Usted está aquí: jueves 3 de febrero de 2005 Mundo Irak: democracia y bayonetas

Angel Guerra Cabrera

Irak: democracia y bayonetas

L os comicios organizados el domingo pasado en Irak por las fuerzas de ocupación estadunidenses y el gobierno títere están muy lejos de constituir el éxito atribuido por George W. Bush y mucho menos una convalidación de los electores a la ocupación o a la democracia occidental. Para empezar, este ejercicio se realizó en un país invadido por más de 150 mil tropas estadunidenses y gobernado hasta en los más mínimos detalles desde su embajada en Bagdad. Por añadidura, bajo estado de emergencia y toque de queda, marcado además por la violencia, al extremo de que los votantes no conocían a la inmensa mayoría de los candidatos antes de llegar a los centros de votación; mucho menos sus propuestas políticas. Se dice que se registraron para votar 14 millones de iraquíes, alrededor de la mitad de la población, de los cuales habrían votado unos 8 millones. Pero este dato es controversial en tanto procede de la autoridad electoral nombrada a dedo por los yanquis, que habló primero de 72 por ciento de asistencia a las urnas para luego retractarse y hacer bajar esta cifra a 60 por ciento. También reportes de prensa independientes han documentado mecanismos de coacción para obligar a las personas a votar utilizando la amenaza de cortarles sus raciones de alimentos si no lo hacían.

En cualquier caso parece haber habido alta concurrencia en los comicios de los mayoritarios iraquíes chiítas (60 por ciento de la población) y de la minoría kurda (20 por ciento), lo cual no debe sorprender. Los primeros porque llegaron a la conclusión de que las elecciones eran un buen camino para hacerse con el gobierno de Irak por primera vez en la historia y al mismo tiempo terminar con la ocupación yanqui. Los segundos porque vieron en las elecciones un nuevo paso hacia la conquista de una mayor autonomía, cuando no de la independencia. En cuanto a los minoritarios pero influyentes sunitas (20 por ciento), las informaciones coinciden que se abstuvieron en gran parte de presentarse a votar, como habían anunciado. En resumidas cuentas, chiítas y sunitas coinciden en el repudio a la presencia estadunidense, aunque entre los primeros predomine la idea de conseguirlo con la lucha armada y entre los segundos se favorezca lograrlo por la vía política. No debe olvidarse que fue el gran ayatola chiíta Alí Sistani quien puso en un aprieto a Washington y forzó a la convocatoria de estas elecciones cuando afirmó que no aceptaría un gobierno nombrado por Estados Unidos y exigió la celebración de la consulta. La postura del clérigo obligó al gobierno de Bush a aceptar comicios adelantados o correr el riesgo de que la resistencia armada sunita -que tiene en jaque a los ocupantes- se extendiera también entre los chiítas. Sistani dictó una fatwa (edicto religioso) que obligaba a los chiítas a concurrir a las urnas, hecho que seguramente favoreció la participación electoral de su comunidad.

El peligro de desmembramiento de Irak está a la vista, sueño largamente acariciado por los neoconservadores de Washington en su mapa de restructuración de Medio Oriente y de dominio de sus recursos naturales, y las elecciones se diseñaron para crear un escenario propicio para ese fin. Ahora puede ocurrir perfectamente que los sunitas se sientan discriminados por un gobierno chiíta-kurdo con miembros a gusto de Estados Unidos y que se incrementen las acciones guerrilleras de los primeros contra la ocupación y contra el nuevo gobierno títere, circunstancia que puede arrastrar al país a la guerra civil.

Es una broma macabra organizar "elecciones" y hablar de democracia en un territorio invadido y gobernado por los invasores, cuyas aldeas y ciudades son bombardeadas diariamente y, por tanto, en estado de guerra. Donde se reprime sin piedad a los opositores de la ocupación y donde no existe el mínimo clima para que los ciudadanos se expresen y discutan sus puntos de vista. Aquí es oportuno recordar que un gobierno de larga experiencia colonial, como Francia, ha propuesto que una salida democrática al conflicto en Irak dé participación a la resistencia. Por su parte, de las declaraciones de Bush y Tony Blair no puede presumirse otra cosa que una larga estancia de las tropas de ocupación en el país árabe. De modo que de lo que se trata es de imponer una nueva pantomima donde todo quede igual que antes y que la "democracia" sea ejercida bajo la tutela de las bayonetas.

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