México D.F. Martes 26 de octubre de 2004
Edad avanzada, quebradero de cabeza para la vieja Europa
Las poblaciones envejecidas dañarán
la economía del continente y ejercerán presiones sobre los
presupuestos
Se yergue en el horizonte un enorme aumento del gasto
no sólo en pensiones, sino también en salud y atención
a largo plazo
Economist Intelligence
Unit
/The
Economist
Los americanos han visto durante mucho tiempo a Europa
como el viejo mundo. Ahora tienen otra razón que apoya esa diferencia:
Europa envejece mucho más aprisa que el nuevo mundo. El viejo mundo
enfrenta un amedrentador desafío demográfico: con la expansión
de la Unión Europea de 15 a 25 países, ocurrida este año,
su población aumenta de 380 a 455 millones, muy por arriba de los
295 millones de Estados Unidos. Sin embargo, hacia 2050 este último
país casi se habrá emparejado: si los pronósticos
aciertan, habrá 420 millones de estadunidenses, comparados con 430
millones de europeos.
La principal razón es que las europeas tienen menos
hijos. Tanto en Estados Unidos como en Europa, el auge de nacimientos cedió
su lugar a un estancamiento en el decenio de 1970, y la fertilidad cayó
por debajo de la tasa de reposición de poco más de dos por
mujer. Sin embargo, de entonces a la fecha las tasas de natalidad en EU
han recuperado el nivel de reposición, en tanto el promedio de la
Unión Europea es de apenas 1.5, y en Alemania, España e Italia
es de sólo 1.3 (ver la primera tabla).
Las poblaciones envejecen cuando las personas viven más
y tienen menos hijos. La expectativa de vida se eleva más o menos
al mismo ritmo en la mayoría de los países ricos, aunque
no en Rusia. Es, pues, la baja fertilidad lo que explica por qué
la población europea envejece más rápido que la estadunidense.
En Alemania, la edad media se elevará de 40 años en 2000
a 47 en 2050, en Italia llegará a 50 ya en 2025. En EU, en contraste,
se elevará de 35 en 2000 a 40 en 2050.
Más viejos, menos trabajadores
El rápido envejecimiento de Europa acarreará
sufrimiento económico. En principio habrá un gran descenso
en el número de trabajadores. En Italia, por ejemplo, la población
en edad laboral disminuirá 20 por ciento entre 2005 y 2035, y otro
15 por ciento hacia 2050. Si no ocurren cambios radicales en las tasas
de empleo y productividad, los números decrecientes de trabajadores
arrastrarán en su caída al crecimiento económico.
La demografía adversa significa que el crecimiento europeo será
inferior en medio punto porcentual en 2050 al actual, según estimaciones
del Panorama económico mundial del FMI, publicado esta semana.
En tanto el número de trabajadores disminuye, la
cifra de quienes dependen de ellos se elevará. En Italia la población
de 65 años y más crecerá 44% entre 2005 y 2050. Combínese
esto con un descenso de 30% de la población en edad laboral y el
resultado será un salto espectacular en la tasa de dependencia,
de 32% en 2005 a 67% en 2050. En Francia, si bien la fertilidad ha sido
mayor, la tasa de dependencia se elevará de 28 a 51% en el mismo
periodo (ver la segunda tabla).
Esta creciente tasa de dependencia de ancianos será
una prueba extrema para los presupuestos europeos. Se yergue en el horizonte
un enorme aumento del gasto no sólo en pensiones, sino también
en salud y atención a largo plazo. Según la Comisión
Europea, el cambio demográfico adverso podría elevar el gasto
público entre 5 y 8 puntos porcentuales como proporción del
PIB (15 en la UE) hacia 2040. Será difícil lograr que los
contribuyentes quieran pagar esa cuenta. La mayoría de los países
europeos ya padecen una carga fiscal demasiado pesada, y los gobiernos
enfrentan resistencia a elevar impuestos.
