México D.F. Lunes 18 de octubre de 2004
Necesidad impostergable, aprobar una ley sobre
bioseguridad: agroindustriales
Exigen Greenpeace y grupos campesinos etiquetar los
productos transgénicos
Grandes empresarios y tiendas departamentales, contra
la medida; encarecería alimentos, aducen
MATILDE PEREZ U.
Al
intensificarse la discusión en torno a la producción y consumo
de los organismos genéticamente modificados (OGM), Greenpeace inició
una campaña entre sindicatos, organizaciones campesinas y civiles
para exigir la etiquetación de aquellos. En el seno de la Cámara
de Diputados, PRI y PRD mantienen posturas encontradas en torno a la aprobación
de la ley de bioseguridad, mientras agroindustriales apuntaron que la aprobación
de dicha ley "es una necesidad impostergable".
Arely Carreón, responsable de las campañas
de consumidores y de ingeniería genética de Greenpeace, insistió
en la urgencia de que se etiqueten los productos genéticamente modificados
destinados al consumo, pues en el país hay 25 tipos de transgénicos
y en el maíz importado hay 45 por ciento de elementos transgénicos,
pero "los comemos sin saberlo".
En la campaña ¿Sabes lo que comes?, Greenpeace
destaca que los ciudadanos tienen derecho a saber y a decidir si quieren
o no comer productos transgénicos; "esa decisión no la deben
tomar ni las empresas ni los gobiernos sino los ciudadanos", apunta.
Carreón explicó que los transgénicos
no se pueden reconocer a simple vista; por eso "no es posible identificar
si en los alimentos que adquirimos en los supermercados hay elementos transgénicos,
por ello la demanda de que el etiquetado sea obligatorio".
Hace dos décadas, recordó, los biotecnólogos
empezaron a identificar genes y algunas características que se relacionan
con ellos y a experimentar; los primeros OGM costaron 6 mil millones de
dólares debido a que fueron los primeros ensayos de sacar un gen
de un organismo para llevarlo a otro ser vivo, logrando trasladar una característica
nueva que jamás habría llegado allí en forma natural.
La biotecnología, abundó, logró superar
la barrera entre los reinos vegetal y animal, como los casos del maíz
Bt y el jitomate que para resistir el frío fue modificado con un
gen de un pez. A partir de entonces las grandes empresas trasnacionales
financian investigaciones para patentar los organismos y cobrar por su
uso; 90 por ciento del mercado lo controla la compañía Monsanto,
la cual ya patentó la soya.
"El problema es qué pasa con un bien común
como son las semillas, pues se transforman en una mercancía controlada
por grandes empresas. Se dice que ellas acabarán con el hambre en
el mundo -el mismo argumento se expuso durante la revolución verde-
y superarán las barreras ambientales como suelos empobrecidos, salinos,
con poca humedad, climas extremos. Sin embargo, las investigaciones están
orientadas a hacer semillas resistentes a los agroquímicos."
En el ámbito internacional, mencionó, también
hay campañas para detener los cultivos de transgénicos hasta
que las regulaciones internacionalmente acordadas se hayan puesto en práctica
y existan claros beneficios para los consumidores, agricultores, campesinos
y medio ambiente. Hasta el momento, cerca de dos tercios de los cultivos
de transgénicos se concentran en Estados Unidos y sólo 10
por ciento en otros países; entre los agricultores que se han sumado
a dichas acciones están los tailandeses, ya que su economía
se ha afectado por la introducción de papaya transgénica
no autorizada y por el temor a la contaminación a sus campos de
cultivo.
Por su parte, pueblos indígenas nahuas y totonacas
de la sierra norte de Puebla demandaron a la Cámara de Diputados
efectuar una consulta pública que incluya a los campesinos pobres,
en torno a la ley de bioseguridad. "Nosotros desconocemos los mecanismos
de negociación y los intereses que puedan tener el gobierno y los
empresarios con respecto a los organismos genéticamente modificados
que pueden estar afectando a nuestras semillas y a nuestro pueblo", asentaron
en un escrito que enviaron a los legisladores.
"La introducción de semillas transgénicas
amenaza nuestras raíces como pueblo indígena y enferma nuestros
corazones junto con nuestros maíces nativos", afirman en su escrito.
A los diputados les pidieron que dentro de la ley de bioseguridad abran
un apartado especial para el maíz, cultivo que "merece respeto y
tratamiento especial porque es el sustento y da sentido a la vida de los
pueblos indígenas; no queremos depender de las semillas de laboratorio
ni de las empresas agrícolas nacionales y trasnacionales que están
poniendo en peligro y sacrifican al maíz nativo".
En cambio, para los agroindustriales el desarrollo de
la biotecnología agrícola es uno de los "detonadores del
desarrollo sustentable de la industria agroalimentaria (...) Existe evidencia
científica contundente que permite garantizar la seguridad de los
OGM (...), y por ello recientemente la Unión Europea decidió
aprobar 17 variedades de maíz genéticamente modificado".
En un escrito que en septiembre pasado entregaron a los
legisladores, los representantes de la Concamin, Consejo Nacional Agropecuario,
Consejo Nacional para el Abasto de Granos y Oleaginosas, Consejo Mexicano
de la Industria de Productos de Consumo, Cámara Nacional de Maíz
Industrializado, Agro Bio México, Asociación de Proveedores
de Productos Agropecuarios de México y Asociación Nacional
de Tiendas de Autoservicio y Departamentos se pronunciaron en contra del
etiquetado de los transgénicos.
"El etiquetado no aportaría información
relevante para el consumidor y sí lo alertaría sobre un supuesto
riesgo carente de todo fundamento. Es una acción promovida por algunas
organizaciones que se han propuesto instrumentar una campaña de
miedo hacia la biotecnología y los OGM sin ninguna base o sustento
científico", asentaron.
Agregaron que dicho etiquetado elevaría 30 por
ciento el costo final de varios alimentos básicos y otros productos.
Insistieron en que la ley de bioseguridad, como fue aprobada por mayoría
en el Senado, garantiza que la industria cuente con un marco regulatorio
claro y genera certidumbre para las inversiones en investigación,
adopción de tecnología y aplicación de técnicas
específicas que beneficiarían al medio ambiente, ya que disminuiría
el uso de fertilizantes y plaguicidas.
En esta discusión, los diputados del sector campesino
de la CNC se han inclinado más por la postura de los agroindustriales,
mientras los del PRD se pronuncian por una consulta pública campesina
y por modificar la ley de bioseguridad, para que incluya el etiquetado
de los productos transgénicos y posiblemente un apartado especial
para proteger al maíz.
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