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México D.F. Martes 19 de octubre de 2004
Luis Hernández Navarro
Ojarasca: quinceañera sin hache
Un nombre significa, simultáneamente, aspiraciones, trayectos, propuestas y herencias. Hay padres que bautizan a sus hijos con su nombre propio para perpetuar una dinastía, mientras que los anarquistas los registran con nombres no contemplados en el santoral para remarcar su absoluta independencia de lo divino.
Ojarasca nació sin hache hace quince años para dar cuenta, sin ajustarse a convencionalismo alguno, del follaje de una sociedad que se organiza heterodoxamente. Al prescindir de una vocal, que muchos consideran inútil, los editores presentaron de cara a sus lectores la determinación de no dejarse atrapar por molde alguno.
ƑSuplemento cultural, publicación indigenista, revista especializada en temas rurales? Es imposible definir lo que Ojarasca es desde una categoría prestablecida. Heredera de México Indígena, dirigida por Juan Rulfo, muy pronto se distanció de ella y adquirió su propio sello. En sus páginas pueden leerse lo mismo poemas de escritores en lenguas indias que ensayos históricos o notas sobre conflictos en el campo y crónicas sobre luchas en América Latina.
Esta diversidad no significa, empero, que sea una obra dispersa. Por el contrario, la lectura en conjunto de varios números de la revista muestra una política editorial muy consistente y articulada. Aunque cada entrega es distinta hay un hilo conductor que une cada una a las otras.
Ojarasca es, por principio de cuentas, una publicación del México de abajo, del México de salario mínimo. Toda ella está elaborada con voces, imágenes, testimonios y reflexiones del México de los sobrantes sociales. En sus páginas es prácticamente imposible encontrar notas o ensayos que hagan referencia a los pleitos de la clase política. Su espacio es ocupado por información, opiniones, ensayos y literatura de los sectores subalternos. Y, aunque la mayoría de sus materiales se refieren a México, con frecuencia se incluyen también artículos sobre Estados Unidos y América Latina.
Es común que cuando la prensa aborda la problemática de los excluidos sociales, lo haga mostrándolos como víctimas desamparadas de la arbitrariedad o de la ignorancia. Ojarasca rompe radicalmente con este estereotipo y presenta a los indios, los campesinos, los jóvenes, las mujeres, los inquilinos y los migrantes como actores de su propio destino, dueños de una riqueza y diversidad cultural formidable. El lector difícilmente encontrará una sola línea ágata que reproduzca el estilo de denuncia tradicional, adocenado y dogmático, de cierta izquierda. No hay allí una sola condena abstracta del neoliberalismo y sí, en cambio, una formidable riqueza informativa concreta sobre cómo este sistema funciona y se le resiste.
Ojarasca es desde este punto de vista un instrumento inigualable de renovación de la cultura política de la izquierda mexicana. Su vocabulario, su enfoque, su agenda informativa son, a pesar de los quince años transcurridos desde la aparición del primer número, una novedad.
Notable es también la gráfica que reproduce la revista. La combinación de fotografías contemporáneas con la recuperación de materiales históricos casi desconocidos hace que las imágenes del suplemento de La Jornada sean inusuales en el medio periodístico.
No obstante que es una revista que ha acompañado, documentado y explicado al mundo indígena, no es, ni por asomo, un órgano indigenista. No lo es, por principio de cuentas, porque el indigenismo es una ideología para explicar a los pueblos originarios desde fuera de sí mismos, y una parte central de los materiales contenidos en la publicación está elaborada por varios de los más destacados intelectuales y artistas indios. No lo es, tampoco, porque la variedad de temas que trata desde hace quince años desborda con mucho la problemática estrictamente étnica.
Sin embargo, que no sea una publicación indigenista no significa que en sus páginas no se escriba sobre los pueblos autóctonos. Vaya que se hace. Y se hace, además, con una profundidad y un registro original. No hay ni ha habido en el México contemporáneo una publicación que haya acompañado la insurgencia indígena que vive el país desde 1992 como lo ha hecho Ojarasca. Se trata, con mucho, de una revista que tiene con ese movimiento una relación orgánica, viva. Véase, sólo como ejemplo, la fidelidad con la que ha dado cuenta puntualmente sobre las luchas del pueblo huichol.
Dirigido por Hermann Bellinghausen, editado por Ramón Vera y Eugenio Bermejillo, y diseñado por Yuriria Pantoja, el suplemento cuenta con una lista de colaboradores muy destacada. Entre muchos otros se encuentran ensayistas como John Berger y Alice Walker; escritores en lenguas indígenas como Natalio Hernández, Margarita Ku y Marceal Méndez; periodistas como John Ross y Richard Rodríguez; conocedores del mundo indio como Carlos Lenkesdorf, Segio Sarmiento y Alfredo Zepeda, e intelectuales indígenas como Francisco López Bárcenas y el finado Floriberto Díaz.
A sus quince años Ojarasca conserva intacta la vocación rebelde e insumisa con la que nació. Su lectura resulta fresca, estimulante y controvertida. ƑSe puede pedir más a una publicación?
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