Por si no fuera bastante, el reto demográfico que
enfrenta Europa podría ser mayor de lo que indican las proyecciones.
Los que hacen pronósticos sobre población han sido pescados
en fuera de lugar por inesperadas y significativas mejoras en la longevidad.
Los avances médicos podrían continuar aumentando la expectativa
de vida más allá de los niveles integrados en las predicciones
demográficas.
¿Inmigración o natalidad?
¿Qué se puede hacer? Una respuesta es tratar
de alterar la demografía estimulando la inmigración de trabajadores
jóvenes. Pero la inmigración en la escala necesaria para
frenar el alza en las tasas de dependencia sería inimaginable en
términos políticos. Alemania, por ejemplo, necesitaría
recibir en promedio 3.6 millones de inmigrantes al año entre 2000
y 2050, según cálculos de la ONU.
Una estrategia alternativa es tratar de elevar la natalidad.
En años anteriores la fertilidad se ha elevado un poco en Italia
y España. Intentos recientes por estimular los nacimientos con el
recurso de aumentar el apoyo económico a los padres parecen haber
sido bastante exitosos en Francia y Estonia, pero no es tan seguro que
este enfoque funcione a plazo más largo.
A menudo tiene el efecto de cambiar el tiempo de la procreación,
más que el número de nacimientos: las mujeres adelantan la
decisión de tener niños pero mantienen el número que
planearon al principio.
Las tasas de natalidad son hoy especialmente bajas en
los países del Mediterráneo, donde son relativamente pocas
las mujeres que trabajan, y mucho más altas en Escandinavia, donde
la mayoría lo hacen. Los países escandinavos parecen haber
encontrado métodos, como mejores guarderías, para facilitar
a las mujeres combinar el trabajo con la crianza. Pero tales medidas dan
por sentado que las mujeres se ven frustradas en su deseo de tener, en
promedio, una familia de dos. Lo malo es que recientes indicios en Alemania
sugieren que las mujeres en realidad quieren menos niños que esa
norma de dos.
Todo esto indica que el envejecimiento de la población,
si bien es un problema demográfico, requiere una solución
más bien económica. El crecimiento económico más
rápido sería útil, pero sería tonto apostar
a ello.
De hecho, el aumento del producto por trabajador bien
podría descender en las economías avejentadas, dado el vínculo
entre innovación y juventud. El espíritu emprendedor tiende
a ser más fuerte en poblaciones más jóvenes, señala
Sylvester Schieber, director de investigación de la empresa actuarial
Watson Wyatt.
Eso deja dos posibles remedios económicos. El primero
es generar empleos para más población en edad laboral. En
la cumbre de Lisboa, celebrada en 2000, líderes europeos se fijaron
metas destinadas a alcanzar una tasa de empleo de 70% en 2010, y de 50%
para personas de 55 a 64 años de edad. El año pasado estas
tasas se habían elevado a 65 y 42 por ciento, respectivamente, aún
lejos de los objetivos de Lisboa, ya no se diga de las tasas estadunidenses
de 71 y 60 por ciento. Elevar las tasas de empleo es deseable en términos
de competitividad, y también en respuesta al envejecimiento.
El segundo remedio sería incrementar el tamaño
de la población en edad laboral, elevando la edad de jubilación.
Como los europeos tienden a jubilarse antes de la edad oficial para alcanzar
la pensión estatal -en Alemania, por ejemplo, a los 60 y no a los
65-, hay gran terreno para esto. Sin embargo, las propuestas de elevar
la edad de jubilación son sumamente impopulares. Los políticos
alemanes se apresuraron a distanciar de la recomendación que hizo
un comité de elevar esa edad a 67 años.
Estos remedios económicos son duros, pero también
vitales. Europa tiene todavía mucho por hacer para emprender las
reformas del mercado laboral y de pensiones necesarias que puedan contrarrestar
los efectos adversos del envejecimiento de la población.
Traducción de textos: Jorge Anaya
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