México D.F. Lunes 18 de octubre de 2004
ENTREVISTA/ADOLFO PEREZ ESQUIVEL, PREMIO
NOBEL DE LA PAZ (1980)
"La humanidad siempre hallará caminos para resistir
al horror"
NOMBRADO DOCTOR HONORIS CAUSA POR LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES
Arquitecto, docente, artista plástico, un hombre
solidario que sufrió persecución y ayudó a salvar
vidas con la creación de instituciones humanitarias como el Servicio
de Paz y Justicia de Argentina, que cumple 30 años
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos
Aires, 17 de octubre. El Consejo Superior de la Universidad de Buenos
Aires otorgó el título de Doctor Honoris Causa al
Premio Nobel de la Paz (1980) Adolfo Pérez Esquivel, por su larga
lucha en favor de la paz en el mundo, los derechos humanos, sus actividades
artísticas y el ejercicio de la docencia, entre otros conceptos.
En la resolución se mencionan además del
Nobel de la Paz, otros reconocimientos como el Memorial Juan XXIII de la
Paz, que le otorgó Pax Cristi Internacional cuando estaba detenido
durante la dictadura militar (1976-1983) y también los títulos
Honoris Causa conferidos por universidades de Estados Unidos, Brasil,
Bolivia y otros países.
Arquitecto, docente, artista plástico, un hombre
profundamente solidario que junto a su familia sufrió persecuciones
y ayudó a salvar muchas vidas con la creación de instituciones
humanitarias en los momentos más duros de la represión, Pérez
Esquivel conmemoró en estos días los 30 años de la
Fundación del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj) de Argentina,
cuya titularidad ejerce.
"Hemos conmemorado un hecho que está ligado a la
solidaridad, al amor y la dignidad humana en momentos en que vemos los
horrores de guerras e invasiones contra países y los que se cometen
contra los pueblos sin defensa. Nosotros seguimos luchando por la paz y
creyendo que la humanidad siempre encontrará caminos para resistir
al horror, como se ha demostrado en el rechazo de multitudes en el mundo
contra la invasión brutal de Estados Unidos a Irak y la tragedia
a la que está sometiendo ese pueblo que resiste a una ocupación
inmoral", dijo Pérez Esquivel en entrevista con La Jornada.
"Estamos viendo abiertamentre lo que es capaz de hacer
el imperio cuando acelera el proyecto de dominación hegemónica,
con un presidente como George W. Bush, cuyo gobierno está violando
todos los derechos humanos en el mundo. Además hizo tabla rasa con
Naciones Unidas, con la legalidad internacional y nacional, rechaza los
acuerdos del Tribunal Penal Internacional (TPI) y otros. Es una dictadura
mundial, totalitaria y perversa, un gobierno imperial que acabó
también con las libertades públicas en su país y montó
un esquema de desinformación que nada tiene que envidiar a lo tramado
por el hitlerismo en la Alemania nazi".
Rememora los días en que comenzó esa historia
de solidaridad, que "nunca ha terminado, porque además existe ahora
el genocidio del hambre y varios frentes de resistencia como el que trabaja
ahora contra la propuesta del Area de Libre Comercio para las Américas
(ALCA) impulsada por Estados Unidos, o los planes Colombia, Andina, Puebla
Panamá y tantos otros, que responden al proyecto geoestratégico
de militarización regional que lleva adelante Washington".
La preguntamos en qué momento de su vida comenzó
la actividad que lo llevaría luego a recibir el Premio Nobel de
la Paz.
El servicio social, desde joven
"Siempre el tema humanitario fue parte de mi vida desde
joven, pero en la década de los años 60 en América
Latina se daban hechos significativos como la Revolución Cubana,
la emergencia de los movimientos cristianos, Vaticano II, la reunión
de obispos latinoamericanos en Medellín, Colombia, el surgimiento
de la Teología de la Liberación y un proceso de cambio y
compromiso de la Iglesia junto a los pueblos. En México trabajamos
junto a los obispos Sergio Méndez Arceo, Samuel Ruiz y tantas figuras
maravillosas por su integridad, su coherencia, sus valores humanos... Era
una América con una extraordinaria dinámica de lucha y resistencia
que intentaba acabar con los procesos dictatoriales, las injusticias y
la dependencia y ese era el contexto en que nació el Serpaj".
En 1974 trabajaban activamente en ayuda de los refugiados
de Chile, Brasil, Paraguay, que hubo que sacar del país ante el
surgimiento de los escuadrones de la muerte de la Alianza Anticomunista
Argentina (Triple A). "Para sacar a los refugiados nuestros mejores aliados
fueron contrabandistas porque pasábamos la gente hacia Uruguay por
lanchas, y luego los llevábamos a Brasil, con ayudas clandestinas
y allí los refugiaba el Arzobispado de Sao Paulo, que había
fundado la institución Clamor. En 1975, después de la muerte
de Juan Domingo Perón (1974) con la asunción de su esposa
Isabel Martínez, ya se perfilaba todo lo que iba a venir. Entonces
se formaron grupos de amigos que nos reuníamos para tratar de encontrar
un camino y queríamos reactivar Justicia y Paz del episcopado y
no lo logramos. Organizamos el movimiento ecuménico, dónde
había católicos, protestantes y otros".
