México D.F. Jueves 21 de octubre de 2004
De Guanajuato a Tijuana, recorrido con la magia
de la música electrónica
Hipnótica propuesta de Nortec para el desfogue
del ímpetu en la Alhóndiga
ANGEL VARGAS ENVIADO
Guanajuato,
Gto., 20 de octubre. ¡Qué alucine el de anoche! El sonido
electrónico de tarolas, tubas, trompetas, tambora. Cinco músicos
sobre el escenario e igual número de computadoras. Damas y caballeros,
con ustedes el beat norteño, universal del Colectivo Nortec
en la Alhóndiga de Granaditas.
Se mueven, brincan, se contonean, gritan, bailan, sudan.
Explotan. Muchos, un chingo, aunque las estimaciones señalan cerca
de 5 mil.
Son chavos que desde 20 minutos antes de empezar la tocada
llenan la histórica edificación y que durante alrededor de
dos y media horas no paran de desfogar su desgarbado ímpetu, ante
la hipnótica propuesta del grupo tijuanense.
Una, dos, tres... las 19 rolas se suceden y son
pocos los que no se conectan con el ambiente y permanecen aún sentados.
¡Cómo resistirse, si es música obligatoria, imposible
de no ser bailada!
¡Qué pinche ruido!
Y así, transcurrida una hora, de nada sirven las
sillas plegables cercanas al escenario, pues se han convertido en un estorbo,
ante lo cual no sólo trabajadores del festival Cervantino, sino
su propio director, Ramiro Osorio, que sonriente se pasea entre la turba,
comienzan a replegarlas y recogerlas.
¡Qué pinche ruido!, frase que se proyecta
en un par de pantallas colocadas a las espaldas de los cinco diyeís.
Y el punchis punchis mantiene en trance catártico
a esas jóvenes almas que gritan, aúllan, danzan, aplauden
frenéticamente, emocionadas. Felices.
Uno de los espectáculos ciento por ciento concebidos
por esta 32 fiesta del espíritu para la audiencia juvenil. Ritmos
de embeleso.
Besos ardientes se prodigan de vez en vez varias parejas,
bajo el generoso amparo de la noche y el anonimato de la muchedumbre.
Allí están ellas, las modernas y dulces
Dulcineas, con sus jeans a la cadera, ombligo al descubierto, blusas
ligeras y una anatomía que en muchos de los casos todavía
debe madurar. Allí están ellos, los jóvenes hidalgos,
con su alegre figura, vestimentas flojas, varios aún por embarnecer.
Muchos llevan piercings y tatuajes en diferentes
partes del cuerpo, ni más ni menos a la manera de esa lectura moderna
que se hace de Miguel de Cervantes en el cartel ganador de este 32 festival
que tanto conmocionó a ''las buenas conciencias" de esta ciudad.
Nada de violencia
Emocionada, pletórica sonrisa se dibuja a cada
rato en los rostros de Bostich, Fussible, Panóptica, Hiperboreal
y Clorofila, los cinco diyéis del Colectivo Nortec, quienes
intercambian miradas de satisfacción ante tan alucinante respuesta
del público.
El
diyéi visual Mashaka también se integra a ese proceso.
Su trabajo es llevar en imágenes la sinfonía electrónica
que desarrollan sus alternantes. De esa manera, proyecta escenas abstractas,
también poesía gráfica del ser y sentir tijuanense.
Irrumpen, además, frases, piropos, fotografías
y videos de diversos aspectos de aquella urbe fronteriza.
Lectura lúdica y crítica de la iconografía
actual, retablos cotidianos de una realidad de alucine en ésa,
la llamada tercera nación.
Los contrastes de la opulencia y la miseria, el trabajo
en las maquilas, ese muro de la vergüenza que es la valla fronteriza,
las cientos de cruces de aquellos indocumentados que perecieron en busca
de una jodida esperanza. En fin, un documento testimonial y de singular
valor plástico.
Todo en orden. Sólo baile y más baile. Por
allí se percibe en dos momentos un olor a motita. No violencia,
no transgresión, no disturbios. Pura vida. Pura fiesta.
¡Qué viajezote! Ni más ni menos de
Guanajuato a Tijuana, en 150 minutos, gracias a la magia seductoramente
electrónica de Nortec, en la Alhóndiga de Granaditas. ¡Noche
de alucine!, la de ayer.
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