Nueva Alianza, nuevos problemas
Este 28 de enero se abrió una nueva etapa en la relación entre el Sindicato Nacional de trabajadores de la Educación (SNTE) y el PRI. La fundación del Partido Nueva Alianza formaliza el cisma entre la corriente hegemónica de la burocracia sindical del magisterio y el instituto político. Se inaugura así un ciclo de reacomodos e inestabilidad partidaria y gremial de profundas consecuencias, tanto para el futuro del movimiento laboral como para el sistema de partidos.
Esta redefinición tiene una historia. En febrero de 1992 el SNTE modificó sus estatutos. Formalmente estableció la independencia y autonomía del organismo gremial con respecto a los partidos y el Estado, la libre afiliación individual y la incompatibilidad entre puestos de elección popular y la dirigencia sindical. Creó, además, para intervenir en la esfera electoral y parlamentaria, un Comité Nacional de Acción Política, integrado por trabajadores de la educación de las distintas corrientes partidarias.
La reforma a los estatutos fue una de las grandes ofertas de Elba Esther Gordillo para renovar el sindicato desde que llegó a su dirección, impuesta por el gobierno de Carlos Salinas, en 1989. El SNTE había sido hasta ese momento uno de los principales baluartes del PRI, y su desafiliación de ese partido demanda recurrente de los mentores democráticos.
Las transformaciones no fueron de gratis para el magisterio nacional. A cambio de "descorporativizar" al gremio en el papel, la maestra, violando la ley burocrática, se religió al frente del gremio por tres años más. Su reinado dura ya casi 16 años.
Sin embargo, hasta ahora, en los hechos, a despecho de lo acordado en su segundo congreso extraordinario, el SNTE ha seguido siendo, en lo esencial, apéndice del PRI. Circunstancialmente maestros de otros partidos políticos han ocupado puestos en la dirección nacional del gremio o han sido apoyados en sus campañas electorales. Pero el grueso del aparato sindical nacional, sus cuantiosos recursos económicos, han beneficiado al tricolor.
La fundación de Nueva Alianza modifica esta ecuación. Aliada al gobierno de Vicente Fox y enfrentada con los dirigentes del instituto político del que es secretaria general, Gordillo tiene en el nuevo partido un instrumento eficaz para posicionarse en el tablero político nacional de manera distinta. Una herramienta que, una vez más, viola el marco estatutario vigente.
Pero el nuevo organismo es, también, una bomba con la mecha corta. La burocracia sindical del magisterio participa regularmente en actividades partidarias y aspira a ocupar puestos de representación popular. La fuerza del gremio, sus recursos económicos, le han permitido establecer relaciones de alianza y negociación con los gobernadores y los factores de poder reales en las entidades en las que funciona. Ocupa así, regularmente, diputaciones y presidencias municipales o concejalías. El antiguo cacique Carlos Jonguitud Barrios veía en esta militancia una válvula de escape a la lucha por el control del sindicato. "Es que son demasiados gallos para tan pequeño gallinero", decía.
Hasta ahora, el grueso de la burocracia sindical del magisterio participa en las filas del PRI. El nuevo partido los coloca en la disyuntiva de mantenerse fieles a su vieja militancia o incorporarse al nuevo organismo. No se trata de un dilema moral, sino político. Es diferente para el líder de una sección del SNTE que aspira a ocupar una presidencia municipal en un estado gobernado por el tricolor postularse en las listas de Nueva Alianza que hacerlo en las del jefe del Revolucionario Institucional. Con el recién nacido sus posibilidades de ganar son nulas. Antes de sumarse a sus filas deberán pensarlo dos veces.
La obligada redefinición de las lealtades políticas de los jefes gremiales anuncia una telecomedia de traiciones y reacomodos. El trasiego de militantes provocará grandes conflictos. El PRI tiene hacia el magisterio una actitud patrimonial: cree que le pertenece. Si los dirigentes estatales del SNTE abandonan su antiguo partido y se unen a Nueva Alianza, los gobernadores pueden fraccionar al sindicato nacional y auspiciar la formación de sindicatos estatales. El marco laboral creado por la federalización educativa lo permite. En Tabasco ya está sucediendo algo así. Esas pugnas, además, permitirán que la disidencia democrática, presente en prácticamente todo el país, aflore y crezca.
Nueva Alianza nació con pies de barro. Muchos de los maestros que participaron en su fundación fueron timados. Las asambleas distritales que se celebraron para constituir el partido fueron convocadas, en no pocos casos, como actos sindicales. A los asistentes se les dijo que el nuevo partido no era una organización contra el PRI, sino a favor de los trabajadores de la educación. El engaño no podrá mantenerse más tiempo. Los fundadores originales tendrán que definirse.
Tarde o temprano, el nacimiento del nuevo partido hará imposible la permanencia de Elba Esther Gordillo dentro del PRI. Los jerarcas de ese instituto político no podrán permitir que siga en sus filas. Aunque ella quiera, no podrán seguir jugando a dos manos. Gobernadores afines a la maestra, como el de Durango y Colima, tendrán que definirse. O se alinean a la maestra o al partido que los postuló.
Nueva Alianza reproduce en su interior los más añejos vicios de la política y del sindicalismo mexicano. Perpetúa el corporativismo. Sin embargo, irónicamente, su fundación ayudará -por razones ajenas a la voluntad de sus promotores- a recomponer el movimiento gremial.