México D.F. Martes 12 de octubre de 2004
El Septeto Habanero puso la candela y todos
dejaron de tiritar en la Alhóndiga
Velada de música cubana trasplantó el
sabor caribeño a Cuévano
FABIOLA PALAPA QUIJAS ENVIADA
Guanajuato, Gto. 11 de octubre. Los sones cubanos
interpretados por el Septeto Habanero pusieron candela y sabor al Festival
Internacional Cervantino.
Silbidos y aplausos se escucharon antes de comenzar el
concierto. El público, que inundó con su entusiasmo la explanada
de la Alhóndiga de Granaditas, esperaba con ansia la aparición
del grupo dirigido por Germán Pedro Ibáñez.
Amor,
amor, amor, no eres mía... amor, amor, amor, todo es mentira. Melodía
de fondo y la noche; todo estaba listo. Anuncian la tercera llamada y se
abre el telón. Se inicia una explosiva y fascinante velada con lo
mejor de la música cubana.
Una amalgama de fórmulas y ritmos se apodera del
escenario; el público comienza a moverse en su lugar, levantan un
pie y mueven sus manos al compás de la canción. Un ambiente
caribeño se respira en Guanajuato.
La expresión popular bailable de la isla calienta
la noche. De inmediato se diluye el frío. Los circunstantes dejan
de tiritar; ahora sus movimientos son circulares, modosos, sensuales. Bailan.
Amantes del sonido del son, rumba y conga con movimientos de hombros circulares
tienen deseos de pararse a bailar, quienes no lo hacen sólo aplauden.
El maestro Ibáñez goza sabroso el ritmo,
con pasos cortos y una elegantísima vueltecita sobre su propio eje
demuestra su destreza al bailar. Uno de los integrantes del Septeto Habanero
invita al público a bailar. Primero nadie lo hace, pero en segundos,
varias parejas suben al escenario. Una dama decide moverse sugestivamente
al sonido de la música.
Estoy tan enamorado/ de la negra Tomasa... Otra pieza
más para que el público deje su lugar. Gritos y aplausos
en la Alhóndiga. La música de la isla invade el foro y de
nuevo los espectadores bailan en su lugar; a lo lejos se observa en la
terraza de una casa a una familia disfrutar del concierto.
Opulencia rítmica
La
riqueza de la música cubana y el folclor mexicano se unieron en
una noche más del Cervantino. Señoras moviéndose al
ritmo de son generan la fiesta, mientras el grupo celebra con música
el aniversario del cantante y compositor Pedrito Ibáñez.
Después de los abrazos y felicitaciones, el color
instrumental cubano estremeció a los miles de asistentes cuando
escucharon las primeras notas de El Rey; la gente coreó la
canción de José Alfredo Jiménez y algunos comenzaron
a gritar Compay.
La explosividad musical del Septeto Habanero y la opulencia
rítmica de composiciones de Ibáñez, Emilio Moret y
Miguel Matamoros, fascinó a la concurrencia. Los tímidos
cantaron, los tiesos bailaron y los niños se despertaron.
Los músicos también bailaron durante el
concierto. Ibáñez bailó con todo y guitarra las melodías.
En el escenario brillaron sus zapatos de charol que iluminaron la presentación
de los cubanos en el festival.
La bandera cubana ondeó en la fiesta. Los jóvenes,
al igual que los no tan jóvenes, sintieron el ritmo en el cuerpo
y bailaron como profesionales; cambiaban de pareja en cada vuelta y al
compás del uno, dos, tres, movían brazos y hombros. Las mujeres
fueron más contundentes: contonearon las caderas.
Este grupo legendario fue fundado como Sexteto Habanero
por Guillermo Castillo y Gerardo Martínez y luego se convirtió
en Septeto con la incorporación de la trompeta.
La noche del domingo, con miles de guanajuatenses fervorosos,
se convirtió en Milteto, o bien en Multitudinariocteto Habanero,
haciendo su música en perfecto habanero, ese sabor de La Habana
trasplantado a Cuévano.
Sabor.
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