Primera ginecomaquia

Triunfa en su presentación Elizabeth Romero

LUMBRERA CHICO

Para la séptima novillada de la temporada chica, la "empresa" de Rafael Herrerías armó un cartel de tres muchachas en flor que produjeron un "entradón": 3 mil personas. Esto quiere decir que al conjuntar los nombres de la toledana Raquel Sánchez, la moreliana Marbella Romero y la hija del tan golpeado Distrito Federal, Elizabeth Moreno, la Monumental Plaza Muerta (antes México) multiplicó en 300 por ciento el número de espectadores que habían acudido a retratarse en la taquilla durante los seis festejos anteriores.

ƑY bien? He aquí algunas rarezas para la séptima anticrónica de esta serie. Cuando el sexto novillo rodó descabellado por la basta y emotiva capitalina Romero, un señor salió a la calle desde el tendido de sol numerado, diciendo a las personas que lo acompañaban: "Espérenme tantito que voy a sacudirme las orejas" (?). En esos momentos, allá abajo en el callejón del redondel, pasaba a retirarse un personaje, sin nombre conocido, que probablemente entrará en la historia aunque nada hizo: un ginecóloco, invitado por si las dudas a esta ginecomaquia por el médico de la plaza, Rafael Vázquez Bayoud.

Una rareza más: durante la lidia del cuarto de la tarde, que le correspondió en suerte a la toledana Sánchez de La Llave -tales son de Raquel los apellidos completos-, uno de los caballos de pica fue derribado por el novillo, y cuando quedó despatarrado sobre la arena y levantó la cabeza con los ojos vendados tratando de recuperar la verticalidad cuadrúpeda, el astado le dio una cornada de quince centímetros de profundidad en el pescuezo que, aparentemente, no lesionó ninguna arteria importante.

Mientras tanto, los amigos de siempre que esta vez nos quedamos en una cantina de la diagonal San Antonio, llegamos a los alrededores de la plaza cuando saltaba al ruedo el último novillo del encierro. Nuestro amigo, don Enrique, el taquero, nos dijo que ante su "primer enemigo" (esas dos fueron sus textuales palabras), Elizabeth Moreno había estado muy bien, toreando con mucho valor y hondura por el lado derecho, y que si hubiera matado bien la habrían premiado con una oreja.

Por motivos culturales que no viene al caso mencionar, este anticronista jamás había probado en su vida los tacos de cachete de cerdo, pero al ver ese rojo pedazo de carne humeante sobre la parrilla, lo venció la curiosidad y preguntó el nombre de la presa. Al ponderar que se trataba de los músculos que recubren los lados de la porcina testa, pidió una probadita y cuál no sería su asombro al descubrir que se trataba de una delicia. Así, a lo largo de la ingesta de cuatro tacos más del mismo producto, el antinarrador escuchó los olés que brotaban estentóreos de un aparatito de radio, y que sin embargo no se oían allí en la calle, provocados de nuevo por la apasionada muleta de la señorita Romero, quien de esta forma se convierte en toda una revelación de la fiesta brava y, según rumores dignos de crédito, podría volver a torear el domingo entrante.