México D.F. Martes 12 de octubre de 2004
Marco Rascón
Televisoras, lastre nacional
Si algo debe cambiar en México son las televisoras. Hasta ahora, todos los cambios existentes que reclaman los miembros de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT) sólo han sido de forma y no de fondo, pues no ha perdido su carácter oligárquico y su función de servir a los intereses de sectores privilegiados y minoritarios.
Tanto Televisa como TV Azteca, grupos que concentran 85 por ciento de la propiedad de medios de radio y televisión, han crecido gracias a su condición de manipulación y de corromper la información en beneficio de sus propios intereses y de la oligarquía a la que pertenecen sus propietarios.
Frente a ellos y desde los años 70, la clase política, comunicólogos, sociólogos, periodistas e intelectuales han buscado la manera de encontrarle "la cuadratura al círculo" sin ningún éxito. A todo intento de reforma a la estructura de medios la CIRT; ha respondido con campañas donde etiqueta como "atentados contra la libertad de expresión" o "ley mordaza" todo intento por democratizar la estructura de los medios, pues consideran que ellos son la libertad y después de sus intereses no hay otra.
En esta última ronda de debate sobre el tema quedará para la historia la expresión de Jorge Mendoza, vocero de Tv Azteca y presidente saliente de la CIRT, la idea que tienen de ellos mismos como los "promotores del cambio y la democracia en México". Esto significa que la sociedad y los sectores progresistas del país tendrán que navegar frente a quienes consideran que la estructura actual es tan inamovible como el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl, separados, pero amándose y unidos como leyenda de identidad.
Ellos han corrompido la democracia y el cambio. Conciben la "libertad" como su libertad de bodegueros que ha hecho del tiempo concesionado de la nación un telemarketing, el culto a la ociosidad como los big brothers y la política como nota roja, el rol de los escándalos para retener la audiencia, mientras los interlocutores son cuidadosamente seleccionados.
Para las televisoras y los medios ya no hay más interlocutores de la política que los dirigentes partidarios, los coordinadores legislativos de los partidos, personajes que definen cierto perfil, y todo aquel que sirva para demostrar que la política es una basura. Junto a esto, el gran negocio de la publicidad, de los negocios de especulación y robo a los migrantes en Estados Unidos, a los cuales, de los 15 mil millones de dólares que generaron en el pasado año, Tv Azteca y la banca extranjerizada se llevaron por lo menos 15 por ciento en cobro de comisiones, más lo que ganaron especulando con el tipo de cambio, pues a los migrantes allá les toman el dólar subvaluado y aquí lo pagan en moneda nacional, también por debajo de la cotización del día.
A esto agreguemos el beneficio que les ha traído la competencia de espots en sus pantallas, por lo cual se llevaron sólo en campañas federales la mayor parte de los 13 mil millones de pesos del presupuesto del Instituto Federal Electoral y de las prerrogativas a los partidos políticos.
Con este esquema y la sumisión de la política a su poder sin límites, "porque ellos son la democracia", hoy vemos la pésima calidad de la televisión mexicana y la subordinación de los actores políticos a sus intereses.
Vicente Fox les quitó el impuesto en especie de 12.5 por ciento, lo cual aplaudió el mismo Andrés Manuel López Obrador, el cual ha convertido a los propietarios de los medios en los interlocutores centrales de su obra pública. Tanto Fox como López Obrador, los legisladores y dirigentes partidarios se han sometido a las reglas impuestas por los medios, las cuales significan pagarles toda información sobre su existencia. En esta relación sadomasoquista de la política y los medios, ambos se han degradado ante la práctica de "pégame, pero no dejes de hablar de mí, porque no salgo en las encuestas".
En ese esquema, las televisoras y sus ramificaciones en la radio se han apoderado y abusado de las encuestas para decir mediante los locutores y a una velocidad imposible de cuestionar quiénes son los buenos y quiénes los malos. Frente al poder de la información manipulada y las encuestas no hay político que escape, pero, al hacer la sumatoria de todo el tiempo ocupado por estas prácticas de manipulación, al final la ciudadanía es víctima de la desinformación.
En la ley de radio y televisión sólo se establece la existencia de concesionarios privados y el Estado como depositario de lo público. El protagonista central, los concesionarios de la sociedad, los comunitarios, no existen y son vetados por la CIRT.
No habrá cambio democrático en México si las televisoras no dejan de ser uno de los lastres principales de México.
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