadanÃa después del 11 de septiembre. Pero también es una opción deliberada nacida de la necesidad de alejar la discusión de una serie de asuntos en los que los resultados de la gestión republicana están lejos de ser brillantes. En el debate polÃtico sobre el desempleo, la caÃda del poder de compra del ingreso, el deterioro fiscal, la reubicación en el exterior de plantas productivas o la crisis del sistema de salud, la retórica patriotera del presidente Âque hasta ahora fue eficaz con respecto a la acechanza del terrorismo internacional no es electoralmente productiva, y los votantes, incluso los de cepa republicana, exigen al presidente en turno, además de respuestas concretas, explicaciones coherentes de su actuación en los cuatro años precedentes. Para el candidato opositor la tarea es más fácil debido a que él no tiene por ahora nada que justificar. Entre los asuntos de polÃtica interna que electoralmente son más sensibles están los relacionados con el sistema de salud. De acuerdo con datos de la Oficina del Censo, el número de estadunidenses sin seguro médico alcanzó en 2003 la marca histórica de 45 millones de personas (casi 16 por ciento de la población total). Por otra parte, el costo promedio del seguro médico por trabajador acumuló un incremento de 36 por ciento desde 2000. El pago de deducibles exigidos a los beneficiarios del sistema Medicaire aumentará 17 por ciento en 2005. Las encuestas muestran sin equÃvocos que estos problemas son prioritarios para los votantes. Otro tema electoral incómodo para el presidente es la pérdida neta de empleos durante su gobierno. Es verdad que en muchos casos se trata de un problema muy concentrado sectorial y regionalmente, pero no es menos cierto que la tendencia dominante en los últimos cuatro años es el estancamiento de la generación de nuevos puestos de trabajo, algo que resienten sobre todo los jóvenes en edad de ingresar al mercado laboral. Y aunque algunas de las causas de este problema sean de carácter estructural y rebasen el ámbito de responsabilidad directa del gobierno actual, para Bush será muy complicado aducir explicaciones polÃticamente convincentes cuando su adversario Âcomo previsiblemente ocurrirá en el tercer debate lo increpe al respecto. En las últimas semanas de la contienda por la presidencia del paÃs más poderoso del mundo las preferencias del electorado volvieron al punto de partida, haciendo muy incierto el desenlace. Lo novedoso en esta etapa postrera es la recuperación de John Kerrry. Pero el demócrata aún no tiene nada asegurado. Y menos contra Bush y su rudo equipo de campaña. Si no, que se lo pregunte a Al Gore §Â
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