Ese fue el origen del Serpaj, cuando en sus comienzos,
con su hijo Leonardo y algunos sacerdotes, pastores y cristianos formaron
el Servicio de Paz y Justicia, que funcionó en un pequeño
departamento en el centro de Buenos Aires. Relata luego el salto hacia
la dictadura impuesta después del golpe militar del 24 de marzo
de 1976, cuando poco tiempo después fue detenido junto a su hijo
Leonardo en las oficinas del Serpaj y los militares se llevaron los archivos.
"La protesta internacional funcionó y viajé afuera. Estando
yo en Austria en 1976, el gobierno de ese país ordenó al
embajador austriaco proteger a mis hijos, (tres varones) en Argentina,
los que fueron llevados inmediatamente a la embajada.
"En ese mismo tiempo fuimos a la reunión de Obispos
en Riobamba, Ecuador, donde nos reprimieron violentamente y nos expulsaron
a la frontera de Colombia, aunque regresamos clandestinamente y una acción
internacional hizo posible que salieramos de allí con mi esposa
y mis hijos", señala Pérez Esquivel, quien estuvo también
detenido en Paraguay y brevemente en la policía política
de la dictadura brasileña (DOP), donde conoció los laberintos
de la Operación Cóndor.
En septiembre de 1976 regresó a Argentina. "El
4 de abril de 1977 me detienen, me llevan a Coordinación (Policía
Federal), donde me metieron 32 días en los llamados tubos, calabozos
cerrados muy pequeños. Por ese infierno vi pasar a muchos amigos
y viví el dolor de aquellos que partían para no volver nunca
más. El 5 de mayo me sacaron de madrugada y me llevan esposado en
un coche policial hacia un aeropuerto en los suburbios de la capital".
Un oficial y dos subalternos lo montan en un avión pequeño
de la policía de la Provincia de Buenos Aires, lo sientan atrás
encadenado y comienzan a sobrevolar el Río de la Plata durante 2
horas. "Iban y venían hasta la costa de Montevideo. Todo el tiempo
preguntaba ¿a dónde me llevan? ¿Me van a tirar como
a otros? Ellos guardaban silencio. Yo ya sabía que tiraban a la
gente al río. Recuerdo que era un amanecer muy frío y claro
y repasé en segundos toda mi vida. Pensé que el 7 de mayo
cumplía años mi hijo y me decía no voy a poder estar
con él esta vez. De repente hubo un cambio de planes y regresamos
hacia una base militar de Morón. El avión descendió
y me dejaron encadenado en mi asiento durante dos horas. Finalmente un
oficial me anuncia que me llevan a la unidad 9 de La Plata (U-9 una cárcel
temible). Yo nunca pensé que me iba a poner contento de que me llevaran
a esa prisión. Pero esa vez sí".
El terror que no se olvida
Pérez Esquivel sufrió torturas físicas
y sicológicas, pero recuerda que lo más terrible de su cautiverio
en la U-9 fue escuchar cómo torturaban a los otros detenidos. "Se
oían gritos de terror que nunca podré olvidar... Estuve 14
meses ahí. Dos días antes del Mundial de Futbol (1978), apareció
ante mí un personaje temible, el agente de Inteligencia Raúl
Guglialminetti, al que decían Guastavino y que tiene una
historia siniestra. Me llevó al Primer Cuerpo del Ejército
en Buenos Aires en un viaje que fue también siniestro. Desde allí
después de unas horas me anuncia amenazante que me darán
libertad vigilada. Me lleva él mismo a mi casa y me dejan bajo vigilancia
del ejército y la policía en forma constante. La movilización
internacional había logrado su efecto, pero nuestra vida cotidiana
era dramática".
Fue propuesto para el Premio Nobel por dos mujeres de
Irlanda del Norte que lo habían recibido antes: Mairead Corrigham
y Betty Williams.
"La dictadura nunca pensó que me iban a proponer
para el Premio Nobel. Yo seguía haciendo mi trabajo pero con un
perfil bajo y dos días antes de enterarme de que me lo darían
intentaron asesinarme cuando iba con mi hijo Leonardo por una calle histórica
del centro de Buenos Aires. Vimos de repente cómo avanzaban por
los costados varios hombres con pistolas. Leonardo aceleró y en
ese momento se metió un taxi que, al interponerse, nos dio la posibilidad
de sacar ventaja, y los dejamos atrás. El 13 de octubre de 1980
me avisó mi esposa que me llamaban de la embajada de Noruega urgente
y yo pensé que me iban a pedir algún informe de la situación.
"Creí que iba a una reunión con el embajador
y me dejaron allí un rato hablando de varios temas, pero en realidad
después supe que me estaban entreteniendo para que estuviera a la
hora justa en que se anunciara el Premio Nobel. Yo verdaderamente quedé
sorprendido porque no tenía idea de que me lo iban a dar. Entonces
les dije que aceptaba si podía asumir en nombre del pueblo de América
Latina, de los pobres y de la dignidad humana, ya que lo mío no
era un trabajo aislado y con nosotros había participado tanta gente
que no se conocería nunca, indígenas, campesinos, estudiantes".
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